Mi novio

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014 | MI NOVIO

—Llegamos —me dijo Bill, destrabando las puertas del coche aparcado frente al departamento para que pudiera bajarme.

—Bye, Bella... —balbuceó Tom, estando un poco borracho en los asientos de atrás.

Reí levemente por su tono de voz arrastrado, antes de voltear hacia Bill y darle una corta sonrisa de despedida.

—Espera —dijo él, deteniendo mis movimientos—. Debería quedarme contigo. Ni a Daniela ni a Gustav les hace mucha gracia que estés sola en la noche.

Mierda, ¿por qué tenía que ser siempre tan atento?

Mordí mi labio inferior, intentando contener el sonrojo que comenzaba a asomarse en mis mejillas.

—No puedo forzarte a dormir aquí —le dije, estando insegura de que esa sería una buena idea.

—No me estás forzando, Blau. Creeme que dormir en la misma habitación que tú no es algo que me moleste para nada —rió, desabrochándose el cinturón como si ya hubiera accedido.

Le di una mirada de reproche—. Tienes que descansar cómodamente.

—Jamás me he sentido más cómodo que contigo —insistió, esbozando una sonrisa divertida.

Resoplé.

—¿Y Tom? ¿Él donde se quedará? —le recordé, señalando al cuerpo medio desmayado detrás nuestro— Solo hay dos camas en el departamento.

—Pues tendremos que compartir —se encogió de hombros, sin estar muy martillado por la idea.

—Bien, ¿tú y Tom prefieren sábanas de algodón o las más abrigaditas? —sonreí, viendo como la emoción en sus ojos disminuía considerablemente.

—Tom patea, no me refería a dormir con él —puso sus ojos en blanco.

—Bueno, entonces supongo que Tom y yo nos quedaremos con las sábanas de algodón —lo molesté una vez más, recibiendo reclamos de su parte los cuales ignoré al salir del auto.

Reí al escuchar como la puerta del coche se cerraba a mis espaldas, como si alguien más estuviera detrás mío, junto con esa característica voz negándose completamente a la idea de verme a mí compartir cama con el mayor de los Kaulitz.

—Ya, Bill, está bien. Dormiré contig... —me giré por un momento para mirarlo al decir esto, pero en cuanto lo hice, me encontré con alguien al que no esperaba enfrentar en un futuro cercano.

Jay me observaba con el ceño fruncido, apretando con fuerza un ramo de flores que tenía en sus manos.

Mierda, mierda, no, no, no.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté directamente, viendo de reojo cómo Bill se apresuraba para llegar a la escena.

—Hola, Belle. Y hola a ti también —volteó hacia el pelinegro por un momento.

Inconscientemente, al sentir como Bill llegaba a mi lado, me acerqué a él en busca de algo de protección. Claro que la mandíbula de Jay se tensó visiblemente en cuanto lo notó.

Estamos fritos.

—Te traje esto —movió sus rosas.

—Pensé que habíamos acordado que tenía unos meses para dar mi decisión final —le corté todo el jueguito en ese instante. No quería que estuviera aquí por más tiempo del necesario.

Ese fue un sentimiento que hasta a mí me sorprendió. ¿Desde cuándo no quería que Jay estuviera cerca?

—No te preocupes, no vengo por eso —se apresuró a aclarar—. Son por tus seis años viviendo en el país. Hoy se cumplen, ¿lo recuerdas?

Alcé mis cejas con completa sorpresa por sus palabras. ¿En verdad lo recordaba? Era impresionante cómo podía actuar como un imbécil a veces y luego saltar con cosas así.

—Gracias —agradecí cortamente, quedándome a un lado de Bill sin moverme un centímetro para tomar las flores.

Jay me ofreció el ramo, pero yo seguí inmóvil en mi lugar. Él resopló, bajando su mano al estar frustrado por mis pocas ganas de colaborar con la situación. Pero no podía culparme, tenía derecho a tener mi espacio y él debía respetarlo.

—¿Ahora que lo tienes a él, ya no quieres mis regalos? ¿Es eso? —preguntó, comenzando a tensarse.

—Ya hablamos de esto —quise zanjar el tema, sin querer que Bill tenga que escuchar todo esta escena que me estaba armando.

—Creo que no lo suficiente. Parece que no puedes entender que sigues siendo mi novia.

Sentí la mano de Bill en mi cintura, dispersándome por un momento de la incomodidad de la situación.

—Ella nunca te ha irrespetado ni olvidado esa cuestión, si me permites decir. Yo solo estoy aquí para cuidarla —él intervino, hablando con una calma impresionante que desearía tener.

—¿Y cuidarla de quién, eh? —preguntó bruscamente el moreno.

Vi como Bill amagaba a responder, pero se contuvo al no querer provocarme más discusiones con mi novio de las que ya tenía.

Tranquilo, bonito, lo diremos nosotras.

—De ti —le respondí, sintiendo como la mano de Bill aflojaba su agarre, estando sorprendido por lo que dije.

Sostuve su mano para afianzarla de nuevo en mi cuerpo, por alguna razón no quería que dejara de tocarme como lo estaba haciendo.

Jay me dedicó una mirada desconcertada. Definitivamente, él tampoco esperaba eso de mí para nada.

Negó con la cabeza en una profunda decepción antes de arrojar el ramo hacia el suelo y voltear en su mismo eje para largarse. Algo en su postura encorvada, puños apretados y pasos fuertes me daba a entender que no estaba nada feliz con lo que había pasado.

Al menos no la extendió más de lo necesario.

—¿Alguna vez alguien te dijo que luces increíblemente bien insultando a tu novio? —escuché la voz de Bill en mi oído.

Hice un ademán con mi cabeza—. No es un cumplido muy popular entre mi ganado.

Sentí la necesidad de voltear a verlo, a estar frente a él, así que eso hice. Lo observé con una pequeña sonrisa pellizcando las comisuras de mis labios.

—¿Crees que esté bien que yo duerma contigo? —pregunté, estando genuinamente preocupada por su respuesta. No me sentiría bien si esto podía confundirse con infidelidad de alguna forma.

—Yo creo que si yo fuera tu novio, lo único que me importaría es que te sintieras bien —tomó mis manos entre las suyas, inundándome con su cálido tacto—. ¿Te sentirías bien durmiendo sola hoy?

"No" quería decirle. Pero no sabía si sonaba muy infantil, si lucía muy desesperado, o añiñado. Él no tenía porqué preocuparse tanto por mí. Necesitaba que deje de preocuparse tanto por mí.

Pero no pude evitarlo, y negué lentamente a su pregunta. Quise asesinarme al ver una sonrisa expandirse en su rostro.

—Bueno, pues me sacrificaré con la honra de saber que te sentirás bien durmiendo acompañada. Sábanas de algodón, ¿cierto? —bromeó, acariciando el dorso de mi mano con su pulgar.

Por favor, alguien haga que mi pecho deje de arder de la forma en la que arde. Y que yo deje de sonreír como una idiota.

B&BLAU © [Bill Kaulitz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora