Capítulo 17

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Me estiré perezosamente en la cama del hotel mientras esperaba a que Mel me trajera una pastilla para la horrible resaca que tenía. Ya eran las seis de la mañana, y Mel no aparecía.

Preocupada, agarré mi celular y marqué su número.

El alivio me inundó cuando sentí el habitual sonido de la llamada en el pasillo, un par de segundos después la vi entrar por la puerta de la habitación con un vaso de agua y una tira de pastillas.

-Aquí tienes. Y antes de que preguntes, compré más. Solo por si acaso -articuló la pelirroja, al ver mi cara de confusión. La ví guiñar y sonreír con picardía hacia mí.

Solté un quejido cuando me senté en la cama. Sentía que la cabeza me iba a explotar. ¿En qué estaba pensando cuando decidí beber esa cantidad de cerveza? Quiero decir, ni siquiera me gusta.

Oh, ya lo recuerdo. Alex.

Saqué al castaño de mi cabeza y recibí las pastillas que la pelirroja me tendía. La miré un par de segundos y finalmente la tomé a Mel por los hombros, abrazándola con fuerza y a la vez intentando no volcar el agua en las sábanas.

-Gracias. No sé qué haría sin ti.

-Lo sé. De todas maneras, no te preocupes, el dolor sólo es insoportable las primeras veces.

Si estaba segura de algo es que jamás bebería de esa manera de nuevo, aún así, asentí como respuesta. Ella se acercó a la puerta con la intención de dejar la habitación nuevamente.

-Hey, ¿adónde vas? -pregunté confundida. ¿Apenas llegábamos del club y ella ya quería salir de nuevo? No me quedaría tranquila sabiendo que está sola. Y yo no estoy en condiciones de acompañarla.

-Iré abajo a charlar con el chico de recepción. No te preocupes.

Algo insegura, asentí.

-Está bien, llámame si necesitas algo.

Asintió con la cabeza. Me lanzó un beso con la mano y cerró la puerta.

Me quedé en un trance mirando la madera blanca hasta que sentí que el dolor de cabeza se intensificaba. Llevé la pastilla a mi boca y la tragué con dificultad. Dejé el vaso en la mesa de luz y volví a recostarme. Apenas había podido dormir dos cortas horas, así que me puse cómoda nuevamente y cerré los ojos, intentando conciliar el sueño.

Cuando comenzaba a dormirme, mi celular empezó a vibrar debajo de la almohada. Quería lanzarlo y estrellarlo contra la pared, sin embargo, no lo hice al recordar que Mel me llamaría si necesitaba algo. Lo saqué de ésta y ví con dificultad la pantalla, era una llamada de mamá. No iba a cortarle. Me aclaré la garganta y atendí.

-Buenos días, cariño -habló la conocida y dulce voz a través del celular-. Disculpa que te llame tan temprano.

-No hay problema ¿Cómo estás, mamá? ¿Y papá?

-Ambos estamos muy bien. Quisimos llamarte antes, pero ya sabes, estos viajes de trabajo siempre nos tienen agotados. ¿Tú como estás?

-De maravilla. Este lugar es fantástico.

-Me alegra saber que lo estás disfrutando. Solo cuídate, ya sabes.

-Sí. No te preocupes por eso.

-Está bien... ¿Cómo está Alex?

Abrí los ojos, extrañada ante su pregunta. ¿Apenas tenía tiempo para llamarme y me preguntaba por él?

-¿En serio me estás preguntando por él?

El chico de High GreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora