I. Flashes

3 0 0
                                    

Me levanté esa mañana dispuesta a terminar con él.

Llevábamos dos meses juntos, y creí que sería el hombre de mi vida. Tomás era alto, tenía muy buen físico, ojos azules y un cabello negro oscuro que siempre llevaba bien peinado. No era una sorpresa que todas las chicas de la escuela estuvieran enamoradas de él, y yo, me sentía afortunada de tenerlo a mi lado, pese a que las demás me envidiaran tanto que hasta había recibido algunas amenazas de golpizas sino lo dejaba. Amenazas que, afortunadamente, jamás se cumplieron.

El sábado a la noche, mientras salíamos con mis amigas para festejar mi cumpleaños de dieciséis, me llevé la mayor decepción de mi vida, al ver a mi novio en el medio de la discoteca besando a la idiota de Romina Fuentes, mi peor enemiga de toda la escuela primaria, quien, no conforme en arruinarme la infancia, se inscribió en la misma escuela secundaria que yo.

Cabe aclarar que Tomás me había visitado a la tarde, para dejarme la noche a solas con mis amigas para que "la pasemos mejor". No supe reaccionar, así que antes de que me vieran, logré escaparme de la escena, y corrí casi llorando hasta algún lugar donde nadie me pudiera encontrar.

La noche estaba oscura, y sólo se oía el ruido amortiguado del boliche donde se encontraban mis amigas, mi novio infiel, y su estúpida pareja de la noche. Debía sincerarme conmigo misma, no era el primer hombre que me lastimaba: mi exnovio me había dejado tras negarme a tener sexo con él, y pocos meses después, su novia quedó embarazada, obviamente, él nunca se hizo cargo.

Mientras pensaba si volver o no al boliche, dos hombres corpulentos y borrachos se acercaron a mí y comenzaron a hablarme. Decidí levantarme e intentar huir, pero uno de ellos me tomó del brazo y dijo:

¡No te vas a ir ahora que nos vamos a empezar a divertir!

Mi cuerpo se paralizó, y sólo reaccioné a soltarme de su agarre, pero mis piernas no se movían. Otra vez recordaba el daño que me habían hecho los hombres: a menudo tenía pesadillas sobre el día que mi padrastro intentó abusar de mí, cosa que hubiese logrado si mi hermana mayor no hubiese llegado antes de su trabajo. Al enfrentarse a él, éste la hirió de gravedad y luego huyó, jamás fue encontrado, pese a que la herida de mi hermana finalmente acabara con su vida.

Pero lo peor de la noche acabó cuando una voz grave y medio afónica se alzó por detrás mi espalda.

—Martina, te estamos esperandoEntonces la silueta de otro hombre se interpuso entre los dos acosadores y yo.

—¿Quién es éste?injirió uno de ellos.

—Permiso... soltó despreocupado el muchacho que había aparecido de la nada, se trataba de un compañero de mi clase al que nunca había notado hasta que se me declaró poco antes de empezar a salir con el imbécil de Rodrigo.

El chico que me había rescatado, me tomó de la mano y me llevó a la puerta del boliche del que yo pretendía alejarme.

—No eran conocidos tuyos ¿Verdad?dijo con voz firme, aunque sus piernas parecían algo temblorosas.

—No... gracias...titubeé.

Él me miró con seriedad.

—Me pareció que eras vos, menos mal que justo te vi dijo sonriendo.

—¿Pensás que no podía yo sola? ¿Quién te pensás que sos? le grité, la sangre comenzaba a fluir nuevamente por mi cuerpo. Él solo recibió mis gritos con una cara que irradiaba tranquilidad.

Me contuve de seguir hablando al notar que mi compañero no reaccionaba a mis ataques. Cuando logré tranquilizarme, él dijo con calma:

—¿Querés que te lleve a tu casa?

Aunque sentí la necesidad de volver a gritarle, acepté, tragándome mi orgullo, después de todo era verdad que me había salvado de una situación complicada, él no había hecho nada malo.

Nos tomamos un taxi que él pagó pese a la gran suma de dinero que costó, y como no hablamos durante todo el viaje, aproveché el momento para avisar a mis amigas que ya me había ido a mi casa.

Nos bajamos juntos y antes de abrir la puerta me disculpé por mi comportamiento y le agradecí. Mis palabras, aunque sinceras, no salían de mi boca con facilidad. Nunca creí que ese chico sería capaz de convertirse en mi héroe en algún momento de mi vida, pero ahora que lo veía tan de cerca, con el brillo de la luna en sus ojos y habiéndonos acercado tras una noche de fiesta (y algo de alcohol), esperé a que intentara besarme como tantos otros habían hecho en circunstancias parecidas. Pero él no. Me saludó haciendo solo un gesto con su mano y se alejó caminando luego de preguntarme una última vez si estaba bien.

Todo Un ClichéTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon