𓇊Epílogo𓇊

19 1 4
                                    

En mi suposición errónea de alguien muy, muy apartado a esta historia, pero que le satisface el regocijo de esta, me veo en la obligación de escribir que algunas cosas más significativas pasaron.

La obviedad de todo esta historia es que las trampas, no siempre resultan o si lo hacen, no puede durar para siempre. Pero hay cierta predisposición, y es que cuando la víctima se cansa de sus victimarios, los papeles se pueden invertir.

Mientras que Alía y Aliana, lidian con no ser las protagonistas en esta historia, la Magia, cuyo nombre propio, que exactamente ese que acabas de leer. Se ha decidido por enfrentar su destino, que, si bien ya está escrito, ella sabe que la pluma para tachar, borrar y reescribir cuelga de su cuello.

Magia

El sonido de mis propios pasos es excitante por los corredores del plano carcelario, cada resonar del tacón avisa mi llegada a la mujer que se divierte viéndome a través de espejos, de atravesar su mano y moverla sobre mi cabeza.

—Pensé que te haría más ilusión ver a tu hija, sin duda, no esperaba globos ni trompetas, ¿pero esa cara mami? Al menos hazle creerme creer que te causo felicidad, eres buena fingiendo eso.

—¡Pero mira! Mi preciosa hija decidió visitar a su madre —habla entrando en papel tal como se lo pido.

No cambia.

—Quiero disculparme por tardar, ha sido difícil desarrollar instinto de familiaridad con una mujer cuyo propósito es destruirme —hablo con igual tono irónico y se levanta a mi cercanía.

—¿Quieres ponerme al tanto de tu vida? Las pantallas de esta jaula pierden señal muy fácil. —se queja y asiento.

—Yo no hago favores, pero puedo cambiar de opinión, solo quiero algo.

—No fingiré ser tu mami, terminarás diciendo que lo hago mal y que soy la peor del mundo, así que ahórratelo —dice volviendo al trono que se construyó con la propia arena de la habitación.

Nunca vine, cuando Layana y sus hijos se sacrificaron para encerrarla, nunca me atreví a verificar su estado.

—No sabía que había que pedirle a una madre que finja serlo, ¿Qué eso no se da por hecho que lo es? —pregunto y le resta importancia.

—Lo soy, de Aliana y Alía. Tú no eres ninguna de ellas.

—Bueno, tengo el mismo rostro, pero gracias por notar que no soy ellas, no me gustaría ser tan desgraciada como lo son ellas.

—¿Qué les hiciste a mis hijas?

—Les devolví un favor, nada más. Pero no temas por esa cuestión, arreglaré la pantalla para que lo puedas ver por ti misma, lo que quiero es un porqué, no importa lo que sea, dime por qué, y no se van a mentirme, porque seguro eso me destruirá.

—Si tú lo pides —sonríe con el placer de soltarlo.

Soy un ser que todo lo puedo saber, pero necesito más que solo verlo, porque a veces desconfío de mi capacidad de interpretación, considerando que puedo sobre interpretar las cosas y lo de siempre, cuando ella me suelte todo me estará dando el mismo poder a mí.

—Tú no debías nacer, eres un error y tuvimos que pagar las consecuencias de eso —empieza y sí, ya lo sabía.

—Ustedes eligieron eso, ¿Por qué es contra mí?

—Porque tú desafiaste todo lo que no debías, ignoraste la tradición, rebelándote contra tu destino, destruiste a nuestra familia.

—Yo no decidí nacer, no elige ser la consecuencia de su desobediencia. Ustedes sabían que no podían adelantar las cosas, que la tríada de universos no se debía continuar, ¿Por qué es mi culpa algo que ustedes eligieron?

Eternidad es ÉpicaWhere stories live. Discover now