໒꒱𝟬

332 34 3
                                    


En medio del silencio, el vikingo alcanza a escuchar un golpe seco que proviene de una estrecha mesa ubicada en una esquina de la habitación, cuya tela oculta algo —o a alguien— allí abajo. El vikingo mira a sus amigos y sonríe, caminando con sumo cuidado hacia aquella madera desvencijada.

Observa allí —por medio de una rendija— a un monje agazapado, cuyos brazos protegen algo con ahínco. Extiende entonces su mano y lo toma de la sotana, sacándolo de aquel estrecho rincón para, posteriormente, abandonarlo a un lado, a la vista de todos.

¡No me mates, por favor! —exclama el monje y uno de los vikingos, con la cara arrugada, ojos grandes y boca rota, da un paso adelante.

—Habla nuestra lengua —observa.

Vante desvaina una pequeña daga y apunta a la garganta del monje, mirándolo con ojos curiosos y enfadados.

—¿Cómo es que hablas nuestra lengua? —le increpa y el monje entrecierra los ojos, observando el arma.

—Por mis viajes —informa, pasando saliva—. Se nos pide que viajemos para llevar la palabra de Dios. —Hace una pausa, mirando a los ojos del vikingo—. Por favor no me mates.

Vante flaquea por unos segundos antes de retroceder y guardar su daga nuevamente.

—¿Qué es eso? —pregunta, refiriéndose a lo que el monje sostiene desde hace un rato entre sus brazos.

—Un libro. El evangelio de San Juan. Quería salvarlo —añade, presionando el libro contra su pecho.

El vikingo frunce el ceño y se lo arrebata, pasando página tras página. Volteándolo de arriba abajo, de un lado a otro.

—Aquí no hay nada de valor. ¿Por qué elegiste salvar esto? —interroga y el monje calla, aterrorizado. Vante, que no tiene tiempo para absurdos silencios, le toma de la sotana, obligándolo a levantarse—. ¿Por qué?

—Porque... —Toma aire, con el cuerpo estremecido—, porque sin la palabra de Dios estaría perdido. Su palabra es luz en la oscuridad.

Vante no puede romper el contacto visual, seguro de que aquel hombre no tiene ni una pizca de malicia ni intención alguna de mentir. Sabe que, lo que ha salido de su boca, ha sido con seguridad, esperanza y —extrañamente—con algo de orgullo.

—Taehyung. —Escuchar su nombre de la boca de su hermano lo hace aterrizar. Devuelve el libro de vuelta al pecho del monje y se gira en punto—. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué no lo has matado?

—¿Ya terminaste de buscar alrededor?

El vikingo, alto, con apenas músculos, pero mirada agria, se encoge de hombros, esbozando una sonrisa burlona.

—No hay mucho aquí. No hemos visto ni a una sola mujer siquiera.

—Creo que son sacerdotes de su Dios —concluye Vante.

El silencio se prolonga por varios segundos, mientras el vikingo asiente y pasa la mirada por la habitación, volviéndola al monje.

—Entonces, ¿por qué no lo has matado? —increpa, tomando el hacha que suele atar en su espalda. El monje se sobresalta, ahogando un chillido—. ¿Quieres que lo haga yo?

—No seas tonto, Roowon. Nos sirve más vivo... —Mira sobre el hombro al monje, que está contra la pared, con los ojos cerrados y murmurando algo ininteligible para él—, para venderlo como esclavo.

Roowon ríe.

—No sé qué sucede, pero lo mataré yo —dictamina, caminando hacia el monje. Sin embargo, Vante no se mueve ni un ápice, empujándolo de vuelta.

—Te lo prohíbo.

—No puedes prohibirme nada, hermano.

—¿Por qué te importa? No es el primer esclavo que nos llevamos, ¿o sí, hermano? —replica y Roowon pone mala cara—. Lo llevaremos a casa.

Roowon se muerde el labio interno, conteniéndose. Sabe que su hermano es selectivo, inteligente. Odia eso, porque le da una ventaja sobre él. A los ojos de su padre y de los demás, Taehyung, su hermano menor, siempre será el mejor. «Se convertirá en un gran conde como su padre, si no lo matan primero...»

Furioso, se vuelve hacia una cruz que cuelga en la pared, partiéndola en pedazos con su afilada hacha. Solo bastan dos golpes para reducirla a tres partes, imposible de reconstruir. Luego, camina en zancadas hacia el monje, braveándole en la cara.

—Eso es lo que pienso de tu Dios.

El monje, sobresaltado, baja la cabeza y solloza. Sin embargo, Vante no le permite derrumbarse de más. Le toma del brazo, lo obliga a salir del monasterio y caminar cuesta abajo, agrupándolo junto a los demás monjes que pronto servirán como esclavos. Aunque bien sabe que, en manos de otros vikingos, terminaran muertos.

—¿Cómo te llamas? —le pregunta al monje cuando se hallan en el bote.

El monje lo mira con ojos tristes y lagrimosos. Aunque sus manos y pies están atados, aún conservaba el libro contra su pecho, siempre allí, como si fuera alguna clase de escudo.

—Seikyoku. 

Naabot mo na ang dulo ng mga na-publish na parte.

⏰ Huling update: Aug 02, 2023 ⏰

Idagdag ang kuwentong ito sa iyong Library para ma-notify tungkol sa mga bagong parte!

vikingos » taekookTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon