III. Destino

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Pasaron dos semanas en las que comencé a acercarme a Milton disimuladamente, a veces le pedía útiles, otras veces le preguntaba si había estudiado, o simplemente cómo estaba. Había ido a felicitarlo por su cumpleaños el fin de semana y él pareció muy feliz. Era una situación extraña para mí: normalmente, los chicos se esforzaban por ganarme, inventaban cualquier excusa para hablarme, pero esta vez era diferente, él sólo había actuado una vez, y eso había sido suficiente para conquistar mi corazón. Pero él no me buscaba, yo lo estaba buscando a él.

Aquel miércoles la escuela tenía un clima muy tenso, y Milton era acosado por todos en el colegio, cuando lograba soltarse de un grupo de personas, otro grupo lo encimaba, y ahí estaba yo, pocos metros más adelante del último amontonamiento de gente esperando para hablarle, cuando lo tuve lo suficientemente cerca, le dije:

—¿Qué pasa con todo este lio?

Él sonrió.

—Mañana es la final de la Copa, y todos me piden autógrafos, camisetas, goles, y esas cosas Miró hacia atrás con los ojos bien abiertos­—. No puedo creer todo esto —me dijo con los ojos brillosos.

—Es tu momento de gloria, disfrutalo —le dije alegremente, él asintió, pero bajó su mirada.

—El primer partido lo perdimos dos a cero en Uruguay, tenemos que meter dos o más sin que nos marquen —me explicó­—. ¿Van a venir a ver el partido? —dijo, entregándome dos entradas que decía en letras negras "RIVER - NACIONAL. LA FINAL".

Asentí y luego sonreí.

—Por supuesto que vamos. Y van a ganar —le dije, intentando darle ánimos.

Justo en el instante en el que tomé coraje para abrazarlo, Romina Fuentes (sí, ¿Quién sino?) saltó a sus brazos y lo besó, justo frente a mis ojos.

Me sentí mareada, casi descompuesta de la rabia que me invadió en el momento, pero decidí irme. Otra vez, la idiota de Romina Fuentes, me había ganado.

Pasé la tarde y gran parte de la noche acostada en mi cama, rememorando una y otra vez la escena de Milton siendo besado por su "admiradora" y mi corazón se destrozaba cada vez más.

Ni siquiera sabía por qué me hacía tan mal, él estaba en todo su derecho. Ya me había dicho que estaba enamorado de mí, y yo lo rechacé. Ahora que era cada vez más famoso, no pretendía que me quisiera, claro, ahora puede estar con quien quiera. Si está a punto de ganar la Copa "no sé qué" de América.

Se me hizo un nudo en la garganta, ¿Qué haría con las entradas? No podía ir a verlo. Seguramente se arrepintió. Seguro que después del beso, quiso darle las entradas a Romina. Entonces, ¿Qué debería hacer? ¿Dárselas a ella? No, eso ni pensarlo ¿No ir al partido? Sería lo mejor. Posiblemente era la mejor opción. Le daría las entradas a Joaquín para que invite a uno de los chicos, casi todos eran hinchas de River y estarían encantados de ir a la cancha para ver una final. Sí, eso era lo mejor.

Al otro día me desperté tarde, mi mamá nunca me despertaba, consideraba que ya era grande para andar detrás de mí. Así que ni bien llegó Joaquín a la casa, fui a dejarle las entradas para que invite a alguien.

­—Pero... ¿Vos no vas? —preguntó.

—No, tampoco me interesa mucho el futbol —dije, simulando una risa. Pero él se mantuvo serio.

—Pero él sí te interesa —dijo mirándome fijamente.

Yo quise contestar que no, pero algo me detuvo. Y, sin poder decir una palabra, mis ojos empezaron a llorar.

Todo Un ClichéWhere stories live. Discover now