VII. Pelea

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La hora del almuerzo había llegado, yo me encontraba enrollado en una toalla y los rebeldes cabellos húmedos que se me pegaban a la cara me recordaban la forma en la que Jaemin me había sostenido dentro del agua. La forma en la que juntó nuestros cuerpos, lo sentí contra mí y me habló al oído. La forma en la que no me soltó hasta que no me sentí listo, cómo toda su atención estuvo en y nadie más.

Por un momento sentí que yo era el centro de todo en la vida de Jaemin, mientras reíamos juntos allí dentro y hacíamos guerra de agua. Chenle nos chequeaba con una mirada difícil de descifrar cada vez que podía, pero Jaemin no parecía darse cuenta porque extrañamente no había volteado a verle ni un segundo.

Nuevamente sentí que había ganado algo.

Y nuevamente aprendí que para Chenle, ante los ojos de Jaemin, no existen ni aspirantes a competir.

Él ya tenía ganado ese lugar especial en el corazón de Jaemin... Ese lugar en el que yo nunca estaría ni siquiera cerca de estar.

Así que aunque reímos juntos, la pasamos bien juntos y por un momento sólo fuimos él y yo, al final siempre serían sólo Chenle y Jaemin.

Segundos después de que la señora Huang nos llamara a comer, cuando ya todos habíamos abandonado el río y tomado nuestras respectivas toallas, Chenle y Jaemin desaparecieron detrás de unos árboles sin decir gran cosa.

Chenle sólo le había dedicado una mirada muy cercana al enojo, le había hecho señas para que lo siguiera y Jaemin lo había obedecido enseguida.

Eso me recordaba cómo eran las cosas.

Al final eran ellos dos.

Al final yo no formaba parte de esta historia.

Al final yo perdía.

Justo como mi mamá.

Oye, cariño. — la señora Huang llamó mi atención. Yo levanté la mirada después de minutos mirando al suelo sin más, repasando cada momento junto a Jaemin y el momento que Chenle se lo llevó de la mano lejos de mí —. ¿Estás bien? — me preguntó de manera dulce, arqueando una ceja.

Odiaba que la señora Huang fuese tan perfecta todo el tiempo, con esa sonrisa de comercial y esa voz suave.

Odiaba estar ahí.

Cuando menos me di cuenta mi mirada se había intensificado, y por la confusión en sus ojos, tal vez en mi rostro se reflejaba todo el odio que guardaba dentro de mí.

No quería dejar que los rencores me ganaran.

Pero estaba dolido, enojado, triste, deprimido y patético.

Mi padre estaba con ellos, no conmigo. Mi padre nunca me iba a querer como a ellos, mi padre... Mi padre dedicada toda su vida a ellos.

¿Yo en qué importaba ahí? ¿Dónde era parte de la vida de mi padre?

¿Dónde era mi mamá parte de esta familia? Ella nunca podía estar presente, se sentía una mierda. Yo me sentía una mierda.

Realmente me destrozaba. Me destrozaba como nadie podría imaginárselo, me sentía tan pequeño, insignificante y perdido. Me sentía tan fuera de lugar.

Me sentía en la nada.

Como si no valiera nada.

Como si realmente no estuviera ahí.

Y luego estaba Jaemin, a quién no me podía arrancar del pecho.

No podía dejar de sentir cosas al verle, no podía dejar de quererlo y desearlo. No podía mirar su boca sin deshacerme.

No podía sentirlo cerca sin querer apoyarme en él, sentir su piel contra la mía.

No podía borrar las ganas de hacerlo feliz, hacerlo reír y llenar su corazón de cosas buenas.

No podía borrar las ganas de querer amarlo para siempre.

Pero sobre todo... No podía borrar que el dueño de su corazón era mi medio hermano. Huang Chenle. El hijo de la mujer que ahora tiene a mi padre, la mujer que ganó y le dejó nada a mi madre. Huang Chenle, el que es el hijo que disfruta de todo lo de mi padre, el que tiene cada una de sus respiraciones y el que tendrá su último aliento a su disposición.

La persona que Jaemin ama.

Mientras que yo, bueno... Yo sólo tengo a mi mamá.

— ¿Renjun? — intentó hablarme una vez más la señora Huang, ahora viéndose preocupada.

Tuve la sensación de que le regalé de esas miradas que matarían a cualquiera.

— Voy a dar una vuelta por ahí. — gruñí, apartando la mirada de ella bruscamente, porque muchas veces me destrozaba verla.

Ella intentó decir algo pero me puse de píe enseguida, ignorándola.

Miré hacia mi padre. Se había quedado dormido sobre la manta que había tenido la señora Huang en el suelo, con su sobrero cubriéndole el rostro.

Nunca se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor.

Me imaginé a Chenle y Jaemin besarse contra algún árbol.

Sentí que se me cerraba la garganta y de la nada me invadieron las náuseas.

Probablemente el día que tuviese que verlos besándose frente a mis ojos serían más que náuseas. Probablemente moriría de un ataque al corazón.

Mi madre no sabía que me gustaba Jaemin, pero algo se imaginaba.

Yo siempre le hacía preguntas de cómo había sobrevivido a la situación con mi papá.

Ella respondía que al principio sentía que su vida se acababa por él, pero que con el tiempo aprendió a apreciarse y entender que se debía a sí misma algo más.

Me dijo que el pasar de los años le enseñó que su bienestar y felicidad era más importante que cualquier cosa, que se la pasó haciendo actividades que le distrajeran la mente y le hicieran feliz. Que construyó cosas y tuvo proyectos por ella misma. Que supo que sólo se necesitaba a ella misma, que valía mucho por lo que era.

Hasta que llegaste tú, me dijo. Ahora eres tú la primera persona por la que hago todo, hijo.

Me encontré con que la extrañaba mucho, quería volver a casa pronto porque ella era mi único lugar seguro. La quería tanto y esperaba algún día ser como ella.

— Mamá... — susurré débilmente, con los ojos rojos y cristalizados.

Ya había intentado llamarla más temprano pero no tenía señal.

Seguí deambulando por ahí, pateando las piedras que se me atravesaran en el camino y aguantando sollozos.

Pensaba en muchas cosas.

Jaemin, mi madre, la señora Huang, mi padre y Chenle. Pensaba en todos ellos y se me hacía cada vez más difícil retener las lágrimas.

Entonces de la nada escuché unos gritos, de voces muy conocidas, que veían desde mi izquierda.

¡Jaemin, por favor! ¡Tienes que entenderme! — ese era Chenle.

¿Cuándo me entenderás tú a mí? ¿Cuándo va a importar lo que yo siento? — Jaemin sonaba frágil. Estaba llorando.

Mi corazón se detuvo por un momento.

¡A veces no te soporto! — fue lo último que pude entender que Chenle dijo.

Las voces parecieron bajar pero pude escuchar a Jaemin sollozar desde alguna parte.

Lágrimas se deslizaban por mis propias mejillas y no me di cuenta al principio, mientras avanzaba desesperado y golpeaba mis brazos con ramas de árboles al pasar.

Finalmente encontré lo que buscaba, pero no era lo que esperaba.

No había rastro de Chenle por ninguna parte.

Sólo estaba Jaemin, abrazando sus piernas en la arena.

If I was rose || JaemrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora