Capítulo VIII

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—¡Espera, espera, espera! ¡¿Me estás diciendo que probaste la pizza con quince años?! – Sin querer, dejaste volar la galletita que comían acompañados

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—¡Espera, espera, espera! ¡¿Me estás diciendo que probaste la pizza con quince años?! – Sin querer, dejaste volar la galletita que comían acompañados. Esas que hiciste junto a tu pequeña hermana.

Miguel Ángel rápidamente la tomó antes de que cayera y te la acercó a los labios. Te reíste dándole un mordisco pero sin tomarla en tus manos. Miguel Ángel terminó por comerse el resto de la galleta.

—En mi defensa, nunca antes había salido a la superficie ¡No sabía de lo que me perdía! ¡La pizza ahora es mi gran amor! – Dijo él, haciendo unos ojos de enamorado mientras sonreía. —Si pudiera me tatuaría una pizza en el caparazón. –

Te reíste en una gran carcajada.

—¡Deberías intentarlo con algún plumón! – Diste de idea.

Miguel Ángel movió sus pies emocionado y asintió. Esa era una buena idea.

Aún se encontraban en la azotea de aquel edificio, la ciudad se veía casi pequeña, como si ustedes, simples mutantes fueran los dueños.

El viento corría y aún así, no hacía frío. Era una agradable sensación que los hacía sentirse más a gusto mientras reían.

En especial tu, que no podías dejar de reír con las cosas que Miguel Ángel te decía.

Podías notar con facilidad que era un gran hablador, además de eso, que le gustaba reír. Y te encantaba reír a ti también.

Habían hablado de lo que sea que se les ocurriese. Miguel Ángel salía con cada cosa, como por ejemplo, que podía meterse dentro de su caparazón. Lo hizo con su cabeza, curiosa, te acercaste y viste solo sus ojos en la oscuridad. El eco de su risa te hizo sonreír y luego volvió a la normalidad. Luego de eso, le hablaste de que te gustaría aprender a hacer postres, eso los llevó a hablar de la comida y luego de las pizzas. Descubriendo que Miguel Ángel había salido a la superficie a los quince años.

—A mi también me gustaría tener tatuajes, tenía un tío que los hacía. Pero nunca me dejaron. – Dijiste.

Y la verdad es que hablar con él no era difícil. Miguel Ángel era increíble para sacar conversaciones, así que no podrías decir que has estado aburrida.

Te dolían las mejillas de tanto reír.

—Pero tienes piercings. – Dijo Mikey apuntando tus orejas. —¡Eso es cool! ¡Demasiado! ¿Cómo te los hiciste? –

—Me ayudaron. ¿Ves este de aquí? – Dijiste mostrando tu oreja, eran dos piercing en una de ellas. —Me las hice antes de ser mutante, pensé que no tendría los orificios al mutar, pero me equivoqué. –

Miguel Ángel movió algo inquieto su mano. Relamió sus labios y sonrió avergonzado.

—¿Qué? – Reíste al ver sus ojos.

—¿Puedo tocar tus orejas? –

—¿Qué? –

—Tus orejas. Se ven suaves, quiero tocarlas. Déjame hacerlo. – Pidió.

Dos Mutantes -Mikey2012 Y Tu-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora