Bromas Hirientes

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No había pasado mucho desde que se había quedado sin alguien al que llamar "madre".

Quizás habían pasado un año o dos desde aquella noche en la que se vió a sí mismo perdido en las calles de aquella gran ciudad, bien puede ser que haya pasado más tiempo que ese ¿Pero realmente importaba?

A este punto ya ni siquiera podía recordar el nombre o rostro de su madre, tampoco era capaz de recordar su tacto, mucho menos podía recordar el tono de su voz o aquel que fue su anterior hogar...
Y eso estaba bien.

No todo había sido en vano.

Desde aquella tormentosa noche entre las oscuras y tenebrosas calles de aquella metrópolis desconocida a sus ojos había tenido la gracia, la dicha, la suerte de ser salvado por alguien en particular, alguien que a sus ojos era un héroe indiscutible, un mentor, un amigo, un hermano, un todo para él.
Sí, quizás había perdido a su madre para siempre, pero había ganado a cambio una familia más grande y variada que día con día se esforzaban en darle lo mejor aún si no fuera por los medios correctos.

Estaba mejor que en su antigua vida, con una casa el quíntuple de grande que la anterior, con amigos que ni en sueños le harían daño, con más dinero del que podría necesitar o concebir, teniendo a su disposición toda clase de juguetes, libros, ropa y entretenimiento para su gusto y placer, sin horarios, sin obligaciones, viviendo un día a la vez como todo niño de su edad que encuentra maravilla y magia aún en los lugares más insospechados.

Su vida estaba bien.

Aquella tarde aquel tierno infante se encontraba arrodillado frente a la mesa de centro de aquella sala, dibujando con sus marcadores algunos trazos sobre varias hojas de papel, rodeado por los sofás de cuero vino tinto con cientos de dólares y euros regados entre sus cojines por igual, siendo iluminado por las lámparas de luz amarilla que colgaban de las vigas del techo que conectaban con las paredes de ladrillos entre aquellos inmensos ventanales que daban una vista panorámica del atardecer en aquella gran ciudad, teniendo por compañía el ruido de los programas infantiles que se transmitían en aquella gran televisión sobre la pequeña biblioteca que en la actualidad contaba con diversos peluches y varios DVD's sobre clásicos animados infantiles.

Aquel día había sido tranquilo a su parecer. Había despertado para tomar un cereal con leche mientras veía sus caricaturas favoritas para después jugar y saltar entre la gran sala rodeada de las montañas de monedas de oro, estatuas de deidades antiguas y cuadros de inmenso valor como testigos, imaginando cualquier clase de escenarios en donde él fuera el único héroe y salvador, soñando despierto con todas las posibilidades de aventura que rondan siempre en las cabezas de los niños, hasta llegar al presente, donde se conformaba con dibujar a gusto todo cuanto se le pasaba por la mente, dejando fluir su creatividad como el pequeño artista que era.

El pequeño zorro de pelaje rojizo con orbes brillantes cual esmeraldas no podía evitar sentirse contento, a fin de cuentas, no vivía atado a la rutina de la escuela desde hace algunos meses o años, por lo que tener este tipo de libertad se le hacía más que magnífico a su ver. Sin duda estaba viviendo el sueño de todo infante.

Tomó su dibujo más reciente y tras observarlo detenidamente decidió que esa sería su obra maestra. Le convencía el uso de los colores en los bordes, el detalle del paisaje de fondo y sin duda para él los detalles de la ropa le habían quedado mejor que a cualquier otro niño que hubiera podido conocer.
Se sentía orgulloso, sin duda esto era lo suyo ¿Verdad?

Sus orejas se tensaron tras percibir el sonido del elevador principal dando hacia la entrada de la sala, emocionandose en el proceso puesto que bien sabía lo que eso significaba.

Las puertas de aquel ascensor se abrieron de par en par, revelando así a la pandilla encargada de cuidar del pequeño zorro, sonrientes y con grandes bolsas de dinero llenando el interior del auto azabache que tanto los caracterizaba.
Finalmente habían vuelto de su trabajo.

Daddy's Little Angel ft. WolfickWhere stories live. Discover now