007

34 4 0
                                    

El viento chocaba con su rostro, mientras mantenía sus ojos cerrados, pensaba en todo lo que había pasado recientemente, había sido demasiada información en una sola noche, pensaba que en cualquier momento su cabeza explotaría.
No se sentía bien, su estómago estaba revuelto, se sentía mal por lo que había hecho, por como había reaccionado en ese momento, pero simplemente no sabía la manera correcta de cómo reaccionar, no sabía que hacer, no podía consultar a nadie, si lo hacía con sus padres estaba seguro que nunca en vida dejarían que él volviera a hablar con YoonGi, él es su mejor y único amigo después de todo, si no lo ayuda va a morir, pero si lo pensaba ayudar ¿Cómo iba a hacerlo? Estaba encerrado en un laberinto, el cual podría tener un horripilante final si no lo resuelve rápidamente.

—Jimin, Jimin... ya llegamos. –murmuro aquella mujer con preocupación, había estado llamándolo por unos largos minutos, en los cuales el menor no salía de sus pensamientos. Este sacudió un poco su cabeza hacia los lados soltando una risa nerviosa por la situación. —Ya estabas comenzando a preocuparme.

—Lo siento, estaba pensando en algunas cosas. –respondió avergonzado.

No perdió tiempo, bajo del auto y sin decir alguna palabra más subió las escaleras hasta su habitación, donde simplemente cerro con seguro y se sentó en su cama, recargando sus codos sobre sus piernas mientras sostenía su rostro con ambas de sus manos. Lo único que necesitaba en ese momento era pensar en lo que podría hacer.

Un suspiro salió de sus labios y llevo su vista hasta aquel crucifijo que estaba colgado sobre la cabecera de su cama. —Se que todo lo que YoonGi hace está mal, se que sus pensamientos no son los mejores, pero él es mi amigo. –dijo, como si estuviera tratando de obtener una respuesta de aquella imagen. —No puedo dejar que esto le haga daño ¿O si? Eso no es lo que un amigo tiene que hacer. –su vista seguía en el mismo lugar, buscaba alguna respuesta, pero no había alguna, estaba comenzando a desesperarse.
Había estado por unas cuantas horas meditando lo que iba a hacer, que ni siquiera se dio cuenta de en qué momento sus ojos se cerraron, por lo cual quedó completamente dormido.

[...]

Pequeños rayos del sol entraban por la ventana, cruzaban entre la fina cortina que se encontraba ahí. Un pequeño quejido se escuchó, proveniente de los gruesos labios del chico recostado sobre la cama.

Abrió sus ojos suavemente acostumbrándose a la luz que había en la habitación, le tomo unos cuantos segundos pero finalmente estuvo despierto, soltó un bostezo antes de levantarse y caminar hasta el baño de su habitación, donde lavo su rostro para despertar completamente.

—Genial, me dormí con la ropa sucia. –suspiro y negó suavemente con su cabeza.
Volvió a su habitación y tomo algo de ropa, solo para nuevamente adentrarse a darse un baño antes de ir a tomar su desayuno.

Fueron aproximadamente 25 minutos los que estuvo dentro de aquella habitación, era uno de los pocos momentos donde podía relajarse y lo aprovechaba al máximo. Se sentía un poco más tranquilo después de lo que había pasado la noche anterior, pero con el simple hecho de pensar en ello sentía un pequeño escalofrío recorrer su espina dorsal, en verdad todo aquello sonaba tan tétrico y tan horrible que no quería imaginarse como sería vivir todo eso en carne propia.

Se miró frente al espejo arreglando su vestimenta y su cabello, siempre tenía que estar presentable, en cada ocasión y aun más ese día ya que tendría que ir al templo y presentar los documentos necesarios para poder ingresar al seminario, se sentía nervioso, demasiado a decir verdad. Además podría conocer al cardenal Lee, un cardenal muy importante dentro de Busan.

—Estas listo, Jimin. –murmuro para si mismo y se regaló una gran sonrisa.
Salió de su habitación y ningún ruido pudo ser percibido por toda la casa, eso solo significaba que su padre ya había ido a trabajar y su madre probablemente esté ya en la iglesia.
Al ir hasta la cocina se percató que así había sido, pues aquella nota que dejó su madre sobre la mesa lo decía.
Tomo su desayuno con tranquilidad, disfrutaba demasiado de la comida que su madre preparaba, según él era la mejor en todo el mundo.
Al terminar recogió la mesa y subió a cepillarse los dientes. Cuando estaba bajando nuevamente para está vez poder ir hasta la iglesia logro percibir como el timbre de la casa comenzó a sonar, suspiró y camino hasta allá para ver quién era.

Abrió la puerta y no pudo evitar tragar saliva al verlo. Aquel chico de cabellera negra y pálida piel estaba parado frente a la puerta. —YoonGi, ¿Que haces aquí? –pregunto con un notorio nerviosismo en su voz.

—Quiero hablar contigo, JiMin. –murmuro levantando su vista, viéndolo a los ojos. —Por favor. –pidio. El menor no podía dejar de mirar sus ojos, ¿Acaso siempre habían sido así de fríos?

—De acuerdo, ¿De qué quieres hablar?

—¿Que acaso te dio amnesia? Quiero hablar sobre lo que pasó. –murmuró. —JiMin tu lo prometiste, te dije que si te lo decía tu no te alejarías y lo prometiste. –el menor escucha sus palabras y no podía evitar sentirse mal, era verdad, lo había prometido y en el momento en el que YoonGi tuvo la suficiente confianza para decirle aquello se fue.

—Lo se y lo lamento, pero todas tus ideologías son muy diferentes a las mías, mi religión aborrece todo lo que la tuya permite, eso no está bien, YoonGi. –susurro desviando su mirada por unos segundos hasta otro lugar.

—Yo lo sé, se que tu religión y la mía son dos muy diferentes, tienen distintas ideas y prácticas, pero créeme aún que tú piensas que a la que yo pertenezco es horrible y despiadada, no es así.

—YoonGi, vas a morir... A morir por tu religión, por tus creencias. –dijó mientras sentía como sus ojos se llevaban con pequeñas gotas transparentes.

—Es algo que yo sabía y aun así decidí estar ahí, así que en algún momento tenía que pasar ¿No es así? –comento con demasiada tranquilidad.

—Hyung, eso eso no es lo correcto... –le interrumpió.

—JiMin, ven conmigo por unos días a la iglesia. –el nerviosismo que el menor tenía se hizo más grande ¿Ir a la iglesia donde llegarían a matarlo? 

—No, lo siento. –suspiro.

—Quieres ayudarme ¿No es así? Esta será la única manera. –pidió. —Asi podrás darte cuenta que no es algo tan malo, lo veras por ti mismo.

—Si quieres hacer que cambie mi forma de pensar, créeme, no lograrás nada.

—Yo nunca dije eso, solo quiero que vayas conmigo por unos días, es todo. –suspiró mirándole directamente.

—Tengo que pensarlo.

𝔅𝔩𝔞𝔰𝔭𝔥𝔢𝔪𝔦𝔞 ;✝ 𝙺𝚘𝚘𝚔𝚖𝚒𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora