Agua, tierra y aire

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Los ojos son el espejo de alma, porque reflejan de manera inmediata todas las emociones, miedos y caras emotivas más secretas.

Cuando sus ojos se encontraron todo quedó claro, ambos sabían quién era el otro.

Su fuerza interior se los dijo.


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Años Atrás

Temari arrullaba a Gaara calmando su llanto, habían pasado tres meses desde que su madre falleció.

— La señora del mercado me regaló yucas... están buenas

Temari asintió colocando a su hermano menor en la cama

— Suénate los mocos y abrígate

— Hace frío por eso se me caen los mocos

— Ya lo sé tonto... —sonrieron— voy a sancochar esto para comerlo, cuida que Gaara no se caiga.

Kankuro asintió y se sentó en la cama cuidando a su hermano menor mientras dormía.

Temari salió de su casa y caminó hasta llegar al costado donde tenían una cocina de leña donde usualmente cocinaban.

Puso una olla con agua y después de lavar y cortar las yucas se quedó sentada esperando a que cogiese hervor.

Temari era una jovencita bastante agraciada, a pesar de no superar los trece años habían varios hombres quienes la miraban con ojos lujuriosos. Para muchos hombres ya estaba en edad de ser comprometida.

— Niña —llamó un hombre y ella se asustó retrocediendo en sus pasos— no te asustes, soy yo —ella lo miró— ¿no me recuerdas? vine el otro día con tu papá aquí a tu casa

Temari lo miró y asintió levemente

— ¿Qué quiere? Mi papá no está

— Yo vine a traerte esto —le mostró su mano— son dátiles (frutos secos) son para ti

— Gracias pero no quiero

— Tómalos —se acercó y ella retrocedió— son dulces y nada baratos, los compré para dártelos hoy —miró a su alrededor— ¿estás sola en casa? —preguntó mirándola y Temari corrió pero el hombre la agarró por la cintura— ¿A dónde vas?

— ¡Suélteme! —gritó— ¡Suel... —no pudo continuar gritando puesto que el hombre caminó con ella llevándosela cerca del río.

Temari empujaba al hombre como podía, le pegaba y mordía su mano pero él la tenía sometida al lado de un árbol escondido entre los arbustos.

— No te muevas maldita niña...

Temari lloraba sin poder evitarlo, no era tan fuerte, el hombre la superaba en fuerza, pero justo cuando se veía perdida un gruñido feroz y unos ojos pardos se posaron sobre ella.

El hombre salió volando de su encima haciendo que Temari recogiera sus piernas acurrucándose en el árbol.

Un enorme oso estaba destrozando al hombre haciéndolo pedazos.

Temari miraba la escena perpleja, el oso había desaparecido el cuerpo del hombre en segundos y ahora se acercaba a ella lentamente.

Los ojos del oso eran conocidos para ella, esos ojos pardos eran de su hermano, no podía equivocarse.

El oso se acercó más y lamió su mejilla haciéndole cosquillas, Temari entendió en ese momento su conexión con la naturaleza, la conexión que ella y su hermano tenían, aunque ella aún no la hubiese desarrollado con él.

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