Capítulo 6

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Estaban vivos.
Gyandev y mi papá estaban sanos y vivos. Ambos se encontraban en el gran comedor, conversando tranquilamente en la larga mesa que ocupaba el sector derecho del salón, cuando los  guardias anunciaron nuestra presencia. Abracé con fuerza a mi papá y tardé un buen rato en soltarlo; supongo que es el sueño de todo padre, que su hija adolescente se comporte otra vez como una niña de cinco años.
—Creo que vas a asfixiarlo—sugirió Kalen a mis espaldas.
—Cállate.
  Me alegré también de ver a mi tutor, pero suponía que no era de los que le agradaran los abrazos. El hombre que nos había recibido nos invitó a sentarnos a la mesa, la cual estaba siendo colmada de tanta comida que con solo verla ya te sentías satisfecha, a pesar de que por ahora éramos únicamente cinco personas.
  Me senté junto a Kalen, quien parecía bastante distraído viendo la gran luna a través de los ventanales gigantes que daban al jardín. Había viajado mucho, y había visto la luna desde distintos lugares, a veces más grande, a veces más brillante. Pero, puedo asegurarlo, nada como esta. ¿Tal vez estaba alineada con algún planeta?
—...beber?
—¿Disculpe? —pregunté algo desconcertada al sirviente que se encontraba a mi izquierda.
—¿Desea beber un poco de vino?
—Si, por favor.
  El hombre llenó mi copa y se retiró, y yo me percaté de que la felicidad de tener a mi padre conmigo me había hecho olvidar el preguntar como... bueno, como era que estaba aquí conmigo. Cuando se los mencioné, Gyandev sonrió.
—Nathaniel es muy orgulloso, y quería demostrar de lo que era capaz. Muchas veces deja que el orgullo lo ciegue y...bueno, pierde el control de la situación. Solo basta con sacarlo un poco de sus casillas. Además, aunque mi hermano sabe muchos trucos, los años hacen la experiencia, y él es todavía muy joven.
—Más sabe el diablo por viejo que por diablo—concluí.
—Hubo mucha luz esa noche—comentó mi padre, con los ojos algo perdidos. No tuve tiempo para alarmarme cuando volvió en sí—. Tuvimos mucha suerte. El rey fue muy amable en hospedarnos.
—¿Y los deja quedarse... así como así?
  No me malinterpreten, estaba eufórica de que pudieran quedarse con nosotros, pero yo había tenido que ofrecer mi daga y mis servicios como pago por la estadía.
—No exactamente. El rey me ha solicitado continuar con tu educación lo antes posible—repuso Gyandev—. Y por lo antes posible me refiero a mañana. No te atrevas a resoplar, Arleen.
—No iba a hacerlo.
—Seguro que no. No en frente de usted, por lo menos—comentó Kalen, ganándose una patada debajo de la mesa.
—En cuanto a mí, digamos que ya conseguí trabajo.
—Nunca me lo hubiera imaginado—unos meses de encierro no habían disminuido el carisma de mi padre ni la capacidad de ganarse a la gente—. ¿Pero que es lo que...?
—Ya lo descubrirás.
  La puerta se abrió y William entró al salón, con Anna del brazo. Parecían haber arreglado sus diferencias bastante rápido, y el cambio de ambiente no parecía haberlos afectado. Era de esperarse en William, ya que había nacido entre nobles y lujos y coronas, pero la Anna que yo conocía se hubiese atrincherado en el cuarto, armando una barricada con todos los muebles y gritando amenazas a quienes se atreverían a entrar. Pero esta era una Anna algo... distinta. Y me gustaba bastante.
  Se unieron a nosotros y tuvimos una cena bastante tranquila, tocando temas triviales como el lujo del castillo, la comida y la extravagante ropa (Hablando de ropa, seguramente habían quemado mis pantalones para que no pudiera volver a usarlos). Kalen era el que menos hablaba; reía cuando tenía que reír y respondía cuando alguien le preguntaba, pero parecía distante. Tal vez, perdido en una realidad que nunca podría volverse verdad.
  Más tarde le pregunté sobre eso, y se limitó a encogerse de hombros.
—Solo siento algo... extraño con este lugar. Con el rey. Con todo esto.
—¿Crees que estamos haciendo lo correcto?
—¿Podrías decirme con exactitud qué es lo correcto en este momento? —replicó, con una sonrisa algo amarga—Supongo que a la larga lo sabremos, ¿no es así?
—Espero que no sea demasiado tarde para entonces.
—Antes hubiera dicho algo como "nunca es tarde" —dijo con voz apagada.
  Continuamos en silencio el camino hacia mi habitación, con el peso de sus palabras sobre los dos. Kalen se despidió se mí con un rápido beso en los labios, que me dejó algo aturdida. Pero aturdida de una buena manera.
 
—Arleen, ¿quieres despertarte de una vez?
—No.
—El hombre alto de túnica violeta ha estado preguntando por ti hace media hora.
  Suspiré y puse la almohada sobre mi cabeza. A Anna y a mí nos habían asignado habitaciones diferentes luego de la cena, pero eso no impedía que se sintiera con derecho de actuar como mi despertador.
—Dile al hombre alto de la túnica violeta que hoy es mi día de descanso. Dile que estoy adaptando al cambio de horarios.
—No voy a hacerlo. Hasta yo lo considero una escusa pobre.
—Bien. Ya voy—exclamé —. Dile a Gyandev que lo veo en un minuto. Solo dame mi tiempo para ponerme en condiciones.
--Ponte el vestido que dejé sobre la silla.
  Yo suspiré, derrotada, y hasta puedo jurar que Anna rio malvadamente.

Los Reinos de Aden II: Promesa #WSAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora