11. Cita de ensueño

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Madelen

Es viernes, los nervios los tengo a flor de piel, esta mañana demore más de lo previsto buscando algo que ponerme, no me ha querido decir nada sobre a dónde me va a llevar, así que me tocó recurrir a mi amiga.

Nos decidimos por unos vaqueros, una camisa cruzada de mangas y corte largo, por último unos botines. El cabello me lo ondule por completo, un maquillaje ahumado y listo, me encanta lo que veo en el espejo.

—¡Mami, estás muy hermosa! —Alana entra a la habitación viéndome con asombro— ¿vas a salir con Steven?

—Hola princesa, si voy a salir con Steven —superviso que se colocara bien su uniforme— ven, solo falta peinarte.

Pensé que me haría más preguntas sobre Steven, pero no fue así, se mantuvo en silencio, solo me observaba y sonreía. Una vez estamos listas, salimos de casa, la dejo en la escuela recordando que su papá la pasará buscando.

Me voy a la pastelería. Al cruzar las puertas las chicas se me quedan viendo y los muchachos me empiezan a decir lo bien que me veo.

—¡Jefa! creo que se equivocó de dirección. ¡Que hermosa esta! ¿Tiene planes para hoy? —El ayudante de pastelería, Eduardo, no me quita la mirada de encima.

—Claro que tiene planes para hoy —lo regaña Pía dándole un golpe en la nuca— deja de verla así y ve a trabajar que para eso se te paga.

—Pía no maltrates al personal, voy a estar en la oficina comunicándome con los proveedores, me voy al mediodía, cualquier cosa avisen antes o tendrán que resolverlo solas.

Me apresura a irme a mi oficina antes que las chicas me lo impidan con sus preguntas y comentarios. Faltan diez minutos para abrir las puertas al público y el aroma de los pasteles inunda el lugar llegando a mi oficina. Saco la carpeta con los pedidos para esta semana y empiezo a llamar a los proveedores.

—Jefa, tenemos un problema —entra Pía.

—No me digas eso, ¿qué sucedió ahora?

—La tienda está full y no nos damos abasto, los clientes empiezan hacer cola fuera del local.

—Déjame llamar a la otra tienda a ver si nos pueden ayudar, solo me falta llamar a dos proveedores y salgo a darles una mano.

Veo un mensaje de Steven dándome los buenos días, le respondo notificándole la situación, me pide que solucione ya que al mediodía me va a secuestrar, eso hace que las emociones me invadan hasta el último rincón de mi ser.

Llamo a la otra tienda, le pregunto a la encargada como están de clientes, me informa que no hay muchos, lo que es un alivio, le pido que mande a dos chicas y un pastelero urgente, aquí les pago un uber. En quince minutos deberían estar aquí.

Le notificó a Pía que ya vienen los refuerzos y que se encargue de cancelar el uber, término los pendientes que me faltan y me voy al área de despacho, la tienda está que no cabe ni una persona más.

Los cannolis se han acabado, al igual que la cola de langosta y las migas de chocolate, voy al área de atrás a ver qué sucede, justo llegan los refuerzos. Saco dos bandejas de dulces y verifico que otra cosa se agotó para informar a los pasteleros.

Estoy cansada y apunto de sentarme un rato cuando veo el carro de Steven estacionar al frente, salgo corriendo a mi oficina a retocar el maquillaje y mi cabello, entre tanta carrera se me arruinaron.

—Jefa, su príncipe azul ha llegado —me informa Pía entrando a la oficina.

—Lo sé, dile que ya salgo.

Le pido terminando de acomodar mi cabello que ha quedado con mucho friz. Una vez lista salgo a su encuentro, menos mal que la afluencia de clientes es bajo, lo suficiente para que las chicas se puedan hacer cargo solas.

—Estoy lista, ya nos podemos ir —me acerco por detrás.

Al escuchar mi voz se gira hacia mí, me ve de pies a cabeza, una mirada cargada de deseo, asombro, sus pupilas se dilatan y se relame los labios ocasionando un leve temblor en mi interior.

—Estas hermosa —su voz sale ronca, se acerca a mí dejando un suave beso en mis labios —mejor vámonos antes que haga algo indebido.

Salimos de la tienda y abre la puerta del copiloto para mí, me ayuda a subir ya que ha traído una camioneta y es algo alta para mí.

—¿Para dónde me vas a llevar?

—Es una sorpresa.

Me lleva al restaurante Piri Piri Grill, comemos costillas de cerdo en salsa con un Merlot y para terminar un pudín de vainilla que compartimos, todo estuvo exquisito.

—¿Te gustó? —me pregunta expectante.

—Estuvo exquisito, no le digas a mi padre o me deshereda.

Ambos reímos por mi comentario, aunque la verdad, papá suele ser muy celoso en cuanto a mi opinión a otros chef.

—No te preocupes, no le diré —me guiña el ojo haciendo que me derrita aún más— ahora, vamos a nuestro siguiente destino.

Salimos del restaurante tomados de la mano. Llegamos hasta la camioneta y me ayuda a subir. Emprendemos el recorrido, Steven no me quiere decir a dónde me llevará esta vez, pero después de unos treinta minutos de recorrido puedo saber que vamos al puerto.

—¿Qué haremos en el puerto?

—No te recordaba tan impaciente, subiremos a un velero, haremos un recorrido de dos horas por el lago Ontario, veremos el atardecer y regresamos justo a tiempo para cenar bajo la luz de la luna.

—¿Estas de broma? ¿Tienes idea de lo costoso y difícil que es hacer ese recorrido?

—En lo que se refiere a ti, nada es demasiado difícil o costoso, tú lo mereces.

Toma mi mano y deja un beso en ella. Seguimos el recorrido hasta llegar al puerto, donde para mi sorpresa, una galeta de tres mástiles de 1930, Steven abre la puerta y me ayuda a bajar, nos acercamos a la embarcación perfectamente cuidada, no pareciera tan antigua como realmente lo es, es una belleza.

—Buenas tardes —se acerca a nosotros un señor de unos sesenta años— seré su capitán, ya estamos listos para zarpar cuando ustedes así lo deseen.

—Muchas gracias capitán, empecemos el recorrido.

Steven me ayuda a subir a bordo y me lleva a la proa, el mar se ve hermoso, el clima es agradable pese a la hora. Una vez que emprendemos el recorrido el personal coloca música agradable y nos ofrece unos cócteles refrescantes. Es la cita de ensueño, nunca imaginé vivir una experiencia como esta.

Mi amor de primaveraWhere stories live. Discover now