Día 7 - El adiós.

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Paz.

Una palabra corta, fácil de entender pero difícil de sentir. Sin embargo era justo ese el sentimiento que definía lo que Foolish le brindaba a la vida de Vegetta. Desde que su relación se volvió un compromiso real y sus sentimientos se conectaron, el guerrero experimentaba una paz inmensa. En una isla donde había conflictos, una guerra in crescendo cada día, inquietudes y un anhelo de libertad, no dejaba de ser curioso que esas cosas en realidad no perturbaran al gran sabio de la torre, no mientras fuera una certeza que Foolish estaría ahí para él.

Estaban ahí el uno para el otro, aunque no siempre juntos, de cualquier manera su vínculo era inquebrantable. Podían confiar el uno en el otro y no existía un sentimiento más poderoso para Vegetta que la confianza, poder creer en su pareja le daba paz y con ese sentimiento en su corazón, todo lo demás era afrontable.

Y Leo, ella le complementaba a la perfección, si ella estaba ahí todo tenía mucho más sentido.

Aunque al Sabio le preocupaba que la calma excesiva anunciara caos. Su familia estaba en el mejor momento y aun así su relación tenía unos tropiezos muy inusuales que parecían provocados por un tercero y en su mente solo había un único sospechoso: Doblas.

Existían muchas razones por las cuales Vegetta no luchaba para huir de la isla, la más importante era que no quería arriesgar a su familia involucrándose en los asuntos de la federación, tenía ya todo lo que necesitaba, amigos, amor, incluso una familia, un lugar donde ser sabio y poderoso. El único inconveniente era que en ese lugar se podía encontrar con él.

Sus sentimientos frente a Rubius le daban temor, se volvían un remolino inestable, y es que él sacaba lo peor y lo mejor de su persona. Vegetta sabía que él mismo le daba el poder de desordenarle la vida, porque bien dicen por ahí que «Nadie manda en el corazón», pero también es cierto que uno mismo es responsable de lo que siente, incluso cuando no es fácil afrontar tus emociones y no tienes la certeza de qué es lo que realmente quieres.

Hacía ya semanas que no lo veía, pero podía sentirlo cerca, espiando por los rincones. Su corazón se aceleraba perturbado por la idea de volver a verlo, temía a su regreso, que le pidiera volver y que pronunciara esas palabras que tanto anhelaba oír, temía no poder resistir y romper todo lo que había construido. Odiaba que ese escenario generara en su interior una pregunta: ¿Es buena tanta paz?

Pensaba en eso cuando estaba solo, en como lo extrañaba, que el caos no parecía tan malo, recordaba momentos desmesurados de felicidad, que le hacían olvidar lo triste que fue perder cuando estaba a su lado. Era complicado amar a dos personas diferentes con el mismo corazón, para poder ordenar sus prioridades necesitaba que él estuviera ahí, porque ahora mismo cualquier aseveración certera sobre sus sentimientos sería mentira.

Con el tiempo, Vegetta se convenció de que Foolish era lo mejor para él, no al punto de creerlo ciegamente, pero lo suficiente para poder disfrutarlo más, además, su familia volvía muy fácil asimilar ese sentimiento como una verdad. El amor nunca ha sido una variable constante, o confiable, pero era seguro que se podía superar un gran amor, con un amor verdadero, fue eso lo que motivó al sabio a dejar que el híbrido de tiburón lo marcara con sus dientes en un acto íntimo, donde prometieron buscarse en otras vidas.

Y así pasaron los días.

Después de todo, cuando dejas de ver a alguien por mucho tiempo, los sentimientos se van debilitando ¿No?

«¿La paz es buena en exceso o hace falta un poco de caos para equilibrar?»

En la casa del árbol mientras Vegetta decoraba la primera estación de sus vías del tren junto a su familia, una música inquietante comenzó a sonar, el sonido era compuesto por tambores que sonaban peligrosos.

Fooligetta WeekWhere stories live. Discover now