Capítulo 23

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EL INFIERNO EMPIEZA EN LA TIERRA

Las risas no paraban, retumbaban en cada eco del viento, de sus pisadas descalzos, corriendo y divirtiéndose en cada momento que podían... Al menos los que podían y querían, pues cerca de ellos, en un solitario árbol de manzano estaba sentado a las raíces de este, un pequeño niño con una pequeña maceta entre sus manos lloraba. Sus sollozos eran silenciosos, callado entre la tristeza que su corazón emitía.

"— ¿En serio? — Alzó una ceja, incrédulo. — Pues yo creo que te vieron la cara de idiota."

— No es cierto. — Susurró viendo la maceta, aun vacía, sin ninguna vida creciendo. — ¿Verdad mamá? — Las lágrimas recorrían sus mejillas hasta caer sobre la tierra, mojándola, apretó sus pequeñas manos en esta, tratando de mantenerse calmado. — Yo sí creo, yo sí creo. Eres un tonto, un grandísimo tonto.

Levantándose apresurado empezó a correr, más lejos, sin saber a dónde ir, sin saber hasta donde sus piernas podían dar. Llorando sin ver el camino, al fin tropezó enredándose entre las raíces de un pequeño árbol, frondoso, pero pequeño del mismo tamaño del niño. Sin oportunidad de poder hacer algo más para proteger la maceta, está reventó al contacto con el suelo, vaciando su contenido, la tierra y la semilla que raramente no era como las que había visto.

Él se hincó tomando entre sus manos la semilla color morada cristalina. — ¿De verdad puedes cumplir deseos? — Estaba todo sucio, raspado y lagrimeando mientras trataba de mantener su esperanza. — Sí es así... Yo...

Cubrió la semilla entre sus dos pequeñas manos, encerrándola mientras las acercaba sobre su pecho. Apretó sus labios, tratando de disipar el ardor de sus moretones y raspones que se había causado hacer unos momentos, respiró hondo y pidió... Pidió lo que tanto añoraba...

Mamá... Hipó un poco. Mamá por favor, vuelve... Te necesito. Más lagrimas empezaban a surcar aquellos bellos ojos oliva que profundizaban un amor sincero. A-Aunque mi hermano se niegue a pensar que regresarás, y-yo sé que, que lo harás mamá...

Apenas con mucho esfuerzo podía recordar la risa de aquella mujer que le había dado la vida, aquella que con una sonrisa había iluminado sus noches, cuando tenía pesadillas, cuando tenía miedo... Aquella sonrisa que dejó de ver durante ya dos años y medio sin saber nada de ella. La quería ver otra vez, la quería a su lado como antes; anhelaba estar con ella. Con su madre.

Por favor, vuelve ya... Conmigo, con nosotros para volver a ser una familia... Su respiración profunda se cerraba, sentía su garganta arder, su cuerpo estremecerse, sentirse más débil a cada segundo.

Pero no quería desvanecer esa oportunidad. Estaba decidido, apretó sus dientes aguantando lo que podía, quería hacer a su hermano feliz de nuevo, sonreír junto a él y su madre. — ¡¡POR FAVOR!! — Una pequeña luz morada titilaba entre sus manos mientras pedía, mientras hermosamente esta semilla se rajaba, cada que pedía, cada que soñaba, cada que lloraba por más momentos. — ¡¡MAMÁ!!

Dejó de titilar para suspender su brillo más fuerte, reflejando entre el silencio los deseos de niño, creando una ventosa que hiso sucumbir las ramas y hojas de los árboles para danzar a su alrededor. Tan fuerte, intenso y arrasador como apareció, así desapareció dejando al pequeño niño tirado en la tierra, completamente cubierto por lodo y hojas secas, en medio de todo el desastre mientras la semilla lentamente caía sobre la tierra, lentamente acomodándose para crecer.

— Uhg... Hmph... — El dolor parecía no cesar de su mente. Sus ojos lentamente se abrieron acomodándose a la luz que la noche le regalaba, oscuridad a su alrededor. — ¿Do-Donde...? — Pudo distinguir que era el lugar donde había estado antes, cuando salió corriendo mientras lloraba.

Única Para Mí [Rimuru Tempest x Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora