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Los labios de Michael abandonan los míos cuando Lisa lo empuja.

— ¿Qué mierda están haciendo? — Dice ella, con los puños apretados.

Jesús.

Jamás creí que fuese a perder la compostura de esa forma y mucho menos en frente de todas estas personas, pero aquí estamos.

— Señora Manoban... — Tiembla Mike. — No est-tábamos haciendo nada malo. — Se excusa.

Para este momento ya me bajé del balcón.

— Lisa... — Murmuro. — Es suficiente.

Algo se rompe cuando sus ojos me encuentran; como si la hubiese... Traicionado.
Bueno, ella me lastimó todas las jodidas veces, así que estamos a mano.

— Lo siento, Mike. — Le lanzo una mirada de disculpa.

— Es-está bien. — Carraspea, intentando fingir que no le tiene miedo al edificio Manoban que echa humo a su lado.

— Y tú, mamá. — Me dirijo hacia ella. — No te entrometas en esto. Ya soy grande para tener un perro guardián.

Tomo la mano de Michael y nos llevo a un lugar más apacible, en donde no hay rabiosas madres intentando sabotear una posible "amistad" entre él y yo.

— Lo siento. Ella es demasiado sobreprotectora.

— No te preocupes. Sólo me asuste, es demasiado seria. — Nos reímos.

Veo a mi madre salir del balcón con los puños apretados. Se dirige a nosotros.

— El evento terminó. Jane, te espero en el auto. — Me dice.

Asiento y parece que no quiere irse, pero finalmente, gira sobre sus pies y desaparece de la escena.

— Yo... Uhm. Te dejaré mi número, digo, si quieres hacer algo o pasar el rato pronto.
— Mike habla, y trota hacia recepción para luego escribir en un papel su teléfono.

Lo guardo entre mi mano y me despido de él con un beso en la mejilla. Se queda embobado, pero no tengo tiempo de hacer algún chiste al respecto, ya que una muy celosa Lisa me está esperando y si me tardo sólo empeorarán las cosas.

Finalmente, mamá me estaba esperando en el ascensor. Rodé los ojos y me quise meter en otro que estaba al costado, pero me jaló del brazo y me metió en él.

— ¡Lalisa! — Intenté quitármela de encima, pero es imposible; me gana en complexión y fuerza física por mucho. — ¡Déjame ya!

Aún sin dejarme ir, toca todos los botones de los pisos y se acerca a mí a paso lento, como un felino calculando a su presa. Por un momento creí que me golpearía, pero lo que recibí fue distinto.

Me besó.

Sus febriles y rabiosos labios atrapan los míos. Intento alejarme y la empujo, pero no se mueve un solo milímetro. Decidí morder su labio inferior, segundos después, sintiendo el sabor metálico mezclarse en nuestras bocas. Jadea y cuando intento volver a morderla mete su lengua de lleno en mi boca. Lo saborea absolutamente todo; masajea mi lengua y me levanta en brazos, pegándome contra el espejo del ascensor. Instintivamente rodeo con mis piernas su torso y sus manos se dirigen a mis nalgas, apretándolas con fuerza y haciéndome gemir contra su boca. Me maldigo por ello; se supone que tengo que oponer resistencia, no hacer sonidos obscenos.
Nos separamos jadeantes por aire, excitadas.

— Eres mía, Jennie. — Lame mis labios.
— No intentes fingir que no es así. — Al no obtener respuesta, continúa: — ¿Tú crees que él podría darte un orgasmo, con esa fachada que tiene y su pene probablemente pequeño?

— Al menos me follaría. — Sonrío con arrogancia.

Su rostro se endurece y golpea el vidrio que está detrás de nosotras con la palma extendida.

Hm. Me pregunto como se sentirá eso en mis nalgas.

— ¿Así que eso es? — Levanta mi vestido, tomando mi culo. — ¿Todo este escándalo es porque no te follé?

— Oh, no... — Susurro contra sus labios, después pasando a su oído. — La que está haciendo escándalo no soy yo, sino tú.

La puerta del ascensor se abre.
Salgo trotando de la caja metálica bajando mi vestido antes de hacerlo.
Estoy jugando con fuego; de eso soy muy consciente, pero que no se crea con el derecho de controlarme cuando ella también me lastima, me engaña a pesar de que no somos nada.

Es una relación tóxica.

Pero no puedo dejarla.

Cuando llego al auto, Rosé está apoyada en la puerta, usando su celular y riendo de vez en cuando.

— Jennie. — Dice en un tono neutro. — ¿Tu madre?

— Aquí estoy.

Lisa.

Qué oportuna.

— ¡Amor! — Chilla. — Vamos a tu casa, bebé. — Se acerca y susurra, muy audiblemente:
— Te he estado anhelando toda la noche.

Joder.

Las náuseas se instalan en mi estómago y finjo no oír eso cuando me subo al auto. Roseanne nos seguirá el paso con el suyo.

El viaje es silencioso e incómodo.
Estoy mirando por la ventana todo el tiempo, sin siquiera voltearla a ver a ella. Estoy herida, joder, claro que lo estoy, porque cuando llegue los gemidos van a llenar la casa y yo me romperé una y otra vez.

Claro que soy consciente de que besé a Mike, pero, ¿Pueden culparme? Ella la ha cagado un millón de veces y que yo lo haya hecho una sola vez no le da el derecho de actuar como si estuviese lastimada.

— Jen. — Dice, poniendo una mano en mi pierna. — Rosé sólo...

— No tienes que darme explicaciones, Lisa. — Dije, intentando no llorar. — Ya no las necesito, porque ya sé cuáles son. Las mismas de siempre.

Suspira pesadamente.

— No podemos seguir así. — Mascullé.
— Nos estamos lastimando, ¿Qué no lo ves?

— Claro que lo hago, Jennie. Todos los días me repito que eres mi hija y que esto está jodidamente mal... Pero ahora que he comenzado, ahora que te tengo, no puedo dejarte ir. — Susurra.

Estamos tan jodidas con nosotras mismas que no podemos dejarnos.
No cuando nos necesitamos más que el mismo aire que respiramos.

[...]

𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁 𝘁𝗼 𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁 | 𝗝𝗟Where stories live. Discover now