Capitulo 41

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Me despierto abruptamente y me quedo sentada en la cama.

La oscuridad inunda hasta el fondo de mi cuerpo, hasta la última célula de la piel de los dedos de mis pies. No puedo ver nada, a no ser el contorno del señor Oso, que yace sobre la repisa a un lado derecho de mi cama, justo frente a la ventana de donde sale un rayo de luz que proporciona la leve visión.

Otro ruido me hace salir de mis vacilaciones y giro la cabeza lentamente hasta la puerta. Por la rendija inferior, no entra ningún poco de luz, y saco por conclusión que no es Zoey.

Ella le teme a la oscuridad.

Así que debe de ser mi hermano pequeño, o quizás mi madre, pero justo cuando estoy por tragármelo, escucho como la puerta que da al patio trasero se abre.

Descarto, también la posibilidad de que sea el pequeño, porque...¿Qué haría a estas horas en el jardín? Si fuera él, probablemente, se pondría a jugar a sus estúpidos videojuegos en la sala y lo único que escucharía, serían esos disparos falsos e indefensos.

Por lo que la curiosidad dentro de mí, despierta más de lo que hace mi cerebro y me encuentro bajando de mi cama. El suelo está helado y me cala hasta los huesos que siento como el escalofrío recorre mi espina dorsal. Camino y giro el pomo de la puerta de mi habitación.

Estoy acostumbrada a dormir con la puerta cerrada desde que tengo 6 años.

Asomo la cabeza por el umbral de la puerta y echo un vistazo hacia el piso inferior. Lo único que puedo ver, es la mitad de la escalera, iluminada por la ventana que da frente a ella. Tomo aire lentamente y bajo las escaleras con la misma timidez, desconfianza, y sigilo, que tendría un niño de 4 o 5 años, la primera vez que entra al jardín de niños.

El tacto que siento cuando poso mi mano en el pasamanos, es frío y me obligo a agarrarlo con fuerza. Aún estoy medio dormida por lo que no sé si estoy bien para mantenerme sola o no. Mis dedos se deslizan por la madera y cuando llego al piso inferior, esta cruje y da a conocer que he llegado.

Mi corazón no deja de sonar en mi cabeza, y lo único que quiero es que calle. Me hace perder la noción de lo que hago y me desconcentra.

Giro mi cabeza hasta que llego a la cocina. La puerta que está justo a un lado, es la de mi madre. Mi hermano tiene su propia habitación justo frente a la de Zoey y yo, en la planta de arriba, pero él es tan miedoso que sigue durmiendo noche a noche con mi madre.

Aunque debo admitir que yo daría todo por pasar una noche tranquila como él.

Tomo aire y sigo caminando ahora, hasta la puerta de la cocina. Me asomo lentamente y veo que no hay nada de que preocuparse. Sobre la mesa, hay un plato con un trozo de queque que sobró de la cena.

En mi rostro aparece una sonrisa y es porque desde siempre me han encantando los dulces. Pensé que se había acabado, ya que no alcancé a llegar a la cena porque salí con Adrien hoy.

Me siento en la encimera y tomo un trozo de queque. La miga se mete entre mis dedos y me lo hecho a la boca. Sigue teniendo el mismo gusto que hace unos años. Mamá solía preparárselo a mi padre cada dos semanas. Decía que un gusto entre la pesada vida, no iba a ser nada.

-Déjame tomarlo, Zoey-Decía el cuando mi hermana estaba a punto de sacar el manjar de dioses-Que te puedes quemar.

-Ya no tengo 5 años, papá-Reprochaba ella-No me quemaré.

-¡Pero yo sí!-Gritaba el pequeño y bastaba solo eso para que todos estalláramos en carcajadas.

Pero de pronto recuerdo que mi padre se fue.

Pronto recuerdo que mi madre dejó de cocinar porque cada vez que lo hacía le recordaba a él.

Suelto el pedazo de queque que aún queda en mis manos y este cae al piso, haciendo añicos en la cerámica blanca y ensuciándolo todo. Sigo un pedazo aún en estado de shock y veo que este cae cerca de un rayo de luz que sale por una puerta.

La puerta que da al jardín trasero.

De pronto, todo me cae encima y recuerdo lo que he venido a hacer.

Me bajo de un salto de la encimera y caigo al suelo. Mi tobillo se tuerce y ahogo un gemido dentro de mi para no despertar a los demás. Me levanto y camino hasta la puerta con el tobillo palpitando en su totalidad.

Cegada por el dolor, giro la manilla y empujo lentamente hacia fuera. El foco me nubla la vista y alzo la mano hasta taparme los ojos. El poste de la calle está justo frente a nuestra casa, así que me llega completamente.

Bajo la mano lentamente y esta cae rozando la tela de mi pijama rosado. Aunque no sea más que una remera roja de unas 5 tallas más grande que la que uso normalmente. Me llega aproximadamente hasta la mitad de los muslos, y me siento más libre que nunca.

Aunque ahora parezca una prisionera.

Abro los ojos y de inmediato deseo no haberlo hecho.

Sentado, sobre la mesa plegable de verano, está Luka. Disfruta alegremente de un trozo de queque que se ha dejado en un pequeño plato de porcelana.

Mis puños se envuelve lentamente casi inconscientemente, y me los escondo detrás de mí, en la espalda. Cuando aprecia notar mi llegada, se gira y sonríe.

-Por fin llegaste, Chloe. Pensé que tendría que ir a buscarte si demorabas cinco minutos más-Murmura mirando mis ojos mientras se sacude el pantalón.

-¿Qué haces en mi casa, Luka?-Pregunto sin abrir la boca. Aprieto los dientes fuertemente.

-¿No querías verme?-Dice y se levanta de la silla.

Doy un paso atrás pero él me alcanza rápidamente, tomando mis muñecas desde la espalda. De modo que tengo sus codos en mi cintura y estoy atrapada.

-N-No-Tartamudeo-¿Por que tendría que...?

Sus ojos están más oscuro y extraño casi en demasía esos ojazos que tiene. Siento su respiración contra mi rostro y cierro unos segundos para soportar.

-Porque yo sé, que siempre...-Dice lentamente y se acerca más hacía mi, muevo la cabeza y esta choca con la pared a mis espaldas.

Luka me suelta una mano y me la afirma con la otra. Levanta la mano libre y me gira la cabeza apoyando el pulgar y el índice en mi barbilla.

-Siempre me quisiste a mí-Continua.

Y dicho esto, gira completamente mi barbilla y me obliga a mirarlo atentamente. Acerca su rostro al mío y mi corazón late más rápido, siento que se saldrá de mi pecho, de mi cabeza, siento que me desvanezco...

Pero justo cuando sus labios están a unos milímetros de mis labios...

Despierto

Déjame sin palabras (Adrichloe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora