Capítulo 12

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Tres meses después.


  El viento azotaba mi cara y me hacía querer envolverme más fuertemente en mi capa. Podía sentir el frío que se colaba a través de mi ropa y me hacía temblar. Alcé la vista hacia el cielo gris, lleno de nubes que parecían a punto de provocar una llovizna. Ningún pájaro parecía querer salir de su nido, ni exponerse a las bajas temperaturas. Afortunadamente, el campo en el cual nos encontramos estaba libre de ojos curiosos y malintencionados. Kalen se encontraba frente a mí, arrodillado frente a dos improvisadas tumbas.

Donde estaban enterradas Sarah y Elainne.

Ninguno había dicho ninguna palabra desde que habíamos llegado, ya que no hacía falta. Ese silencio cargado de tristeza, dolor y anhelo lo decía todo. Habíamos sido cuidadosos planeando esta corta visita al Reino Oeste. Un salire y unas cuantas indicaciones a la gente atemorizada indicada habían sido suficientes para dar con el lugar donde estaban enterradas Sarah y Elainne.

Me arrodillé al lado de Kalen y tomé su mano, que estaba helada. Pero a él no le importaba. Seguía absorto en sus propios pensamientos, en sus propias plegarias. De repente, con un simple movimiento, hizo que crecieran flores en la tierra seca. Un pequeño detalle final.

—Creo que debemos irnos—dijo suavemente—. Antes de que alguien le avise al rey que estamos aquí.

—Volveremos. Sarah y Elainne tendrán el funeral que se merecen.

Juntos caminamos, alejándonos de las tumbas, y cuando pensé que estábamos a punto de volver al castillo, Kalen se detuvo.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—¿Recuerdas los documentos que William robó del palacio del rey Ezran? ¿Esos por los cuales huyó?

—Si... pero Ezran los recuperó el día en que...—en que ellas murieron— cuando nos encerraron. Kalen, no me gusta esa sonrisa. ¿En qué estas pensando?

—Tal vez tengo un plan—dijo, encaminándose hacia el pueblo.

—El rey va a matarnos.

—¿Cuál de los dos?

ººº

Mientras atravesábamos la Capital, no pude evitar percatarme de que el clima era diferente al de la última vez que estuvimos aquí. Aunque los estragos que estaban causando los soldados del rey todavía no habían llegado a esta ciudad, la atmosfera de tensión y miedo podía sentirse. Muchas de las casas habían sido abandonadas, y algunas tenían marcas en las puertas. Sentí un escalofrío cuando me di cuenta de que era así como el genocidio nazi pudo haberse llevado a cabo. Salvo que esta vez no eran judíos, sino magos. De todas maneras, ¿Qué diferencia había?

El odio era así. Solo canalízalo hacia alguien o algo, y será un arma más destructiva que muchas bombas o misiles.

El palacio, a diferencia del resto de la Capital, lucía igual que siempre. Igual de estático e inalterable. Salvo por la cantidad de guardias en la entrada.

Hubiese pagado cientos y tal vez miles de libras por haber tenido un celular en el momento que Sammuel nos vio entrar por la puerta del palacio, escoltados por los guardias y sin oponer resistencia alguna. Se frenó en seco y su mandíbula pareció caer. Se quedó así unos segundos, y luego corrió a avisar al rey. Si yo no hubiese estado tan nerviosa, intentando aparentar tranquilidad, me habría reído un buen rato. Creo que alguno que otro guardia también rio disimuladamente entre dientes.

Los Reinos de Aden II: Promesa #WSAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora