No es parte del libreto II

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Al abrir sus pesados ojos lo primero que detecta es el aroma a madera, tinta, encerrado.

Lo siguiente es el techo, uno demasiado alto como lleno de telarañas con un papel tapiz que alguna vez fue color crema... el candelabro de otra época... el borde de los restos de un dosel... una cama demasiado blanda, con sabanas viejas y el tintinear de alguna campana de viento. 

Por un momento no sabe quién es, en donde esta, en que se metió. 

-Es agradable verla despierta-

Su mente esta tan nublada para identificar la voz o las ultimas circunstancias antes de dormir, solo gime patéticamente al cubrirse los ojos con su brazo acompañado de un largo suspiro para ordenar su queja ante un crudo despertar, se siente fatal -Tuve un espantoso sueño- se detiene de golpe cuando su cerebro finalmente carbura y solo porque ese idioma está seguro no es el suyo. 

Charity Burdage golpea con dureza en su cabeza ahora clara.

Es como encender un interruptor que hace brincar a un estado de alerta... sentándose de golpe... que provoca un mareo junto con una punzada de dolor que parece nacer desde su nuca hasta la frente, pero aprieta los dientes para no quejarse al forzar sus ojos a mirar a quien está acompañándole. 

El excéntrico y despeinado Garrick Ollivander levanta la taza de lo que sea este tomando con un gesto sereno como distante en el rincón bien preparado para su momento donde la luz de la ventana opaca da bastante bien -Buen día, señorita Burdage- le saluda con una casualidad alegre. 

La ahora Burdage aprieta sus puños con dureza, ignorando sus molestias, quita las sábanas que la hacen detenerse en un jadeo... esta vestida con algo distinto a lo que sabe tenía - ¡Que mierda! -

-Idioma, Señorita Burdage-

Fulmina al anciano con bastante firmeza sin lograr decir una palabra de todos los insultos que desea escupir con fiereza.

-No ponga esa cara, no podíamos recostarla con toda su ropa remojada...- el viejo loco asegura al dar un sorbo a su taza con serenidad -Dragon nos ayudó bastante- suspira al arrugar sus ojos, el chasquido resuena ante el tronar de sus dedos, un elfo domestico aparece en el borde de la cama.

El alivio la inunda al saber que nadie le puso la mano encima, analiza a la criatura que tiene un aspecto mejor de lo que esperaba de un esclavo como sabe otras familias tienen sus propios... le da una sonrisa agradecida que hace encogerse al pequeño, por lo que la borra en segundos. 

-Lo siento, no está acostumbrado a tratar con personas... normalmente solo soy yo- 

Decidiendo que no tomara la distracción del elfo acobardado, se enfoca en el casual artesano cuya culpa por sus acciones no están en ningún lado -Entonces ¿Dónde mierda estoy? ¿Porque puta me secuestraron? ¿Y en qué estupidez en general me ha metido el viejo Salazar? - espeta sucesivamente utilizando la mejor palabra que identifica su sentir. 

Se siente fatal, pero acepta que estar seca es el mejor sentimiento, aunque los aromas que percibe no son los mejores... falta ventilación... es una absoluta mejora de la miseria en la que estaba la última vez que estuvo lucida. 

(Trata de no pensar en esos ojos plateados aterradores que la noquearon)

Ese gesto de castigo impaciente de un abuelo a su nieto descarriado, Ollivander niega -No tiene que ser tan grosera-

-Me golpeo y me secuestro- espeta al arrastrarse al borde del lecho, no hay zapatos, el suelo se ve polvoriento y arruga su nariz cuando la magia del elfo hace aparecer unas sandalias que igual que todo el entorno, merecen estar en un museo. 

La maldición de la muerte futuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora