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Capítulo tres: El monstruo.

—Sabía que ibas a regresar.

En serio, lo sabía. Algo en mi interior lo predijo en el momento en que lo vi desaparecer.

El cabello le cae encima de sus tupidas cejas con suavidad. Su pálida piel contrasta con lo oscuro de su traje y, debo admitir que nunca había visto una tela de ese tipo. Tan reluciente y a la vez, sin adornos brillantes ¿Será alguna piel de animal que no conozco? He leído que los seres poderosos visten las pieles de las bestias que han derrotado para así demostrar su superioridad.

Es alguien de gran influencia, sin duda alguna. Desborda seguridad y nada de temor.

Eso me intriga de este hombre, en realidad. ¿Cuánto poder poseerá para estar tan relajado? El dragón está a escasos pasos de aquí, y él lo sabe, tengo esa seguridad. Entonces ¿Es lo suficiente veloz para escabullirse sin ser descubierto? ¿O tiene la habilidad de desaparecer su presencia? Es decir, su aura mágica. Solo los realmente poderosos pueden conseguirlo.

Todos los seres vivos nacen con ella, lo que sucede es que algunos no la desarrollan del todo, como los seres humanos, comunes y corrientes. Casi mi especie entera, quienes desde el principio de los tiempos no pueden hacer nada espiritual, ni mágico; tan solo tienen la capacidad de hacer lo que sus cuerpos le permiten. En otras palabras, sus capacidades físicas.

Aunque eso no significa que sean débiles, el no ser especiales les ha permitido poder expandirse ante las disímiles posibilidades. Debido a eso han aprendido, a través de los años, a erguirse ante las dificultades que conlleva existir en un sitio donde quien maneje la magia, los hechizos y las maldiciones, encabeza y somete todo lo demás. Por lo que, ya hartos de ser explotados incrementaron el nivel de rigurosidad a la hora de entrenar en las legiones de caballeros, y han brindado mejor protección a las ciudades imperiales. Todo sin poseer ningún don excepcional.

Sin embargo, todo tiene sus excepciones. Existe un porcentaje notable de la humanidad que sí desarrollan estas habilidades. Eso fue un gran descubrimiento en esa época-aún sigue siéndolo- que ayudó aún más a la humanidad a asentarse en un lugar estratégico en el mundo. Lo único que faltaba era organización, por eso, los sabios determinaron que estas personas debían ser nombradas y divididas por distintas clases. Y así se hizo.

Los hechiceros están en el último puesto con habilidades básicas para concebir hechizos y pociones mágicas sin dificultad. Luego les siguen los profetas con poderes mentales como: la comunicación con animales, predicción del futuro y en algunos casos, hipnotismo. Seguido van los magos, más poderosos que los anteriores con dones de transformación, encantamientos avanzados de protección y defensa; algunos incluso pueden desarrollar control astral, que consiste en manipular seres mágicos como centauros y ninfas del bosque.

Y, en los primeros lugares están los médiums o magos santos, que utilizan la gracia del Dios Airelim y la Diosa Marantis como energía pura; y los de sangre azul, o como todos los conocen: la realeza, con la misma magia que estos.

Existe un grupo del cual casi nadie habla. Está prohibido siquiera mencionarlos. Hasta en los libros no detallan a la perfección lo relacionado con ellos. Sin embargo, hace unos meses descubrí un compartimento secreto en uno de los estantes de la biblioteca, donde encontré unos pergaminos antigüos con informes particulares sobre criaturas y seres mágicos.

Ahí especificaba sobre ellos:

"Infames: conjunto de seres humanos (poco confiables) con habilidades extrañamente relacionadas a Pandemónium. Tienden a ser violentos y recelosos con otras especies y comunidades.

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⏰ Last updated: Sep 10, 2023 ⏰

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La maldición de EsmerayWhere stories live. Discover now