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Sentada sobre sus talones, los brazos recargados en el respaldo del sofá, mirando a través de la ventana las calles de Tokyo, la pequeña Fushiguro Sunmi tenía la esperanza de ver otra vez a aquel niño de los ojos hermosos.
Su madre, Inumaki Amaya, se dio cuenta que desde el día que fueron al clan Gojo, ella se ha encontrado distraída.

— ¿Está todo bien? — preguntó la mujer, tomando la cabecita de su hija. Esta asintió con suavidad —. Te veo muy atenta, como si esperaras a alguien. ¿Esperas a tu papá?

— Espero... — se detuvo —. Sí, a papá. Él dijo que cuando llegara, íbamos a jugar.

Mentira de una niña que sólo quería jugar con otro infante de su edad. Mentira de una niña que sólo quería pasarla bien con otro infante de su edad.
Mentira de una niña que, antes de que ella naciera, su destino ya estaba escrito y lo único que tenía que hacer era ceder a él.

— ¿No será que esperas a ese niño de ojos azules?

Resopló. Sabía cuándo estaba mintiendo, era claro ya que es su madre.

— No va a venir — dijo Sunmi —. No va a venir porque tiene estrictamente prohibido salir... Además... Soy una niña sin clan y que no sabe si tiene alguna técnica maldita... — escondió su cabeza entre sus brazos que aún permanecían en el respaldo —. Jamás me dejarán jugar con él.

— Su mamá y yo hemos sido amigas desde niñas — comentó su mamá, sentándose a su lado —. Tanto a ella como a mí nos dio gusto verlos jugar, estaban saliendo de la rutina.

— Los demás del clan Gojo no lo entienden... Lo quiere hacer un ser sin sentimientos, despiadado y que sólo se enfoque en ser el más fuerte.

— Vamos a su casa — dijo su mamá, poniéndose de pie.

— ¿Huh?

A comparación del otro día, la pequeña iba temblando de miedo. ¿Y si ya no es bienvenida en ese clan? ¿Acaso Gojo Satoru aceptará de nuevo jugar con ella? No sabía y tenía miedo en descubrirlo. Luego de tocar el timbre, miraba a dirección de sus pies para no encontrarse cara a cara con la mayor autoridad del clan. Abrieron la puerta y los diamantes que tiene como ojos la pequeña se iluminaron cuando vieron que, detrás de las piernas de la mujer, estaba el niño de los iris hermosos que la miraba con emoción.

— Ya veo — habló la mujer dentro de la casa —. Vienes con el pequeño Satoru, ¿verdad? — asintió cabizbaja y la mujer rió —. Si Amaya está de acuerdo, pueden irse a jugar.

— Sólo si Sunmi acepta — habló su mamá y la menor asintió —. No vayan tan lejos.

Ambos negaron. Satoru, antes de salir, miró a su mamá quien asentía con una sonrisa dulce. El pequeño sonrió y fue la imagen que a Sunmi le quedó grabada en su mente. El pequeño albino tomó la mano de la pelinegra para salir corriendo en dirección del parque de la vez pasada. 

— Me gusta jugar contigo — dijo el pequeño que, en ningún momento, ha soltado la mano de la pequeña ni aún estando en el parque —. Así me puedo sentir... Vivo.

— ¿A qué te refieres? — preguntó preocupada. Ambos tomaron asiento en una banca para decidir a dónde ir a jugar.

— Sólo se la pasaban entrenándome — respondió —. También quiero salir a jugar. Eres la única amiga que tengo. 

— Trataré de venir un poco más seguido para jugar más contigo.

Compartieron sonrisas y Satoru asintió animado. 

La compañía de la pequeña Fushiguro era lo único que a él le podía alegrar. A pesar de su corta edad, estaba cargando con una enorme responsabilidad que a un niño no se le puede encomendar. 

Silent Cry; Gojo Satoru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora