Capítulo 25

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La otra cara del alma (2012)

-TV Azteca

Hemos encontrado un nexo en común por el que apagar las llamas de nuestra desconfianza mutua y nuestra decepción e ira: los niños. Pero ello no es un milagro cuya lluvia apaga el volcán en el que se ha convertido nuestro matrimonio, que está al borde de la erupción.

Aunque sí que ayuda a que las cosas ya no estén tan malditamente mal entre nosotros.

Ahora, nuestra prioridad son Julio y Carlitos, no nosotros mismos.

Dando por finalizada mi charla con Eric y agotada, como siempre, tras hablar con él y lidiar con esa intensidad suya, subo las escaleras para cambiarme de ropa por una deportiva para poder jugar con Julio a la pelota tras darle las medicinas del niño a Eric, que me promete que hablará con el personal para que se las den con las comidas, tal y como nos ha indicado el médico.

Aunque pienso mantener los ojos bien abiertos y asegurarme de que el pequeño se las toma.

Carlitos, me informa Estefanía, la niñera, con la que me cruzo en la planta de arriba al ir hacia mi cuarto, está durmiendo la siesta, y Julio me espera abajo, en el jardín trasero, donde hay una pista de tenis que rara vez se usa desde que Eric ya no practica tanto el deporte en casa con su mejor amigo, que suele venir a verle cuando sus horarios coinciden, o con su hermano menor, César, que es también un aficionado al deporte, sino que prefiere irse fuera a hacerlo y, a veces, llevarse a los niños con él a jugar. Sin mí, claro.

Cómo no.

Sabiendo que Julio tiene que estar mordiéndose las uñas de la impaciencia y preguntándose dónde estoy, me pongo el primer conjunto de deporte veraniego que encuentro en el vestidor y bajo a toda prisa hacia la pista de tenis, atravesando el inmenso jardín, que más parece un parque que un terreno privado con sus numerosos caminos empedrados y sus altísimos árboles a cada lado de los mismos.

—¡Mamá! —saluda Julio, haciendo rebotar la pelota en el suelo antes de darle una patada, lanzándola contra la valla de metal que rodea la pista.

Una pista que hasta tiene gradas y todo. Tócate los cojones con los megarricos. Nunca me dejará de sorprender tanto lujo y tanta cosa ostentosa sin sentido.

—¿Te pones en la verja de ahí y practicamos goles? —pregunta, señalando hacia el punto donde ha lanzado el balón.

Uy. Se me ha olvidado el maldito casco de béisbol ese que usan los que reciben la pelota. O uno de moto que me proteja, leñes. Lo que sea.

Espero que no me dé en la cara.

—Procura no darme en la cara, ¿vale, cariño?

—¡Lo intentaré! —La promesa no me inspira mucha confianza. Hay que ver los líos en los que me meto yo solita, pero todo sea por su felicidad.

Camino hasta el otro lado del campo de tenis hasta estar de espaldas a la verja de metal que él me ha señalado y le hago una señal con los brazos tras recoger y pasarle de vuelta el balón.

—¡Lista!

El niño golpea la pelota con el pie con entusiasmo y yo, viendo que me viene con más fuerza de la que creía posible en un retaco de su edad, doy un grito y me cubro la cara con los antebrazos de manera instintiva.

Me golpea directamente en el estómago.

—¡Uf! —Suelto todo el aire de los pulmones de golpe.

—¿Estás bien, mamá? —pregunta Julio, ansioso, corriendo hacia mí y cogiendo la pelota, que ha rebotado contra el suelo y se ha ido hacia un lado.

—Muy bien —digo cuando recupero el aliento.

—¡Buen chute! —exclama una voz masculina, aplaudiendo y soltando una sonora carcajada, sorprendiéndome porque no me esperaba a nadie. Eric ya me ha dicho en un arranque de sinceridad y culpa que iba a estar ocupado y que le sabía mal no poder jugar con Julio él también, pero que esta noche volvería a cenar en casa y que el domingo intentaría tener el día libre para estar con los niños, evidentemente muy afectado por lo de Julio (cosa que sigue haciéndome sentir culpable).

Alzo la vista y la clavo en el hombre que hay parado a la entrada de la pista.

Alto, moreno, ojos gris azulado, muy parecido a Eric y casi igual de guapo, aunque de una manera diferente. Más clásica, como un galán de cine de los de antes. Más elegante que sexy.

—¡Tío César!

Hay que joderse, el que me faltaba.

Maldito universo, ¿no podría darme algo de tiempo para respirar?

Maldito universo, ¿no podría darme algo de tiempo para respirar?

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Soy la villana (✔) ✦ COMPLETA ✦Where stories live. Discover now