Capítulo 26: Más dudas

1.7K 76 0
                                    

La luz del día me da en la cara cuando salgo del edificio de Emilio con él a mi espalda. Esto nunca me ha molestado, pero en estos momentos, frunzo el ceño y con mi mano cubro mi frente para que el sol no me enfurezca más. No sé si he despertado con el pie izquierdo, o no he descansado bien anoche, pero mi mal humor está en su punto máximo. Tal vez se debe a que ayer fue un día horrible desde que me enteré lo de Verónica y su embarazo, hasta finalizar el día con los horribles gemidos de la amiga de Rhys. Cuando Emilio y yo llegamos a su departamento lo primero que hice fue tomar una ducha y servirme una copa de vino de su estante de licores. Por supuesto, Emilio estaba cansado, y se fue directo a su cama a seguir durmiendo mientras que yo me senté a su lado y fingí mirarlo dormir cuando realmente mi mente maquinaba una y otra vez la confesión de Verónica, y lo que Emilio me contó.

Yo siempre he sido una mujer de mente abierta, y a pesar que sé que las mujeres tenemos el derecho de decidir por nosotras mismas, no pienso lo mismo cuando un bebé está implicado. Verónica ya cuenta con diecisiete semanas, el bebé ya está formado. Mi madre es doctora, para ser más específica; es obstetra. Y por ella sé que un aborto no puede ser realizado con el tiempo que ella tiene. Si lo hiciera, podría morir. Y por mucho que la deteste, no quiero su muerte. Todos estos pensamientos los tengo desde anoche, no he parado de pensar en ello durante un segundo. Me tiene más loca a mí que a Emilio.

Este tema me ha destrozado, completamente, porque en el mejor momento en el que Emilio y yo estábamos, ella apareció para darnos la noticia de su estado. Fue como derribar todas las esperanzas que tenía para nosotros.

-¿Vienes, rubia? -La voz de Emilio corta el hilo de mis pensamientos. Volteo a mirarlo con una sonrisa genuina. Él me está sonriendo también, pero con picardía y con una mano señalando su Aston Martin. El recepcionista ha sacado el auto del estacionamiento para traerlo aquí y así no hacer el viaje hasta el sótano. Vamos tarde al trabajo y todo porque yo no pude despegarme de las sábanas al desvelarme en la noche. Emilio está impecable, con el rostro limpio y sin rastro de aquella incipiente barba que a mí me encantaba. Sus ojos marrones me miran con curiosidad al ver que me he quedado muy callada. Desde que salimos de su departamento no he abierto la boca y eso es inusual en mí. Yo lo observo en silencio, desde sus zapatos de vestir hasta la corbata que yo he anudado sobre su camisa blanca e impecable. Me pregunto si lo nuestro va a cambiar mucho luego de la decisión que Verónica tome, porque de hecho que lo hará. Sólo no sé si para bien o para mal.

Y tampoco sé por qué estoy pensando tanto en esto hoy. Justo hoy. El día en que más trabajo hay en la empresa.

-Sólo miraba lo guapo que estás hoy. -Acaricio su mejilla y luego tomo su mano extendida. Él me lleva a la puerta del copiloto y me ayuda a subir. Sé que no soy inválida o algo, pero aquello es un acto de caballerosidad de su parte que tomo muy en cuenta. Cuando se sube al auto, tras el volante, mi mente vuelve a ser el loquerío de lo que fue en la noche.

Mi mente no puede pensar en otra cosa que no sea la ecografía que Verónica mostró. Hoy abrí los ojos pensando que todo lo que pasó ayer fue una pesadilla, de las peores. Pero no lo era. Esto es más real que nunca.

-¿Por qué tan callada? -pregunta con la mano suspendida sobre la llave en el contacto, mirándome con atención.

Por nerviosidad toco los botones de mi blusa, la que traje en un bolso de mi departamento anoche cuando salimos Emilio y yo; y hago como si me abotonara para tener las manos ocupadas y que éstas no tiemblen.

-Solo pensaba... -comienzo a decir.

-Oh, no -murmura él de vuelta, viéndose aliviado y encendiendo su auto haciéndolo rugir-. ¿Qué está maquinando esa cabecita rubia tuya?

La obsesión del jefe | ✓Onde histórias criam vida. Descubra agora