Capítulo 1. Nacimiento de un grande

151 19 37
                                    

1921
Era la noche del 28 de abril de 1921 y la familia Guillén viajaba a Lima. El cielo estaba oscuro y desde que salieron de Arequipa la lluvia había sido intensa e imparable hasta que llegaron a la capital de Perú donde las lluvias no eran comunes y por tanto todo quedó en una llovizna. Lo extraño era que independientemente de la intensidad del aguacero, este los había seguido hasta ahí. La señora Elia Flores de Guillén de 19 años estaba embarazada y en trabajo de parto. Toda la familia viajaba en el carruaje, el señor Alberto Guillen de 30 años, su hijo de otro matrimonio Paolo de 10, sus dos hijos con su actual esposa embarazada, Joel de 2 años y Erick de uno, más su mujer que se desesperaba por llegar a casa. El carruaje se detuvo entonces y Alberto les ordenó a los sirvientes, al cochero y a su hijo mayor Paolo que ayudaran a Elia a bajar, y que cargaran a sus pequeños niños Joel y Erick. Entraron a la casa entonces e inmediatamente la partera y los empleados llevaron a Elia a la cama para empezar el parto. Mientras, tomándose unas copas de pisco Alberto hablaba con su amigo Felipe de 31 años sobre la presidencia de Augusto Leguía que reinició el 12 de octubre de 1919 hace un año y medio:

Residencia de los Guillén:

Alberto (Decepcionado y secando sus labios llenos de pisco) Sabes por qué hay tanta corrupción en este país Felipe?... Por el poder que está dividido entre muchas personas... Ojalá gobernara una sola familia.
Felipe: (Afirmando con la copa en la mano) No te alejas de la verdad amigo mío...
Alberto: (Enojado) Leguía ha tomado el poder a la fuerza... Con su golpe de estado y la disolución del Consejo solo ha demostrado que quiere mantenerse en el poder por muchos años más robando todo el dinero que pueda... Está haciendo cosas buenas por el país, pero no me convence...
Felipe: (Afirmando) Así son los dictadores Alberto... Hace mucho tiempo que ya no convencen... Ellos harán lo que sea para aprovechar su poder al máximo y hacer lo que quieran con el país... Solo piensan en sí mismos...
Alberto: (Enojado) Eso debe cambiar...

La conversación paró por los gritos de Elia, pues resultaba que el bebé no salía y Alberto corrió entonces hacia allá con su amigo, aunque no sabían qué hacer. Una sirvienta brujera propuso hacer una prueba y aunque nadie en la habitación estaba de acuerdo la dejaron porque no había otra opción.

Habitación de Alberto y Elia:

Alberto: (Desconfiado y susurrando) ¿Qué es lo que tienes en mente mujer?!
Bruja: (Susurrando) Existe una planta... Es una que no está registrada en la flora de ningún país...
Alberto: (Curioso y susurrando) Pero ¿usted está segura de sus efectos?...
Bruja: (Hablando segura y susurrando) La usé en mí y como puede ver me quitó todas mis enfermedades... Ya usted no me ve tosiendo, ni cojeando, ni con dolores de espalda, y además de eso, los dedos de mi pie ya no están deformados por la vejez...
Elia: (Gritos de Elia a lo lejos) ¡¡¡Ah!!!
Alberto: (Desesperado y susurrando) ¡Bien! ¡Hágalo! Pero, ¿Qué quiere a cambio?
Bruja: (Sonriendo escalofriantemente y susurrando) Que no me expulse por mi edad y al contrario me permita quedarme...
Alberto: (Pensativo y desesperado) ¡¡Está bien!! ¡¡Está bien!! Pero, ¡Se las verá conmigo si todo sale mal!...
Bruja: (Hablando sabiamente) ¡Le daré incluso larga vida a su hijo señor Alberto!

Dicho eso, ella agarró las hojas que tenía guardadas de la planta, cuyo aceite extrajo de alguna forma y utilizó para bañar el útero de la mujer, y también le hizo tomar un líquido dorado extraído de la madera del árbol. Entonces, a la 01:30 de la madrugada del 29 de abril luego de tres horas más de sufrimiento donde la misma bruja se encargó del parto del bebé, este nació totalmente callado como si estuviera muerto y con el cordón umbilical en el cuello, pero la mujer lo jaló y salió fácilmente, debido a que el pequeño tenía el cuerpo resbaloso y brillante:

Alberto: (Emocionado) ¡¡Gracias a Dios!!
Felipe: (Sorprendido y emocionado) ¡¡Bendito sea Dios!! ¡¡Ahí está tu hijo Alberto!! ¡¡Vamos!!
Paolo: (Sorprendido) ¡Papá! ¡Yo quiero cargarlo!
Felipe: (Riendo) Jaja... Espera joven Paolo... Tu padre lo hará primero...

Imperio del Arroz Con AireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora