31 de diciembre.

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— ¿Qué pasa, perro?

Vociferó con diversión y se presentó con un golpe en el hombro. Gustabo lo miró divertido, de reojo, y con una botella de cerveza que iba besando sus labios muy de vez en cuando. 

El murmullo inteligible de las conversaciones ajenas les sirvió como ruido de fondo, aunque debía de admitir que hoy el bullicio había subido un par de escalas más desde la última vez que vinieron.

— Serás hijo de puta, — Gustabo carcajeó y arremetió un trago. El hombre de nariz esbelta y facciones crudas, con delineador y una cresta tan brillante como un faro a la deriva, chasqueó la lengua divertido y se sentó, a su vez, en el taburete de al lado. — y... bueno ¿Qué? ¿Ya has dado tu último polvo del año, guarro?

El esternón de Horacio ronroneó en una sonora carcajada, asintiendo con desdén y apoyándose en la barra, provocativamente. 

— Un pavo con unos brazos que... — Negó lascivamente. — madre mía. Encima creo que era irlandés, tenía un acento que me dejó seco, tío.

Gustabo hizo una mueca. — Que puto asco, hombre. — Y después río, blanqueando los ojos.

— ¿Qué? Tú fuiste quien preguntó, en primer lugar.

— Ya, bueno, pero la idea era que me dijeras solamente sí y no cómo es que te ponen los europeos.

Y los dos se miraron por unos segundos y después rompieron en grandes risotadas que no llamaron la atención de nadie, pues todo el mundo parecía estar del mismo buen humor. 

Después de todo, era el último día del año.

— ¿Y tú qué, cerdo?, ¿Ni un beso ni na'? Vamos, diviértete un rato. — Se reubicó en el taburete, mirando al resto del establecimiento. — Hay muchos peces gordos por aquí, ya que como a ti te va todo eso del poder...

Gustabo arqueó una ceja y sonrió ladino, arremetiendo un trago. — ¿Y pillar una ETS? Gracias, pero no, papá.

Horacio hizo una mueca, asqueado. — Que te den, tío, no me vuelvas a llamar... papá. Que grima.

— Vale, papá.

Gustabo recibió un golpe en el hombro, como reprimenda. — Lo digo en serio, Gus', ya vale, macho, que asco das. — Carcajeó hilarante, contagiando al rubio, que negó divertido. — Que nos hemos echao'  hasta un polvo varias veces, cabrón, no puedes simplemente decir eso.

Entonces fue el turno del rubio ronronear divertido. — Ah, pero que tú me cuentes todos los sucios detalles de la gente que te tiras está bien, ¿No? Eso sí, ¿No? Hijo de puta.

Horacio rodó los ojos. — Pero yo soy yo y tú eres tú, entiéndelo, Gus'.

— Claro que sí, campeón. Anda y bájate esos humos.  Le dio una colleja, arrancándole una sonrisa al otro.

Gustabo sonrió complacido, observando el perfil de Horacio, admirando las patas de gallo y los hoyuelos detrás de su sonrisa. Por alguna razón, sintió que hacía mucho tiempo, incluso se atrevería a decir meses, que no se sentía tan bien. Tan tranquilo. 

Se sobrecogió en su sitio, acariciando el abrigo rojo que el propio Horacio le regaló en antaño. Pellizcó el material de plástico, vislumbrando a su mejor amigo con nostalgia. ¿Por qué sentía que esta era su primera conversación en años? Como si hubiera pasado más tiempo del necesario. 

Until the end | Intenabo AUWhere stories live. Discover now