Capítulo 9

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Unos brazos me rodearon. Pegó su boca a mi oreja. Su aliento me cosquilleaba. A pesar de todo, no quería apartarme. Me sumergí. Mi desconcierto, mis miedos, el no saber qué demonios era todo aquello... No evitaron que no me hundiera contra él, hacia la fuente de calor que me brindaba. Moví mis manos a su espalda y aferré su camiseta. Desesperación fluyó por mí.

«No me abandones», palabras que nunca dejaron mis labios. Que jamás diría.

—Si me necesitas, solo deberás pedirle a Ethan que me llame.

—¿Ethan?

—Tu psiquiatra.

—Ulrich Metz —susurré para mí.

Una carcajada brotó de sus labios. La sentí contra mi mejilla. Vibró contra mi torso.

—Le pega el nombre. Aunque no creo que le guste saber por qué lo llamas así.

—Ya se lo he contado.

—Me hubiera encantado ver su expresión —comentó en un tono alegre tan diferente al que me tenía acostumbrado.

Separé el rostro para contemplar el suyo. La sonrisa en sus ojos me paralizó. Dolor me surcó por dentro. Fue tan intenso que creí que me había apuñalado en el corazón.

Vagué la vista por la habitación. Se habían retirado, mis mosqueteros junto con mi guardia. Estábamos solos de nuevo.

No me había dado cuenta de cuán entumecidos tenía los músculos hasta que me hundí en él, en el calor que desprendía. Aplané las palmas a su espalda. Las subí hasta sus hombros. Me tomé de ellos. Un anclaje. Ese hombre era un lugar a donde amarrarme para no estar a la deriva. Me anclé aún más. Necesitaba aferrarme para no caer.

Nunca me había agarrado a nadie. No había a quién hacerlo. ¿Por qué a Paul? No era más que un desconocido. Un vestigio de pensamiento rezumó dentro de mi mente. Tan efímero como un suspiro. «Nadie ha hecho esto por ti». «A nadie le has importado antes».

Sus manos me sostuvieron por la nuca. Mi boca buscó la suya sin pensarlo. Fue algo espontáneo. Un imán, eso eran sus labios para mí en ese momento. No había sentido la necesidad física de intimar con alguien de forma tan intensa antes.

Me fregué contra él. Gemí en su boca y estaba listo para deshacerme de nuestras ropas cuando me tomó de las muñecas. Me pegó a la pared con mis brazos por encima de mi cabeza. Su mirada... Sus ojos ya no sonreían. Eran profundos, estallados con la misma excitación que debían invadir los míos.

—Kieran...

Me lancé hacia él. Sus manos me detuvieron por las muñecas. Era fuerte y yo insistente. Rebajarme hasta casi rogar por contacto físico no era algo nuevo para mí. Pero la mirada en su rostro sí. La expresión que me dirigía, una mezcla de advertencia y excitación. ¿Qué resultaba de esa ecuación? No tenía idea de si quería averiguarlo.

Apoyé mi espalda en la pared, alejado de él. Sonreí, aquella sonrisa seductora y sobradora que escudaba mi interior.

—Como quieras. No te necesito. Además..., no estaré aquí. Ya te lo dije, escaparé.

Sus manos me soltaron. Desvié el rostro a un costado. Mi único sostén era la pared a mi espalda. El frio y la desolación me cubrieron.

Solo. Siempre solo.

Desde las cenizasWhere stories live. Discover now