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El número de personas dentro de aquel lugar había aumentado en cuestión de un par de minutos, no solamente estaba la familia Park y Min en ella, en ese momento al menos cuatro familias estaban conviviendo en alguna parte de la casa, a excepción de aquél chico castaño que se encontraba aislado de todos. Estaba sentado en uno de los sillones, sus manos estaban entrelazadas y jugaba con sus dedos pulgares de forma inquieta, mientras su vista se mantenía en sus zapatos, no tenía algo mejor que hacer, quería irse ya pero no le diría a sus padres, por primera vez en mucho tiempo ellos se estaban divirtiendo esa noche con sus amigos y no quería arruinar la estancia de ellos en la reunión.
Podía escuchar algunos murmullos a su alrededor, acompañados de unas cuantas risas burlonas, sabía que era lo que pasaba, sabía de donde venían esas risas y lo que significaban.
Se sorprendió un poco cuando pudo ver un par de zapatos posarse frente a los suyos, poco a poco levanto la vista encontrándose con la mirada fría de aquel chico de cabellos oscuros, quien le hizo una pequeña seña preguntando si se podía sentar, a lo que el castaño solo asintió con suavidad dándole el acceso a hacerlo.

—¿Qué pasa Park? ¿Acaso eres así siempre? –pregunto recargando su espalda por completo en el cómodo sillón.

—Yo... Supongo que si, no me siento cómodo, creo que es eso. –murmuro con una voz baja, pero lo suficientemente audible para el chico pálido lo escuchara, este volteo a mirar un poco a su alrededor, encontrándose con las miradas de los demás chicos en aquel lugar, hijos de algunos amigos de sus padres, los cuales no dejaban de mirar al menor y murmurar algunas cosas sobre su aspecto.

—Ya veo, ¿quieres estar en un lugar más cómodo? —pregunto. —Podemos ir arriba si gustas. –el rostro del chico castaño demostraba un poco de asombro, la persona junto a él no parecía ser alguien que se preocupara por los demás, sin embargo lo hizo, se percató de que no se sentía bien en ese momento y quería cambiar la forma en la que se sentía, quería hacerlo sentir cómodo.

—¿Podemos? –preguntó y el contrario asintió con suavidad, manteniendo su rostro completamente neutro, en verdad eso le daba escalofríos. —Entonces vamos, por favor.

Ambos chicos se levantaron y con toda la discreción del mundo caminaron en dirección hasta las escaleras, ambos sabían que sus padres querían que convivieran con los demás chicos presentes en el lugar, pero, JiMin no se sentía para nada cómodo estando ahí, YoonGi tampoco lo estaba, así que ambos se sintieron más tranquilos cuando estuvieron lejos de aquel sitio. Ninguno de los dos se sentía seguro estando entre tantas personas.

—Mucho mejor, ¿No crees? –susurro el chico de negros cabellos antes de comenzar a caminar. —¿Piensas quedarte ahí? –volteo por unos cuantos segundos mirando al contrario quien no se movió ni siquiera un centímetro de su lugar. JiMin solo negó suavemente en respuesta y solo así comenzó a caminar tras él.

Los dos chicos llegaron a la habitación de YoonGi, las paredes blancas estaban decoradas con algunos cuantos cuadros y un par de trofeos estaban perfectamente acomodados en una repisa, mientras que por otro lado había ropa tirada por varios lugares de la habitación, no era la habitación más ordenada que JiMin había visto, pero tampoco era una de las más sucia después de todo, era algo acogedor en realidad.
Su curiosidad hizo que caminara en dirección a los trofeos, quería verlos, eran muy bonitos y brillantes. En la punta de ellos había una figura en forma de balón, parecía que él práctica un deporte y a su parecer tenía que ser bueno, ya que los trofeos no parecían ser de un simple segundo o tercer lugar.

—¿En qué ganaste estos trofeos? –pregunto desviando su vista por unos cuantos segundos mirando como el chico de negra cabellera caminaba un poco por la habitación, pero segundos después se sentó en la cama, llevando su mirada hasta la única persona que lo acompañaba ahí.

—En ballet, era muy bueno en eso. –respondió en un tono sarcástico creando una pequeña mueca mientras hablaba, provocando que JiMin encogiera sus hombros un poco por aquella contestación, ahora Park se sentía un poco tonto. —Los gane en varias competencias de básquetbol. –murmuro.

—Oh ya veo, ¿Lo sigues practicando?

El contrario negó con suavidad desviando su vista por unos segundos. —No, aproximadamente hace cuatro años de que lo deje de practicar.

—¿Por qué lo dejaste?

—Oye, ya son demasiadas preguntas, ¿Esto es un interrogatorio o algo parecido? –el chico de mejillas abultadas negó repetidas veces ante aquella pregunta. —Mejor cuentame algo sobre ti... Como ¿por qué eres tan retraído con las personas? Digo, desde que llegaste no haz abierto la boca, más que para saludar o agradecer.

El menor dio unos cuantos pasos hasta poder estar al lado del pálido y poder tomar asiento junto a él. —No es porque yo quiera, es solo que los chicos de mi edad tienden a burlarse siempre de mi y no es agradable, por ello trato de evitarlo o al menos de ignorarlo.

—¿Se burlan? ¿Por qué? Yo no encuentro un motivo como para hacerlo, solo eres un tanto... Bueno, muy formal, supongo.

—Creo que esa es una de las razones, ya que lo hacen por la forma en la que me visto y porque me gusta servir en la iglesia, ¿Sabes? Seré aspirante a sacerdote, supongo que eso les parece... ¿extraño? –termino de contar con un poco de tristeza en su voz.

—Bien, quizá no es algo que se vea todos los día, ya que eres muy joven, pero créeme, no te deben de importar las cosas que digan las personas, si tu estás seguro de lo que quieres hacer y lo disfrutas, que más da lo que digan los demás, después de todo es tu vida no la de ellos. –una gran sonrisa se formó en los gruesos labios del menor, aquellas eran las palabras que necesitaba escuchar, necesitaba sentir algo de apoyo además del que le proporcionaban sus padres. Recién había conocido a YoonGi y ya estaba comenzando a sentirse cómodo a su lado.

—Si, tienes razón, eso debería de hacer. –asintió un par de veces.

—Por cierto, ¿Cuantos años tienes JiMin? –pregunto volteando un poco su cuerpo al costado donde se encontraba el menor.

—Tengo diecisiete años ¿Y usted?

—Dieciocho.

—Es mayor que yo por un año. –murmuro felizmente. —¿Puedo llamarlo Hyung?

El chico de cabellera negra asintió con suavidad, mientras una pequeña pero notable sonrisa se formaba en sus delgados labios. —Claro que si.

𝔅𝔩𝔞𝔰𝔭𝔥𝔢𝔪𝔦𝔞 ;✝ 𝙺𝚘𝚘𝚔𝚖𝚒𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora