¿Romperías tus votos por mi?

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— Mi Señor...

— Dime Shikamaru, estamos solos —Yu se mordió los labios y asintió

— No quiero hacer algo que no deseas por eso necesito preguntarte —Yu lo miró a los ojos— ¿puedo besarte?

Yu asintió casi sin aliento ya que no sabía como sentirse en ese momento, pero de lo que si estaba segura es que quería que la besara.

El emperador se acercó y la tomó de la cintura atrayéndola para besarla. Yu colocó sus manos en su pecho y correspondió el beso.

El beso fue suave y dulce, se separaban solo para tomar aire y continuar el beso, ninguno parecía querer separarse por lo que el beso fue por demás prolongado.

Cuando se separaron ella le regalo una sonrisa y él un beso en la frente atrayéndola a su pecho.

— Shikamaru yo...

— ¡Señor! ¡Señor! ¡Samurias! ¡Samu...

El emperador y Yu se separaron al escuchar los gritos, ambos se horrorizaron al ver como su guardia había sido asesinada por cuatro samurais quienes ya los tenían rodeados.

— Ponte detrás de mi —dijo el emperador jalando a Yu del brazo para ponerla detrás de ella

— No la queremos a ella emperador, lo queremos a usted y lo queremos muerto —habló uno de lo samurais mostrando su espada— deje que lo matemos rápido y todo será más fácil

— Nosotros sólo necesitamos llevarnos su cabeza como prueba —habló otro de ellos

El emperador se mantuvo callado mientras Yu miraba el mar que le gritaba en su interior que entrara y usara su elemento, pero ella no podía, no lo haría.

No podía mostrarse de esa forma delante de él, sabría todo sin ser capaz de escucharla y explicarle que no le haría daño porque se lo había prometido a su hermano y también porque esos besos poco a poco la estaban haciendo tener sentimientos que ella nunca imaginó.

Se giró y vio como los cuatro samurais se acercaban lentamente, dos de ellos tenían cortes aunque no tan profundos lo tenían.

Miró a su derecha y vio a sólo dos caballos, Duna no estaba.

También miró al guardia más próximo para sustraer su espada porque sabía que el emperador no era tan habilidoso como su hermano o ella, debía ayudarlo.

— Vamos emperador, no lo haga más difícil

El emperador lo observó con su espada en la mano. Pero nadie...

Absolutamente nadie percibió el rápido movimiento que hizo Yu corriendo hasta el guardia más próximo para coger su espada que estaba en el piso, regresar y cortar el cuello del samuria que estaba justo de pie en esa dirección.

Tanto los otros tres samurais como el emperador quedaron boquiabiertos, la sangre salió como chisguete manchando su linda Yukata y sus manos con sangre.

— Yu... —susurró el emperador al ver en sus ojos dos líneas de luz, era como si otra persona habitara en ella.

— Mátala —habló el samurai a cargo— ¡Manten a esa maldita perra!

El Samurai más próximo corrió rápidamente para atacarla y Yu hizo una postura para recibir el ataque.

— ¡Yu! —gritó el emperador




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Palacio Imperial


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