17 • Mentir es lo más divertido que una mujer puede tener sin quitarse la ropa

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CAPÍTULO 17
Mentir es lo más divertido
que una mujer puede tener
sin quitarse la ropa.

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Soyeon observó a Jeongin y al chico rubio, alto, irse de la casa del menor. Se fumaba uno de los cigarrillos de su tía en su habitación mientras se apoyaba en su ventana para ver al par. Ambos entrelazaban los dedos de sus manos al notar a nadie por la calle para, así, cruzar y encaminarse a quién-sabe-dónde.

La chica dejó salir el humo por la nariz y apagó el cigarro al verlo acabarse entre sus dedos. Salió del cuarto para bajar las escaleras y salir al patio. Se ató los cordones de sus zapatillas y cruzó la valla que separaba su casa con la de su amigo. Cayó en el pasto y alzó su mirada para notar que la puerta se mantenía cerrada, por lo que planeó adentrarse por la ventana que daba con el lavaplatos de la cocina. Supo que sería algo incómodo de hacer, pero no había de otra.

Al adentrarse, el silencio acaparó toda su atención. No había nadie.

No iba a mentirse al decir que estaba decepcionada. Había querido tener algún intercambio de palabras con Sarah, pero la última vez fue un intento fallido. Se había topado con ella por los pasillos de la entrada cuando la habían llamado para retirar a Jeongin, después del accidente en su entrenamiento. La había perseguido, agarrando su misma velocidad, pidiéndole hablar por unos minutos, pero la mujer se había negado rotundamente, diciéndole que no debían verlas hablar por nada del mundo.

«Menuda mierda» pensaba con rabia, agarrando un pan que halló dentro de una bolsa, echándoselo con fastidio a su boca. Había tenido que aguantarse el hambre porque su tía llegaría con la cena en dos horas más, y no había nada en su nevera hasta que ella se abasteciera con la mercadería que le permitían sacar en su trabajo en la tienda de conveniencia. Sin embargo, no había sido esa su razón para irrumpir en la casa vecina. 

Subió al segundo piso, rebuscando algún tipo de sonido que delatara el silencio de la casa, y no halló ninguno, lo que significa que Sarah tampoco estaba en la casa.

«Era obvio; ya no trabaja por las noches.»

El doble de decepcionada, se adentró a la primera habitación, viendo que se trataba de la de su amigo. No tuvo ningún interés de seguir husmeando en ella luego de dos minutos, ya que solo había encontrado unas fotos de Jeongin con su madre o con la manada, unos libros de estudio, y ropa desperdigada por ahí. Además, el olor a naranja era pronunciado al haber detectado las cáscaras de varias en su papelera, junto al antigüo walkman de su padre allí.

Salió de allí y pasó a la siguente habitación, la de Sarah, y se sintió vomitar al recordar cuántas veces había entrado para abrirle las piernas en la cama.  

Abrió la puerta reafirmándose que existía la posibilidad de que aquella mujer le mintiera, que le estuviera escondiendo algo, solo porque Soyeon le tenía total confianza a su sexto sentido, a sus corazonadas y presentimientos. «No por nada me ha estado evitando por las noches. Ella nunca declina una sesión de sexo» se hablaba a sí misma con coraje.

Su curiosidad la llevó primero a su ropero, toqueteando prendas de allí para allá. El segundo lugar que visitó fue el cajón de su mesita de noche, en donde no halló nada más que labiales y otros aretefactos que no iban al cabo. Luego se dejó llevar por el pequeño escritorio que había en el otro extremo del cuarto, pero solo halló cuentas por pagar y otros documentos por estilo.

Entonces se agachó para ver debajo de la cama, encontrando un cajón.

Deslizó el cajón para revisar todas las carpetas que ahí habían, y sintió un escalofrío enfermizo al entender que eran —en su mayoría— documentación de la familia. Ficha de nacimiento de Jeongin, su alta en el hospital, papeles de matrimonio, papeles de divorcio, papeles de demanda por pensión de alimentos incompleta, certificados de estudios de Jeongin y su madre. Y todo ello le hizo revolver el estómago, pensando en que estaba viendo la vida de otros pasar por sus ojos, en pedazos de papel.

F.U.C.K • minsungWhere stories live. Discover now