Ascenso

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(Au Moderno)

***



"¡Tengo buenas noticias, Aoko! ¡A partir de ahora te voy a ascender de tu puesto!"

La niña de coletitas de ocho años fue interrumpida por el revoltoso de siete años quien la interrumpía de construir su castillo de arena en el arenero del patio en común de la vecindad.

Sus ojos azules le dieron un vistazo a su ropa. Otra vez sucia a más no poder. No importaba que su madre esté saliendo con un adinerado y carismático hombre de negocios, aquello no parecía afectar en su comportamiento y modales.

"¿De qué estás hablando?"

"¿Qué no me escuchaste? ¡Voy a subirte de rango, secuaz!"

Aoi y él, junto con sus demás amigos, habían vivido toda su infancia en el mismo vecindario. Siempre que podían salían a reunirse y jugar todos juntos. Entre todos, era conocimiento común que el niño conocido como Inosuke Hashibira solía dejarse llevar en cualquier fantasía infantil que se les ocurriera al momento. Desde que apenas aprendiera a hablar, el muchacho de ojos verdes se denominaba así mismo como el rey del patio y a los demás, sus esbirros que lo obedecían a cualquier mandato. Al tratarse de uno de los más pequeños, la mayoría le seguía el juego, con excepción de la niña de coletas azules, cada vez que el pelinegro se pasaba de su "actuación".

Aún así, el molesto niño siempre se consideró así mismo como el Jefe y señor de todos ellos, y no parecía que aquello cambiaría en mucho tiempo... 

Según lo que su mejor amiga Kanao le decía, Inosuke parecía tenerle cierta preferencia a ella entre todos sus "secuaces". 

En un principio, Aoi no era más que la nombrada "¡Secuaz enojona o gritona!" quien siempre le llevaba la contraria al de un año menor que ella. No fue sino hasta que su madre le enseñó a cocinar el año pasado (comenzó a llevarle comida a sus amigos) que el infante de ojos verdes la empezó a llamar "Secuaz Cocinera", obligándola todos los días a alimentarlo a él y solo a él, para la negativa y fastidio de la nena de cabello negro recogido. 

Cuando todos entraron a la escuela (en diferentes grados, respectivamente), debido a que en un inicio a Inosuke le iba mal en sus materias (no era el más conocido por su inteligencia en su grupito),  la niña de ojos azules solía ayudarlo en lo que no entendiera al final del día, ya sea en su casa o en la suya, por lo cual el mismo empezó a llamarla "Secuaz Lista". 

Así que un "ascenso" no era lo más extraño que le podría proponer.

Eso pensó hasta que el muchachito le acercó cierto objeto a la cara, casi picándole un ojo en el proceso.

"¡TEN!"

La pequeña de ocho añitos miraba la cosa entre sus pegajosas manos, no muy impresionada.

"¡Oye! El GRAN Inosuke te está regalando algo. ¡Ahora es tuyo, así que AGÁRRALO!"

El supuesto obsequio se trataba de un anillo de dulce, donde la parte en la que iría la joya era caramelo como el de las paletas... No obstante, en el sitio donde estaría la piedra preciosa comestible, había una bellota brillante que parecía haber sido atravesada por el palito donde tendría que estar dicho dulce.

"¿Dónde está el caramelo?"

"¡Ah! Tenía hambre, ¡así que me lo comí!"

Aceptando esa respuesta, Aoi, por fin tomó el improvisado anillo y se lo puso en el dedo. Inosuke la vio y sus verdes ojos brillaron de la emoción.

"¡Bien! Ahora dejarás de ser mi secuaz para convertirte en la esposa y reina del gran Jefe. ¿Entendiste, Aoki?"

"Aoi"

"Aoi. ¡Eso dije!"

La voz cantarina de un elegante hombre empezó a llamarlo, a lo cual el niño pelinegro puso los ojos en blanco antes de despedirse de su nueva "prometida".

"Recuerda, Aoko, ¡ahora solo puedes casarte conmigo! ¡Adiós!"

Una vez que desapareció con el novio de su madre, la jovencita de coletas se quedó viendo al improvisado anillo de compromiso por un tiempo antes de quitárselo y guardarlo en su bolsillo para volver a seguir jugando con su castillo en el arenero.

Solo así era más fácil jugar con sus dedos libres... No era porque quería evitar que se le perdiera entre la arena o algo parecido...


***


Varios años vinieron y pasaron.

Cuando la gente la visitaba a su nuevo hogar, muchos le preguntaban porqué, todavía, seguía guardando ese viejo y desgastado anillo. Especialmente, porque su esposo hace mucho que le había comprado uno nuevo y más apropiado para el día de su boda.

Cada vez que le preguntaban lo mismo, en el sillón de su gran sala, tan solo se encogía de hombros, una gran sonrisa apareciendo en su radiante rostro, mientras el rojo invadía sus mejillas al igual que dulces recuerdos nostálgicos.

Aún sin responder las dudas de sus visitas y con una actitud emocionada, decidía mejor, terminarse el resto de su bebida, para después, acostar su cabeza en el pecho de su marido, preparándose para escucharlo contar su anécdota favorita un millón de veces más.

InoAoi Oneshots 🐗💙Où les histoires vivent. Découvrez maintenant