Donde la ganadora de los septuagésimos juegos debe ir al vasallaje a proteger al Sinsajo, aún cuando significa morir junto a la persona que ama.
Sabía que ese cabello dorado y sonrisa pretenciosa la sentenciarían a muerte.
***
Ubicada en el univer...
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Todos aquí vamos a morir.
Creo que la mayoría lo tiene bastante claro.
Pero por alguna razón en aquel momento no parecía que así fuese.
Estábamos esperando por nuestras sesiones privadas con los vigilantes, tenía recuerdos muy angustiantes de esta instancia, pero en aquel momento todo se sentía más ligero. Finnick estaba a mi derecha y justo en las bancas de atrás se encontraba Johanna junto a Blight, su compañero, estábamos hablando los cuatro mientras los primeros distritos entraban a sus demostraciones. Lo gracioso era que, mientras los otros parecían nerviosos, nosotros reíamos como si fuéramos niños.
—Okey, escúchenme.— Johanna nos hizo callar.— ¿Y si entro desnuda?
No pude evitar soltar una sonora risa, aunque me gané un par de malas miradas de algunos de mis contrincantes. Me causó especial gracia porque Johanna me había contado de su interesante encuentro en el elevador con los últimos ganadores, y que al parecer eso no le había agradado mucho a la chica en llamas.
Independientemente de si participábamos de la rebelión o no, todos teníamos en común algo esencial: queríamos sabotear los juegos y evitar a toda costa que estos se realizaran. Esto significaba que nadie se estaba tomando las sesiones muy en serio, sino que bromeábamos con qué cosa estúpida podíamos hacer para darles un espectáculo.
Quizás el humor era nuestro mecanismo de defensa o quizás solo estábamos resignados a morir, lo único de lo que tenía certeza era que se sentía bien no tomarle el peso al asunto. En mis primeros juegos lo pasé increíblemente mal, me sentía sola y perdida, pero esta segunda vez estaba más acompañada e incluso tenía otra motivación.
—Eso sí que sería... innovador.— comentó Blight.
Lo miré, me sorprendió que en aquel momento estuviese hablando tan animadamente con nosotros, ya que sabíamos que él no estaba para nada entusiasmado con estos juegos, ni siquiera se había presentado a los entrenamientos. Aún así, Johanna me había dicho que sí estaba participando de la rebelión. Al menos me alegraba de que estuviera distrayendo.
—Sea lo que haga allí dentro, sé que quedarán impresionados.— bromeó Finnick con su humildad tan característica.— Podría recitarles un poema y los conquistaría a todos.
—Oh sí, los privilegios de la gente hermosa.— le seguí el juego.
—¿Ya decidiste qué harás?
—Honestamente no tengo la menor idea.— suspiré.— Clifford me pidió que hiciera algo con algún arma, pero la verdad no lo sé.
—Yo sé de algo que podrían hacer juntos ahí dentro.— Johanna ensanchó su sonrisa.— Sería un gran espectáculo.
La miré incrédula, a veces se me olvidaba que yo también podía ser blanco de las bromas para nada sutiles de la chica.
