Dámaris

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Hermoso nombre de origen heleno; bella mujer, dama bella. Tan igual dama fuerte, elegante, valiente. Damaris, su nombre. ¿Quién podría resistirse a una mujer guerrera que podría empuñar tanto una espada como un ramo de flores, opacado por el resplandor que emana su tersa piel y su vestido coral hecho con las más finas sedas? Su delicadeza al expresarse, su apariencia juvenil que ha podido conservarse a través de los años, envidia entre sus compañeras y amigas, por su ascendencia real, su belleza y su fuerza. Una mujer como ella no disfrutaría de un simple festín a la luz de unas velas, o un encuentro pasional que ha sido elaborado con poco más que un saludo. Son esos momentos de charla infructuosa y risas genuinas que ella disfruta. Quisiera conocerla, conocer todo de ella, desnudar sus sentimientos y sus más profundos deseos. Desvelar esas inseguridades y anhelos que guarda su corazón, bajo la luz de los astros nocturnos, dejándonos acariciar por la brisa del ocaso. La conozco bien, sé cuántas veces ha tenido que caer y levantarse, todo el esfuerzo que ha hecho a pesar de su talento natural, la infinita bondad que le ofrece a propios y extraños. Quisiera convertirme en un ser querido para ella, porque, oh creador, sé perfectamente que no hay más cosa amada por esa mujer que su familia. En definitiva, la conozco muy bien, pero he sabido mantenerme apartado, alguien simple como yo, no soy lo suficientemente valiente y digno de ser enfocado por sus acarameladas pupilas. Esa torre tan famosa, más alta que los mismos astros, plataforma donde reposan los pies del creador, sería el escenario perfecto para nuestra cita. A mí me gustaría, yo estoy seguro de que a ella también. Yo también quisiera desnudarme ante ella, liberarme de esta armadura hecha con minerales y carne, dejar que vea mis profundos sentimientos y mis recortados deseos. Tal vez podría llevar un regalo, alguna joya de imitación o uno de esos platillos que las señoras de más bajos recursos, amigas mías, preparan con más cariño y sazón que cualquier otra persona. Eso no es una gran preocupación para mí. Cualquier cosa que le presente, ya sea una piedra carente de brillo o un zafiro tan pulido que solo podría costear un gobernante imperial, será recibida con una deslumbrante sonrisa y unos ojos vivaces de niña ilusionada. Con ello no necesitaría verla más, porque sería un regalo eterno para mí. Solo una mujer como ella podría alterar mi percepción de la realidad, un encuentro con ella sería como desafiar la voluntad del mismo creador, pero lo ignoraré. Anhelo, tal vez, algún día relatarle todos estos pensamientos, escuchar cómo su dulce voz pronuncia mi nombre, ser la causa de sus infantiles sonrisas, y cuando haya terminado este sueño, nuestro encuentro, como epílogo de mis alabanzas y preludio de mi única despedida, condensar este prolongado discurso en dos palabras tan simples que abundan en su vocabulario: te amo.

La vida podría serme arrebatada en ese mismoinstante, aun si no recibo una respuesta, porque mi existencia estaría completacon solo declarar esas dos palabras.

EJOTAPE

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