Capítulo #1

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Dimitri se encuentra rodeado de cuentas, y del dinero que solo robando podría tener en la vida. Por la situación de la nación, esa cantidad de capital no vale nada, pero ¿A quién le importa el mundo cuando se trata de sobrevivir?

Las cuentas son precisas, aunque eso no involucra que la mente del hombre esté concentrada de lleno en su trabajo, usa un pequeño porcentaje de su cerebro para escapar de su realidad, se la pasa divagando entre las pesadillas que ya son frecuentes cada dos noches, y teme porque se vuelvan diarias.

Uno de sus tantos clientes este día, es una señora mayor que se ve demacrada, se nota que la edad no es la única culpable de su apariencia: tiene ojeras muy marcadas, más por las arrugas; sus ojos entrecerrados, hinchados, seguro por llorar; y sus manos delgadas, con la piel flácida.

Vino a retirar sus ahorros para el pago de abogados; según lo poco qué mencionó, habían encarcelado a su nieto de manera injusta.

En tiempos de crisis, esa palabra: injusticia, puede llegar a desgastarse mucho. A pesar de ser un hombre apático, siente compasión, lástima por aquella mujer; al ver que el dinero que posee y en el que pone sus esperanzas es muy poco, aun así está dispuesta a darlo por amor.

Hace tiempo que Dimitri no siente algo tan grande por alguien, que lo haga actuar de forma impulsiva, sin razonamiento. Él sabe que ese efectivo no servirá de mucho para ayudar al nieto, esa mujer, se perderá entre las manos del estafador de turno que contraten, o en un caso más bizarro, pero no imposible; el nieto aparte o toda su familia se aprovechan de la edad de la señora para quitarle lo que tiene. De seguro piensan: "ya casi se le termina el poco tiempo de vida, nada va a hacer con ese dinero" "no lo necesita, quitémosle lo que le queda y encerrémosla en un asilo" o tal vez solo sea en la mente de él.

De todas maneras, una vez da el efectivo, de esas puertas a fuera, ya no es su asunto. Termina de trabajar y se marcha a su casa, la oscuridad ya ha cubierto la ciudad, toma el metro devuelto y sigue su camino ya establecido.

A unas cuadras de llegar, a la vuelta de una esquina, se escuchan voces; parece una discusión que cada vez se pone más caliente, ya que las palabras se convierten en gritos, el detonante es cuando empiezan a sonar disparos, señal para que Dimitri apresure el paso y se aleje de la disputa. Llega rápido y se encierra a ignorar los problemas de la calle.

Come recalentado y abre una cerveza, lo que nunca puede faltar en su nevera y se sienta a ver programas de cualquier cosa que pasan por la TV. Termina apagando el aparato después de unos minutos, todo lo que se anuncia se encuentra de igual manera limitada y controlada. Se toma otras dos botellas más, y se va a dormir, esta noche no se preocupa de sus extrañas pesadillas. Como le fue en el día; quiere explorar en sus sueños, ya que es lo único que se escapa de su monotonía, piensa por lo menos sacarle algo de provecho.

Como una droga, de inmediato que toca la cama, queda atrapado en un profundo sueño. La víctima de hoy aparenta ser una chica joven, la misma se encuentra en posición fetal llorando en el baño, por esta vez Dimitri no comparte los ojos de la persona a morir, él puede verla como si estuviera a su lado, pero ella no nota su presencia, a modo de un fantasma.

Al detallarla puede apreciar que, todo el cuerpo de la mujer está lleno de marcas, moretones, hematomas, y otras múltiples heridas. Se escuchan de repente pasos pesados, como azotes al suelo con los pies, se manifiesta la voz gruesa de un hombre gritando, no sé sabe que es lo que dice, pero es más que notorio el enojo que trae, y a la chica le aterra, se enrolla más y escondes su cabeza entre sus manos.

Se escucha golpes fuertes y repetitivos en la puerta, el hombre al otro lado no parece importarle el hecho de que pueda romperla, la chica grita y chilla queriendo cada vez hacerse más pequeña en esa posición. Las bisagras empiezan a fallar, Dimitri ve con horror aquella escena; él jamás tuvo mujer, quizás si un par de amantes, pero nunca una relación seria, y en ninguna de ellas se le pasó el pensamiento tan cobarde de maltratarlas, eso no lo haría más hombre.

Visión del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora