13-. El Mal Menor

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|13 | EL MAL MENOR

Los arrepentimientos se acumulan como viejos amigos, están aquí para revivir tus momentos más oscuros.

No puedo ver ninguna salida, no puedo ver ninguna salida.

Y todos los espíritus salen a jugar.

Y cada demonio quiere su pieza de carne.

No se celebraron más audiencias ese día. Debido al acuerdo a puertas cerradas manifestado entre ambas partes, se dictaminó que habría una última audiencia al día siguiente para dictar las sentencias pertinentes.

Luego del bochornoso arrebato que había tenido con Zayn, donde Balthazar y los guardias los vieron actuar como críos ferales, Louis se enclaustró en su habitación. Bebió lo que restaba de medicina, incapaz de lidiar con sus violentos pensamientos y la frustración, y pidió a sus sirvientes que no le despertaran hasta el momento de la sentencia o en caso de alguna crisis.

Apenas cayó en la cama se abandonó al sueño, sin luchar por la vigía.

El brebaje lo hizo soñar con un sitio lejano y más tranquilo. Lo transportó a una habitación más familiar, inundada por el perfume fresco y denso de su omega, la suavidad de su piel y el melodioso tono de su risa. En aquella ensoñación tenía el privilegio de reposar sobre el regazo de Harry, de sentir sus manos acariciando su rostro para así exiliar el calor del ambiente con la frialdad de sus anillos. En ese sueño también escuchaba otra risa más aguda y espontánea, más infantil que la de sus hermanas. Un sonido que le calentó el pecho y lo llenó de dicha.

El sueño, para su pesar, se desvaneció poco a poco, hasta que Louis se encontró en aquella cama ajena en la habitación que dispusieron para él. Tenía el cabello pegado a la frente por el sudor, las sábanas lo sofocaban y aunque sentía la leve molestia del dolor adormecido en su rodilla el primer pensamiento que le cruzó por la mente fue la certeza de no tener la energía para afrontar ese día. De no tener la fuerza de voluntad o la sensatez para sobrellevar la situación.

Sin embargo, conforme observaba los rayos de luz colarse entre las pesadas cortinas de la ventana a su derecha, el calor era más palpable en el ambiente y el ruido de la rutina resonaba desde el pasillo, supo que no podía escapar de ese día.

El servicio entró a la habitación y Louis permitió que le ofrecieran el desayuno mientras se alistaba el baño y que se le asistiera en su vestimenta.

Aún era asaltado por los mareos del brebaje cuando salió al pasillo y, como no estaba dispuesto a arriesgarse a consumir otro frasco entero, decidió usar el bastón para hacer su camino hasta la sala de sentencias.

Como los canales de un río, arrastrados por el hechizo del morbo y la curiosidad, los nobles y emisarios entraron también a la sala. Ocuparon los asientos en la fosa de la sala tribunal, moviéndose en conjunto como un mar embravecido dispuesto a tragarse a quienes observaban desde los palcos. En dos plateas que flanqueaban la plataforma de acusados se encontraban la sacerdotisa junto a sus asistentes y en la otra los jueces. En los palcos más lejanos estaban Danielle, Thomas y él, y en el palco adyacente la familia Hadid.

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