𝗦𝗛𝗬 𝗕𝗢𝗬

𝑬𝒍 𝒔𝒂𝒄𝒓𝒊𝒇𝒊𝒄𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑯𝒆𝒆𝒔𝒆𝒖𝒏𝒈

—Jake, no fue así como tu madre y yo te criamos. ¿En qué estabas pensando cuando decidiste ser homosexual? —el hombre pasó las manos por su cara, a punto de colapsar.

                     

—¡Señor Sim, todo fue culpa mía! —le interrumpió Lee de súbito. —Yo fui quien besó a Jake en contra de su voluntad.

                     

—... ¿H-Heeseung...?

                     

—Yo... me aproveché de lo cercanos que somos... y, justo como se ve en la fotografía... lo besé sin su consentimiento. —humedeció sus labios, respirando profundo para intentar aplacar el dolor punzante que sentía en el pecho. —Yo lo besé. Incluso sabiendo que es heterosexual.

                     

—H-Heeseung, ¿q-qué estás...? —el rubio hacía un esfuerzo por no desmoronarse. Apenas y era capaz de darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

                     

—... Por eso vine a disculparme. —el mayor se arrodilló, y apoyó la frente en el suelo como muestra de profundo arrepentimiento. —Lo siento mucho, señor Sim.

                     

—... Lo que le hiciste a mi hijo no tiene perdón, pervertido sinvergüenza. Dañaste su orgullo, y manchaste su nombre. —murmuró el hombre, tenso de la rabia y conteniendo las ganas de golpearle a él también.

                     

—Estoy consciente del daño que causé. Y aceptaré cualquier castigo que usted desee, mientras comprenda que toda la culpa fue solamente mía.

                     

Jake estaba estupefacto. ¡Así no era como debían suceder las cosas! Pero no se atrevía a abrir la boca; su padre estaba como agua para chocolate. Y tenía miedo, porque nunca lo había visto así.

                     

El señor Sim suspiró pesadamente.

                     

—Levántate y mírame. —el tono imperativo de su voz resonó en las paredes. El pelinegro obedeció. —... Hasta que el año termine, aléjate de Jake. —le apuntó, enfatizando cada palabra. —Es todo lo que deseo.

                     

—¿Solo hasta entonces? Señor, se lo agradezco- —Heeseung se había alegrado pues serían solo algunas semanas, pero la mano del hombre se irguió para silenciarlo.

                     

—Y apenas Jake acabe el instituto —continuó —, volveremos a Australia. Y entonces ya no tendré que preocuparme de tu mala influencia nunca más.