xvi.

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Kai estaba tumbada en la espalda de la tulkum que le había hablado, miraba hacia el cielo e intentaba no pensar en nada. Aunque estaba frustrada porque no lo conseguía.

No dejaba de pensar en lo que le había dicho Ao’nung hacía un rato. Esa era la razón por la cual había buscado a Ky’lah.

Le había dicho exactamente: «Me encanta tenerte encima de mí», luego se había caído al agua, perdiendo el poco orgullo que le quedaba. Aunque lo más curioso era que ni siquiera sabía como había terminado ella sobre él.

Oh, sí, ya lo recordaba.

Él había dicho algo en voz baja y terminaron haciendo un trato, que era que el nativo del océano le diría lo que había murmurado si ella era capaz de pillarlo.

Y lo había pillado, pero a Ao’nung se le dio por sentarla sobre sus piernas, aprisionándola contra él como había hecho la primera vez, solo que esta vez la había sentado sobre él, y no a su lado con las piernas sobre su regazo.

Ella le había dicho que alguien podía verlos, pero a él pareció no importarle mucho, de hecho la besó sin pudor alguno, pillándola por sorpresa.

Luego le susurró al oído lo que había dicho antes.

Kai volvió a la realidad tumbándose de lado y maldiciendo al Metkayina en los dos idiomas que se sabía, de verdad sabía como quitarle el orgullo y de paso avergonzarla.

Lo que de verdad no recordaba era como había acabado él diciendo eso, de qué habían estado hablando.

Dio gracias a Eywa porque no hubiera nadie allí para ver aquello. Saltaría de un barranco antes de tener que oír a sus primos reírse de ella, porque lo harían. Ambos.

«¿Pasa algo, Kai’lä?» preguntó la tulkum notando el movimiento sobre su espalda.

La nativa se sentó sobre su aleta e hizo las señas mientras decía lo que quería en alto.

—Solo me he acordado de algo vergonzoso, disculpa —le sonrió con vergüenza a la vez que se disculpaba, no había querido molestarla.

«¿Puedo saber de qué te has acordado?» pidió haciendo que Kai bajara sus orejas.

—Es muy vergonzoso —se quejó.

«Si yo te digo algo vergonzoso, ¿me lo dirás?» insistió. La Rongola fingió pensarlo.

—Vale —aceptó soltando un suspiro.

«¿Conoces a Payakan?» preguntó antes de empezar su relato. La nativa asintió, era el tulkum exiliado, aunque también era amigo de su primo. «Bien, pues, un par de años antes de que lo exiliaran, nuestras madres nos reunieron y nos preguntaron si éramos pareja» Kai soltó una pequeña risa, ella no podría volver a mirar a Ao’nung a la cara si su padre le preguntaba eso con él presente.

—No —negó con una sonrisa, pero Ky’lah asintió como pudo.

«Sí, y casi no pude volver a mirarlo durante el siguiente mes» terminó su relató y esperó a que la nativa empezara con el suyo.

—Me pasa eso y me muero —aseguró, la tulkum soltó una pequeña risa—. Lo que pasó es que, Ao’nung, ¿lo conoces? —Ky’lah asintió, era el hermano de un amigo suyo—. Pues hicimos un trato que era que si yo lo pillaba me diría algo que no le había entendido un poco antes. Pillarlo fue lo fácil, lo que pasó después es que me sienta sobre él y me dice que le encanta tenerme encima de él.

«Ay, no, pobre» dijo riéndose ligeramente.

Kai’lä se apoyó sobre el gran cuerpo de la tulkum con la cara tapada. Cuando volviera tenía que mirarlo a la cara, ¿de verdad era necesario?

Ocean Light - Ao'nungWhere stories live. Discover now