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Capítulo 17.

Odiaba sentir aquellas náuseas conforme el tren se aproximaba a la estación. A mi casa. A mi familia. Me sentía estúpida, desvalida y con ganas de frenar aquel avance inexorable.

Le había contado a mis padres lo de Xavier. No todo, pero sí lo esencial. Fue una conversación horrible, entrecortada y llena de sollozos inconsolables por mi parte. No sabía que aún me quedaban tantas lágrimas que derramar por él. Después de aquella charla telefónica me sentí ligeramente mejor, tan exhausta que me quedé dormida sin muchas ceremonias.

Ahora, una vez que pusiera un pie fuera del tren, todo aquello arremetería contra mí. Se convertiría en una realidad tan apabullante que el universo se plegaría, dejando en evidencia lo ridícula que fui durante meses.

No podía retractarme. No podía retroceder, ni hacer como si nada y eso... me causaba un pavor correoso que me escalaba por la garganta y me obligaba a respirar despacio, pausado, para mantener a raya el malestar.

Tiré de mi labio inferior con los dientes y saqué el teléfono en un arrebato de aquel pánico infantil.

Brie.

Esto ha sido mala idea.

Me quedé mirando el mensaje que se amplificó en mi mente hasta resonar como un eco martilleante que incrementó el dolor de cabeza que el anuncio de la estación había dinamitado. La respuesta no tardó en llegar.

Jamie.

No, no lo ha sido.

Brie.

Seguro que me miran con condescendencia. He sido estúpida. Lo saben. Tanto esfuerzo y han terminado criando a una estúpida cornuda a la que deben consolar sin que se les note la decepción.

Jamie.

Sí que eres estúpida, pero por pensar que tu familia opina eso de ti. Ellos te quieren. Y todo saldrá bien.

Escribí: «ojalá estuvieras aquí» porque así lo sentí. Eché un vistazo resignado al asiento vacío de en frente y pulsé la tecla de borrar hasta que el mensaje se esfumó hasta solo existir en un rincón privado de mi mente. Estaba confundida. Porque con Jamie todo era demasiado fácil. Me encontraba en una encrucijada que no sabía resolver, observando los caminos que discurrían a mi alrededor sin poder determinar cuál de ellos era el más inocuo. Retomar mi amistad con él había sido... lo que necesitaba. Podía intentar maquillarlo, pero estaba hartándome de mentirme a mí misma y fingir que no era capaz de apreciar la realidad tal cual era, como una versión caricaturizada.

Necesitaba a Jamie. O más bien necesitaba esa seguridad cómoda, cálida y reconfortante que suponía volver a tenerlo en mi vida. Porque después de todo lo sucedido con Xavier y percatarme de lo estrecho que era mi mundo, lo pequeña que me había hecho...

Con Jamie podía hablar. Sin tapujos. Sin sobriedad, al parecer. Porque confiaba en él. Porque después de ser la persona más importante de mi vida no podía simplemente encapsular todos esos recuerdos e impedir que afectasen a mi presente. Pero existía una sombra que antes no estaba ahí: su marcha. La posibilidad de que volviese a ocurrir, que, de la nada, desapareciese.

Si no procedía con cautela podría volver a encariñarme tanto como lo estuve en el pasado. Bueno, casi tanto. No quería sufrir una pérdida así de devastadora. No cuando los cimientos aún se tambaleaban por lo ocurrido con Xavier.

Reescribí el mensaje:

Brie.

Te mantendré informado. Pasa un buen finde.

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