3.

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Julieta.

Los números en el reloj del microondas se burlaban de mí mientras paseaba a lo largo del desván. Con cada vuelta, el brillo verde me llamaba la atención y me gané un suspiro de desesperación.

Las tres diecinueve.

Drake había estado llorando desde la una.

Llevaba llorando más de dos horas.

—Bebé, —Una lágrima resbaló por mi mejilla—. No sé qué hacer por ti.

Él gimió, con la cara roja y la nariz arrugada. Se veía tan miserable cómo yo me sentía.

Le había dado un biberón. Le había cambiado el pañal. Lo había envuelto. Lo había desenvuelto. Lo había mecido en mis brazos. Lo había apoyado contra un hombro.

Nada había funcionado. Nada de lo que estaba haciendo lo hacía dejar de llorar.

Nada de lo que estaba haciendo era... lo correcto.

¿Todas las nuevas madres se sentían así de impotentes?

—Shh. Shh. Shh. —Caminé hacia una ventana abierta, necesitando un poco de aire fresco—. Está bien. Estará bien.

Antes de irme de Nueva York, su pediatra me había dicho que los cólicos normalmente alcanzaban su punto máximo a las seis semanas y luego comenzaban a disminuir. Pero Drake parecía estar empeorando.

Sus piernas se pusieron rígidas. Sus ojos estaban cerrados con fuerza. Se retorció, como si la última persona en la tierra con la que quisiera estar atrapado fuera conmigo.

—Está bien —susurré mientras mi barbilla temblaba.

Esto pasará. Eventualmente, esto pasará ¿no?

Nunca sabría cómo me había atormentado cuando era un bebé. Nunca sabría que estaba flotando por encima del fondo. Nunca sabría que ser madre era tan malditamente difícil.

Simplemente sabría que lo quería.

—Te quiero, cariño. —Besé su frente y cerré los ojos.

Dios, estaba cansada.

Dejé de amamantarlo porque estaba muy quisquilloso. Tal vez eso había sido un error. La costosa fórmula para el estómago sensible que se suponía ayudaría solo agotó mi cuenta bancaria.

Me dolían los pies. Mis brazos me dolían. Me dolía la espalda.

Mi corazón me dolía.

Tal vez estaba en mi cabeza. Tal vez esta mudanza había sido una idea horrible. Pero la alternativa... No había existido una alternativa. Y como había estado aquí menos de una semana, no estaba lista para llamar a esto un error. Aún no.

No te rindas.

—Un día más, ¿está bien? Lo haremos un día más, luego descansaremos este fin de semana.

Mañana... No, hoy estaría derrochando en un café con leche triple antes de ir al hotel. La cafeína me ayudaría a pasar el viernes. Y este fin de semana, recargaríamos.

Solo tenía que sobrevivir un día más.

Mis primeros cuatro días en The Valen Inn habían pasado volando. El lunes, lo pasé haciendo papeleo y orientación. El martes, salté a la limpieza. Después de tres días de fregar, quitar el polvo, pasar la aspiradora y hacer las camas, me dolían todos los músculos del cuerpo.

Músculos que ni siquiera sabía que existían estaban gritando. Pero había sido una buena semana.

De acuerdo, el listón de los buenos días no era tan alto, pero llegamos al jueves, o al viernes, y eso fue una victoria.

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⏰ Last updated: Jun 02, 2023 ⏰

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Búho Nocturno | Marcos & JulietaWhere stories live. Discover now