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࿙◖𝐋 𝐄 𝐍 𝐎 𝐑 𝐀, 𝐍 𝐎 𝐑 𝐀, 𝐂 𝐈 𝐀 𝐑 𝐀◗࿚

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—Es por aquí —insistió Bennett—. Con cuidado, cualquiera podría estar observando...

—¿Cuánto falta para llegar? —preguntó Sirius. Las pesadas capas de viajes sobre sus hombros y cabezas, buscando actuar como si nada malo hicieran a pesar de que nadie se encontraba en ese lugar.

—Ya casi llegamos —respondió Olivia.

Y así era, no tardaron en detenerse en seco cuando un inmenso árbol de hojas color plata se mostró ante ellos. Jean-Rose tuvo una pequeña sensación a hogar, fue efímera, pero allí estuvo. No sabía cómo ni por qué, pero si existía alguna razón; la misma se encontraba dentro de esa casa. Una casa no tan distinta a todas las demás en Hogsmeade. No era la mejor, ni la más llamativa. Pero si había algo en ella que la hacía única. Tal vez porque era muy vieja, ambas, la casa y Clarise. Pero ninguno dejaba de observarla como si ocultara un gran misterio.

—Aquí es... —dijo Olivia, solo confirmando lo que todos ya sabían, pero de igual manera lo tomaron—. Ella es... bueno... suele ser un poco escéptica, es muy anciana, que más podría ser.

—Es amable cuando no está regañando —agregó Regulus soltando una corta risa—. Y es buena compañía.

Todos se quedaron en silencio unos momentos, todos esperando el movimiento de alguno de los demás.

—De acuerdo... hagamos esto —habló Jean-Rose y se adelantó hacia la puerta para tocar.

Pero no logró hacerlo, pues la puerta se abrió antes de que Granger pudiera apoyar sus nudillos en ella. Un viejo truco, tan viejo, incluso más que Dumbledore. Tal vez ahora Jean-Rose comprendía de quién había aprendido su director.

La vieja mujer se mostró frente a la pelinegra. Jean pudo notar sus arrugas incluso más de lo que pudo cuando la vio por primera vez. Su rostro ni lograba parecerse al hermoso retrato en aquel libro de Hogwarts. Claro, era muy joven en ese entonces y la vida tal vez no se le había venido encima. Pero sus ojos, sus ojos seguían igual de brillantes y claros.

—Tardaste mucho —pronunció en un tono crítico la mujer hacia Jean-Rose. Ella quedó sin palabras por responder—. Te he estado esperando desde aquella mala noche... Ahora, ¡pasen antes que los encuentren! —continuó antes de que alguno pudiera responder.

Los minutos corrieron. Nadie decía una palabra. Sólo se oían los choques del cristal de las tasas de té con sus respectivos platos posadores. Todo avanzaba y a su vez nada lo hacía. Pero nadie se atrevía a comenzar.

Jean-Rose fue curiosa, tal vez, observadora. La pequeña servilleta blanca con delicados bordados en ella, que yacía junto a su tasa de té, se encontraba un bordado en particular. "Ciara" se leía en un perfecto color oro. La mente de la Gryffindor pareció desaparecer de la realidad, y alcanzó su mano con cuidado para tomarla. Aunque un leve roce de sus dedos con el lindo bordado fue suficiente.

𝐋𝐄𝐆𝐀𝐂𝐘│ᴇ́ᴘᴏᴄᴀ ᴅᴇ ʟᴏs ᴍᴇʀᴏᴅᴇᴀᴅᴏʀᴇsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora