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Capítulo dos: El dragón.

Rebeldes rayos de luz se cuelan por la diminuta ventana de la biblioteca, cayendo sobre mi rostro sin piedad. Y eso, extrañamente, me molesta hoy más que nunca. Levanto mi mano tratando de cubrirme un poco la cara del exceso de luminosidad, para así continuar con mi lectura.

No lo consigo. Eso me frustra.

«Centellas»

Desde hace un rato que estoy desconcentrada con mi mente volando lejos de aquí, haciéndome varias preguntas internas:

1-¿Por qué no se convirtió en piedra?

2-¿Por qué razón sigo viva?

3-¿De qué mentira estaba hablando?

Sigo alterada por la inesperada aparición de anoche. Luego de eso, no pude pegar ojo en toda la noche. Cada vez que pestañaba me parecía verlo de nuevo en la oscuridad, con esa apariencia siniestra y esa frialdad que transmitía. Intenté calmarme hasta que, llegó un momento en el que sentí el ambiente tan pesado a mi alrededor, que no podía estar acostada y me levanté de la cama. Tampoco quería quedarme quieta con las dudas rondándome en la mente, por lo que hice lo que mejor se hacer, investigar, indagar.

Aunque siempre prefiero hacer esas cosas en mi habitación, hallé más provechoso hacerlo en el escritorio de la biblioteca que está al lado de los estantes, puedo utilizar el espacio a mí favor. Miro la gran cantidad de libros y pergaminos replegados sobre ella, abiertos de par en par, tantas letras que no ayudaron en nada.

He leído miles de párrafos, enunciados, citas y, no tienen la información que busco. Paso ambas manos por mi cara, tratando de relajarme. Suelto un suspiro cansado, y dejo caer la cabeza hacia atrás mientras estiro mi cuerpo. Mis uñas también han sufrido, están rotas en su totalidad. A causa de mi nerviosismo, las muerdo inconscientemente de forma repetitiva.

Estoy agobiada, y lo peor es que no puedo hacer algo al respecto. Ni tengo con quien dialogar sobre el tema, Arriety para responder a mis preguntas es un cero a la izquierda seguido por coma. Evade cualquier cuestionario que le hago sobre el exterior; inclusive en una ocasión intenté sacarle algo sobre mis padres, pero no dijo nada, cambió de tema tan rápido, como si de algún tabú se tratara. Lo hallé extraño al principio, luego me di cuenta de que no servía de nada entristecerme, escuchando sobre ellos.

Me consuela diciendo que no tiene importancia.

Volviendo a lo importante, quiero saber a qué especie pertenece.

Me desconcierta, es demasiado avispado. Escabullirse de un dragón sin morir en el proceso, no es una hazaña que muchos pueden conseguir. Porque mi guardián está intacto. Cuando estaba aseándome en la mañana, escuché un ruidoso rugido. Sigue vivo, y tengo la certeza de que no es tan descuidado como para dejarle colarse en mi habitación en medio de la noche.

Tomo una bocanada de aire y la suelto casi al instante, indignada. Lo bueno es que no ha regresado, eso es un alivio. No obstante, no sé con exactitud cuánto durará esta calma.

¿En verdad deseo esta tranquilidad atormentante?

Meditar y meditar sobre lo acontecido en cada momento llega a ser insoportable. Puede que sea exagerado hacer eso, pero, cuando estás en la misma habitación por tanto tiempo hasta las situaciones insignificantes le dan algo de significado a tu rutinaria vida.

Vives en una mentira.

Sus palabras parecen hacer eco en toda la habitación.

¿Será cierto todo o solo lo dijo para confundirme? La segunda opción parece lógica. La primera, aterra.

La maldición de EsmerayWhere stories live. Discover now