Capítulo 24: Ironías de vida

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Ni siquiera sé porqué me molesto en secarme las lágrimas que salen de mis ojos. Total, siguen saliendo como torrentes y no puedo hacer nada para detenerlas. No pienso mucho, sino actúo. Recojo mi bolso del escritorio y me lo pongo en el hombro sin levantar la mirada. No quiero que las personas vean que estoy llorando. Soy una mujer que no le gusta que le vean llorar, y mucho menos en el trabajo. Evito los papelones y con mayor razón esta situación. Ya todos deben de haber visto a Verónica entrar. De solo pensar en ella mi estómago se retuerce. Va a tener un hijo de Emilio, del hombre que estoy enamorándome como una adolescente hormonal.

Ese pensamiento basta para refrenarme.

Yo no soy así. Yo no voy llorando por los rincones. Debo serenarme y pensar mejor las cosas antes de tomar desiciones. Ahora he decidido irme a casa y olvidarme de hoy. No quiero más drama No quiero pensar en el futuro.

Mientras camino por el lugar siento los pasos de alguien. No necesito darme la vuelta para saber que es él. Emilio. Su aroma rápidamente impregna cada parte de mi ser. Antes de voltear a verlo, me seco las lágrimas y trato de poner buena cara. Muchas personas curiosas voltean a mirarnos fijamente y no quiero hacer papelones.

-Tamara... -su voz de agonía muestra cuán afectado está por todo esto.

Yo estoy igual.

-Debo irme -lo interrumpo antes que pueda seguir hablando. No quiero que varios pares de ojos vean cómo me derrumbo. El rostro de Emilio es triste, sus ojos marrones brillan y el ceño lo tiene fruncido. No puedo soportar más tiempo estando aquí-. Tú necesitas hablar con ella, y yo necesito irme a casa.

Niega fervientemente.

-Yo te necesito aquí, conmigo, rubia. -Me suelta el brazo. Yo trato de normalizar mi respiración para que no vea lo afectada que estoy y lo mal que me siento.

Le sonrío, pero no hay alegría o dulzura en mi gesto.

-No esta vez, Emilio. -Pongo una mano en su hombro y la aprieto, tratando de infundirle aliento, pero ni yo misma sé cómo hacerlo si yo estoy igual o peor que él-. Necesitas hablar con Verónica. Yo no pinto nada ahí, tienen que solucionarlo ustedes. Luego puedes venir a hablar conmigo. Pero ahora es ella quien te necesita. Y tú debes de asumir tu responsabilidad. -Me encojo de hombros-. Yo solo soy tu apoyo.

Emilio me frunce el ceño y me mira por varios segundos como si no entendiera lo que le digo. Me acerco a él y sin importarme la gente, beso con delicadeza su mejilla, que está rasposa por la poca barba incipiente que tiene.

-Ve -le digo con más dureza de lo que pretendía. Me alejo unos centímetros, poniendo una distancia prudencial entre ambos, y le sonrío. Luego me doy la vuelta y camino hasta el ascensor sin mirar atrás.

En el camino hacia el primer piso me doy cuenta de lo mucho que quería que me siguiera, pero eso es muy hipócrita y egoísta de mi parte. Por lo que pido rápidamente un taxi en la acera y en diez minutos llego a casa. Cuando abro la puerta de mi departamento, el silencio del lugar me da de lleno. Creí que mis mejores amigos estarían en casa pero conforme camino por el lugar, me doy cuenta que no están.

Dejo mis llaves en la encimera y entro a mi habitación. Me cambio de ropa a una más cómoda y me meto a la cama. No quiero llorar más. Por lo que cierro mis ojos y trato de bloquear los pensamientos de mi cabeza, hasta quedarme dormida.

* * *

Siento que la cama se mueve. Abro mi párpados con lentitud y trato de enfocarme en algo, aunque es prácticamente imposible dado que no hay luz en mi habitación. El lugar está en penumbra. Siento que alguien me abraza en la cama y yo por instinto me doy la vuelta para correr pero la voz de alguien me detiene.

La obsesión del jefe | ✓Where stories live. Discover now