2- Hoseok

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Hoseok no pudo llegar a su oficina con suficiente rapidez.

Nada más cruzar el umbral,  cerró la puerta y echó el cerrojo, como si el mismísimo diablo lo persiguiera. Quizás era cierto.

Las cosas que Hoseok había visto cuando lo había tocado, el hombre que había creído atractivo momentos antes... Hoseok parpadeó el sudor de sus ojos, deseando que su corazón dejara de retumbar en su pecho antes de que pudiera perder el conocimiento. 

Era su primer día. Su primer puto día. Tenía que haber algún tipo de explicación para la  sangre y los gritos. ¿Tal vez había estado en el ejército y había sido testigo del combate?  ¿Tal vez trabajaba en las fuerzas del orden? No. Eso no tenía ningún sentido. Esos  gritos... Esos hombres habían sido torturados. 

Levantó las rodillas, apoyando los codos en ellas para acunar la cabeza entre las manos.  Hoseok sabía mejor que nadie que los depredadores en serie se escondían a plena vista. A  veces, delante de sus narices. Se clavó los talones de las palmas de las manos en los ojos hasta que pequeñas chispas de luz bailaron detrás de ellos.

Este era su primer.

Maldito. 

Día.

No podía ir acusando a un compañero de trabajo de ser un asesino. No después de la última vez. No podía soportar que nadie más lo mirara como un... loco. Acababa de salir de ese ambiente.

—¿Has pensado que, quizás, estás proyectando tus impulsos en tu compañero de trabajo?

—Debes admitir que es descabellado, Hoseok.

—Tiene que entender nuestra preocupación dado tu comportamiento.

—Él es un agente federal. Creemos que, tal vez, sólo necesitas un descanso.

—No estás bien.

—No puedes simplemente atacar a la gente.

Sus palabras daban vueltas en su cabeza en bucle. No había nada peor que la gente que  antes lo respetaba lo miraran de repente como si estuviera loco.

Había pasado su vida como un paria. De niño, era demasiado pequeño, demasiado callado. Un blanco fácil. 

Tenía miedo de todo. Cualquier objeto tenía el potencial de enviarlo en una espiral de dolor y sufrimiento. Pero en la agencia, había tenido un hogar. 

A diferencia de muchas agencias de la ley, el FBI tenía mucha gente como él. Gente que tenía más cerebro que fuerza. Personas que eran contadores y estadísticos. Había tenido un hogar allí, incluso como el nerd de los libros. Pero todo eso había desaparecido,  arrebatado porque tuvo la audacia de dejar de lado su autoconservación para hacer  saber a sus superiores que tenían un lobo entre ellos. 

Le habían pagado tachándolo de lunático y metiéndolo en una institución mental durante semanas. Hoseok sacudió la cabeza. Tal vez tenían razón.

Tal vez estaba loco. Las cosas de las que antes estaba tan seguro ahora parecían imposibles. Los medicamentos  que le daban sólo lo empeoraban, lo hacían dudar de quién era y de lo que veía.

Hacían más difícil el protegerse de las visiones no deseadas. 

Cuando los latidos de su corazón se estabilizaron a un ritmo normal, se puso de pie y se dirigió a su escritorio, tratando de recomponerse mentalmente. Era imposible que sus compañeros no estuvieran hablando de su choque y su precipitada huida. El hombre - con el que chocó- tenía que ser de la facultad. Llevaba una identificación alrededor del  cuello como Hoseok. Pero no había podido ver lo que decía. 

La vida que oculto (VHOPE) [Finalizada] Where stories live. Discover now