🚞|16|🚞

469 49 36
                                    

Capítulo 16. Jamie.

Contestó al quinto toque.

—Dame un momento —. La voz de Brienne sonó lejana y la línea se llenó de ruido inteligible.

Dejé el móvil sobre la mesa y durante este confuso lapso me coloqué los auriculares en los oídos, para empezar a apilar los papeles sobre la mesa. Escuchaba el crujido del móvil friccionando contra la tela, el lejano repiqueteo de la lluvia que también impactaba con suavidad sobre mi ventana, alguna maldición murmurada entre dientes y el chasquido de una puerta abriéndose.

—Ya está —Brienne sonaba jadeante por el esfuerzo.

Dejé con suavidad el taco de apuntes, meditando mis siguientes palabras con cuidado.

—¿Estás bien?

—Perfectamente —repuso—. Espera voy... voy a meterme en el ascensor. Es posible que se corte, solo... quédate ahí.

Suspiré.

—De acuerdo. Aquí estaré.

—Solo... solo será un momento —prometió, alargando las vocales en una carencia inconfundible.

Me masajeé las sienes con la punta de los dedos, parpadeando un poco para atenuar el dolor de cabeza. Llevaba demasiadas horas estudiando, ni siquiera me había percatado de la hora hasta que no entró el mensaje de Brienne. Era tarde y estaba cansado, pero no pude evitar esbozar una sonrisa burlona cuando la escuché tatarear al otro lado de la línea. La comunicación no se cortó en ningún momento en el ascensor, pero decidí aprovechar esos segundos para reordenar mis pensamientos.

—Vale, ¿me oyes? —preguntó, esforzándose por susurrar—. Tengo que abrir la puerta de la... ¡mierda! —lloriqueó y pude escuchar como se le resbalaban las llaves de entre los dedos.

—No hay prisa tranquila.

Exhaló por la boca y volvió a pelearse con la puerta. Cuando habló de nuevo su voz sonó encapsulada en un interior.

—Tenías que haberme dado tiempo a llegar a casa.

—¿Dónde estabas?

—En un sitio de kebab a la vuelta de la esquina —comentó, tranquilamente.

—¿Sola?

—No, con mi compañera de piso. Fue idea suya. Se ha quedado hablando con el dependiente, pero yo... bueno, yo quería hablar contigo —confesó, con esa laxitud que solo podía ser efecto del alcohol.

Me levanté de la silla. Notaba el cuerpo agarrotado. Me metí el móvil en el bolsillo de la sudadera y empecé a rotar los hombros que se habían cargado con mucha tensión tras tantas horas sentado.

—¿De qué quieres hablar conmigo?

—Pues verás —alargó la frase, siseando hasta que su voz se perdió en el silencio. Durante un par de segundos solo su respiración fue audible al otro lado—. He roto con Xavier, más o menos.

Aterricé en la cama y coloqué ambos brazos por debajo de la cabeza.

—¿A qué te refieres con «más o menos»?

—No lo sé —refunfuñó—. Es complicado. Yo... me cuesta pensar con claridad ahora mismo. Quizás... quizás no deberíamos estar hablando.

—¿Por qué no deberíamos estar hablando?

—Porque haces demasiadas preguntas.

Muy a mi pesar, sonreí con más ganas.

—Tienes razón. Hazme tú un par de preguntas, para igualar la situación.

Donde duermen los trenesحيث تعيش القصص. اكتشف الآن