17.1 | i wish i could remember

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xvii

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xvii.

La noche había caído y nuevamente estaban en la cabaña de los Docs. Los gemidos de dolor de Alby llenaban la habitación. Grace observó al líder con tristeza, era insoportable verlo sufrir de aquella manera.

—Ni siquiera sabemos qué es esto —Newt le dijo a Thomas, en su mano sostenía la jeringa que Teresa les había dado—. No sabemos quién lo envió. Ni por qué llegó aquí contigo. No lo sabemos, pero esto podría matarlo.

—Pero ya está muriendo —replicó Grace volteando a ver a Newt y señalando a Alby—. Míralo.

Newt frunció el ceño, observando como las venas moradas del cuello de Alby comenzaban a sobresalir aún más.

—¿Cómo esto podría empeorar las cosas? —insistió Thomas esta vez—. Vamos, vale la pena intentarlo.

Newt siguió observando pensativo a Alby, hasta que finalmente accedió.

—Está bien —dijo—. Hazlo.

El rubio le entregó a Thomas la jeringa que tenía entre sus manos. Grace observó como el novato se dirigió a Alby, colocándose a un lado listo para inyectarle aquella aguja.

Thomas apretó con fuerza la jeringa y una vez más, giró la cabeza hacia Grace y Newt esperando una confirmación final.

Grace frunció los labios con nerviosismo y asintió.

—Está bien... —murmuró Thomas volviendo a Alby.

Pero en aquel preciso instante, los ojos del líder se abrieron de par en par, reflejando aquella mirada que Grace había visto en Ben, la cual le causaba escalofríos. Sus ojos inyectados en sangre brillaban bajo la luz de las antorchas y con sus manos libres tomó la camisa de Thomas.

—¡No deberías estar aquí! —gritó Alby revolviéndose en la cama mientras sacudía a Thomas con fuerza—. ¡No deberías estar aquí!

Newt y los Docs se lanzaron hacia Alby en un intento desesperado por hacerlo soltar a Thomas, pero parecía ser en vano.

El líder del Área estaba poseído por una fuerza inexplicable, como si hubiera adquirido la fuerza de diez hombres, y continuaba gritando las mismas palabras una y otra vez.

—¡La jeringa! ¡Súeltala! —jadeó corriendo hacia los chicos para tomar la jeringa que Thomas había soltado una vez que Newt y Jeff contuvieron a Alby. La rubia empuñó la jeringa con una de sus manos y de un movimiento seco, la clavó en el pecho de Alby administrando el extraño líquido azul.

Como si hubiese sido por arte de magia, Alby soltó a Thomas y con una última exhalación su cuerpo se relajó cayendo finalmente en un profundo sueño.

Un silencio abrumador se apoderó de la habitación, interrumpido únicamente por la agitada respiración de todos.

—Bueno... —murmuró Jeff—. Eso funcionó.

𝐖𝐈𝐂𝐊𝐄𝐃 𝐆𝐀𝐌𝐄𝐒, tmr thomas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora