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Capítulo II

Los pasillos de la escuela "Hasting School" se encontraban atestados de alumnos; alumnos de absolutamente todas las edades que caben en la adolescencia. En los pasillos de los últimos años, se encontraban varios grupos de adolescentes aburridos que insultaban a los profesores, repasaban para los exámenes y solo pensaban en graduarse y marcharse al fin de la maldita preparatoria.

Louis caminaba decidido por los pasillos, sin mirar a los costados. Él simplemente caminaba hecho una furia. En su cabeza se iban estructurando uno y mil planes para asesinar a la directora de crueles y variadas maneras.

Vamos, ¿un acto de San Valentín? Debía ser una puta broma.

El adolescente ojiazul dobló un pasillo y tensó la mandíbula cuando vio la puerta de madera que traía colgando un cartel que decía en mayúsculas "Dirección". Louis se encargó de inhalar firmemente para cesar la ira que le recorría la sangre, pero fue en vano. Sus manos picaban, y estaba molesto al grado de querer ahorcar a la maldita mujer.

Apuró el paso y golpeó sutilmente con el puño la puerta. Esperó, llevándose las manos a los bolsillos y mordiéndose la lengua. No solo había lanzado una computadora y debería dar explicaciones, sino que también debería colaborar en un acto de San Valentín. ¡Un jodido acto de San Valentín! Louis no podía mencionar una palabra de esa absurda fecha sin arder en cólera y vergüenza ajena. Era una celebración estúpida.

Louis oyó un débil "adelante" y tragó antes de abrir la puerta y asomarse. Una pequeña pero pulcra sala repleta de estantes y aparatos se presentó. La mujer vestida de forma anticuada y portadora un labial espantoso que se hacía llamar directora le sonrió de forma algo falsa. Louis contuvo una sonrisa similar ante sus pensamientos.

—Tomlinson, qué honor tenerlo por aquí —saludó la directora con voz neutra, tecleando algo en una computadora.

Louis cerró la puerta tras sí y caminó al escritorio, esbozando una mueca divertida ante sus palabras.

—¿Me llamó, directora? —inquirió con una leve tez de odio en sus palabras. Si la vieja ya de por sí era desagradable, Louis ahora la aborrecía más por saber el motivo de su llamado.

—Es correcto. Como te habrás enterado, se realizará un acto de San Valentín en unos meses —habló la mujer, mirando al adolescente con una mueca que pretendía una sonrisa. Louis arrugó un poco la nariz al oler de lleno su dulzón perfume.

—Así es, tuve el placer de enterarme unos minutos antes de entrar por esta puerta —respondió, una sonrisa grosera surcando sus labios—. Al parecer quiere mi colaboración en el acto.

—Exactamente —dijo la directora con una sonrisa el triple de desagradable que la suya. El ojiazul entornó levemente los ojos.
Louis ahora si que estaba empezando a detestar a la mujer. Ella veía su notable incomodidad, ¿lo peor? Parecía disfrutarla.

—¿Qué requiere que haga?

—Bueno, en este acto se harán diferentes números de presentaciones. Obviamente, el periódico debería documentar y publicitar este acto. Pero tu deber es hacer notas que cuenten un poco sobre los ensayos de los participantes.

La sonrisa de Louis decayó un poco.

—¿Cómo? —preguntó, casi sonando estúpido al hacerlo.

—Tú deberás ir a todos los ensayos de los participantes y escribir el día a día de estos para publicar progresivamente en el periódico. Sus mejoras, arreglos, detalles nuevos. —La mujer se inclinó hacía el adolescente, relamiendo sus dientes—. Absolutamente todo.

Louis parpadeó lentamente, buscando señales de que sea una broma, pero la directora parecía estar hablando muy enserio. Sus manos empezaron a picar nuevamente, y una especie de fuego se le coló en el pecho. El ojiazul tomó una pequeña bocanada de aire por la boca, y pensó que si no fuera porque la directora estaba frente a él, emitiría un grito de frustración. Muchísimas ganas de romper cosas le estaban empezando a tentar, pero se contuvo frunciendo los labios.