CAPÍTULO 7. EVASIÓN.

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Decadencia.

Término con el que, afinadamente, encajaban aquellos años de división; cuando no habían sabido ser dos en lugar de una. Por ello, no era chocante que les costara reconocerse. En añadido, ninguna repetía el retrato de su niñez, sino que sus paletas de colores se habían metamorfoseado sin posible recuperación.

Aquella que había manipulado, inventado, reído a través de la malicia y un largo etcétera, suponía menos que la sombra del diablillo martirizado al frente. Al contrario, la mujer brutal que aferraba con un tenue temblor la tela de la capucha, recordando remotamente los sermones, los correctivos, los escarmientos... o el abandono como obsequio por el puro enlace de ser hermanas. Quizá solo fuera por compartir cara que la maldad de una repercutía en la otra. Siempre reprimidas en el mismo saco de la culpabilidad.

¿Cómo un rostro redujo a la nada dos almas disparejas?

-Madre no se equivocó cuando dejó que me llevaran. -Estrujó el contenido de su mano para después empujar a la gemela de espaldas-. Ser como tú ha sido muy sencillo, hermana.

Un vistazo de arriba a abajo bastó para juzgarla, castigando una vanidad ahora inexistente pero que antes le había correspondido a Ebba.

Aun poseyendo tanto, sentía cólera, irritación, ganas de acabar con ella, porque estaba saturada de ese doble que había odiado desde que nació. Necesitaba ser la única a cualquier precio.

Descargó una patada en su vientre para, un segundo después, arremeter a golpes contra el gentío, que se había ido arremolinando cerca para participar del altercado. Aunque no supieran quién era Edda, una pelea siempre era bienvenida, y más, después de la celebración sangrienta que brindaba el vampiro, al cual habían ignorado tras colmar los buches de vino agrio.

Anhelaban violencia. Después de vivir en el miedo perenne, sin capturar al villano de la región, una vez conseguido creían que aquellas dos no eran más que un sucedáneo, que no supondrían un grave problema.

No fue de extrañar que, al frenar Edda la lluvia de golpes a diestro y siniestro, creyeran que venía el turno de la multitud.

-¡Rata! -Una taza de madera planeó a ras de las cabezas expectantes y se estrelló en el pecho de Ebba, incólume.

Sorprendida por las palabras de la extraña, no se estremeció ante el asalto. Sin embargo, su doble, se sobrecargó de una furia ancestral: esos idiotas pueblerinos de baja estofa, habiendo atestiguado el incidente, se equivocaban. Esa copa debería haber ido para ella, que para eso les había agredido; pero por lo visto era invisible para el mundo.

Las risas y el jolgorio se desbordaron, simulando un pistoletazo de salida a la barbarie.

Mujeres, hombres y niños saltaron encima, poseídos por una fiebre virulenta. En ocasiones, pasaban este tipo de cosas cuando Edda pisaba un mundo nuevo; no existía ninguna explicación más que la de ostentar la sangre de aquel que la había arrancado de su hogar; Edda estaba casi segura de que las fuerzas negras y corruptas habían arraigado no solo en su mente, sino también en sus telas de araña. Y cuando usaba sus poderes, ocasionalmente rebosaban y enfermaban a los seres inferiores; ellos no eran capaces de repeler esa energía, tan inservibles eran sus capacidades psíquicas, por lo que solo se extendía el sinsentido entre ellos.

Pronto, a los desgarrones y zarandeos se unieron armas como palos, listones, varas de metal, hasta algún caldero de vino llegó para ser despedazado en la espalda de cualquier incauto.

-¡Forastera! ¡Forastera, cógete de mi mano!

La había llamado "hermana", había mencionado a una "madre" que no había existido hasta ahora... necesitaba proteger esa información, descubrir su pasado y dejar atrás aquel horrible nombre de Moira que solo le traía soledad y pérdida.

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⏰ Last updated: Jul 19, 2023 ⏰

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ARAÑA ROJAWhere stories live. Discover now