xx.

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Kai’lä abrió los ojos, estaba en el bosque, encima de una rama. Estaba en casa, en su verdadera casa.

Saltó al suelo, maravillándose por ver de nuevo el bosque, intacto. Sonrió al ver a los prolemuris saltando de rama en rama. Alzó las orejas para captar algunos sonidos cercanos del bosque.

—Kai... —murmuró una voz a su derecha. Ella giró la cabeza hacia el propietario de la voz, encontrándose con su madre.

Luego lo recordó: había muerto.

Su madre la miraba un poco triste, aunque con una expresión mayormente neutra que hizo que la joven bajara las orejas al instante.

—¿Sabes por qué le pedí a Tsu’tey que te llamara Kai’lä? —preguntó mirando hacia su hija.

Ella alzó las orejas otra vez, curiosa por la pregunta. Nunca se había cuestionado ese hecho.

—Omitiendo «’lä», ese iba a ser el nombre que le habría puesto a mi hijo —explicó, desviando la mirada un momento—. Kai.

—El que...

—El que casi tuve en la Tierra, sí.

El silencio se instauró entre ellas dos, pues el bosque seguía funcionando. A la joven poco le importaba la originalidad de su nombre, le gustaba que se lo hubiera puesto su madre y eso era suficiente para ella.

Kai bajó la mirada, recordando los momentos anteriores a la pérdida de su vida. Le había dicho a todos que los amaba, pero no se lo había dicho a cada uno, en privado.

No le había dicho a su padre cuánto lo amaba y admiraba, cuánto esperaba ser como él algún día de su vida, cuánto esperaba poder igualarlo al menos en el nivel de guerrero. Cuán buen padre creía ella que había sido e intentado ser.

No le había pedido perdón a su tío por enfadarse, ni a su tía por cargar con sus emociones también, aparte de las de sus hijos.

No le había dicho a sus primos cuanto los quería; ni a Kiri cuanto la apreciaba, cuanto amaba estar en su compañía, sus abrazos, aunque la insultara a veces, aceptaría que estaría desesperada eternamente por miedo a que le pasara algo. Oh, Kiri... siempre habían parecido las hermanas de la familia, aunque en realidad no tenían nada.

Supuso que nunca podría decirle lo mucho que la amaba directamente.

Tampoco le había dicho a Spider que no era su culpa, él la avisó entonces, pero tal vez todo aquello ya estaba predestinado.

Tampoco le había dicho a su chico que... ¿lo quería o lo amaba? Se conformó con ambas, no le había dicho nada, nunca. ¿Él seguiría llevando la pulsera incluso si eso le recordaba a ella?

Y su ikran... tal vez se estaría preguntando qué sería de ella. Su ikran, al que le había puesto el apodo de su madre en honor a ella cuanto tenía once años.

Y Mo’at... nunca había tenido el valor de llamarla «abuela», pues ni siquiera eran familia, pero también la apreciaba mucho.

Luego pensó que ella no sabía que estaba muerta. Aunque luego se preguntó si le importaría, no eran familia, pero siempre habían estado juntas, ¿lloraría por ella?

Ocean Light - Ao'nungWhere stories live. Discover now