CAPÍTULO 14.

926 97 58
                                    

Olive me despertó muy temprano por la mañana con suaves golpes en la puerta.

Me apuró para vestirme con un vestido sencillo de color vino y mandil blanco igual que el suyo y después de eso me condujo en silencio hacia el comedor de los sirvientes donde tomamos el desayuno que consintió en gachas de avena endulzadas con miel, fruta, té y pan recién horneado.

Olive dijo que el consejero Clifford le había pedido que me enseñara cada obligación que una sirvienta debía cumplir dentro del palacio real.

Me vi siguiendo a Olive toda la mañana de un lado al otro por los pasillos y habitaciones del palacio. Cambiando sábanas por otras limpias, quitando el polvo de las habitaciones de huéspedes, llevando y trayendo bandejas vacías a la cocina. Vaciando orinales, limpiando chimeneas, acomodando libros y papeles en la biblioteca y llevando ropa a la lavandería.

El almuerzo llegó después de mediodía y en ningún momento había visto al consejero Clifford o al príncipe Luckyan y eso me preocupaba, ¿Acaso se habían olvidado de mí?

Cuando me senté en una de las mesas de madera junto a los demás sirvientes, jamás me había sentido tan frustrada, molesta y cansada en toda mi vida.

Los demás sirvientes eran amables, habían preguntado mi nombre y eran simpáticos la mayor parte del tiempo al saber que era la nueva ahí, aunque todos se encontraban yendo y viniendo de un lado al otro cumpliendo con sus deberes, así que tampoco había tenido mucho tiempo para conversar con ellos.

—Josephine, iremos a la lavandería después del almuerzo, necesitan ayuda y nosotras somos las únicas disponibles — me informó Olive con una sonrisa, sonreí a mi vez y asentí.

Olive también era muy amable, estaba dispuesta a ayudar a todo el mundo de ser necesario y yo admiraba eso.
Tal como había dicho Olive después del almuerzo ella y yo nos dirigimos a la lavandería que era un espacio descubierto en la parte trasera del palacio.

Y por fin, después de varios días encerrada en una celda fría y oscura pude sentir la brisa limpia del bosque y el sol calentando mi piel.

Respiré hondo.

El olor a cedro y detergente llenó mis pulmones y por un momento, solo por un muy pequeño momento se sentí de nuevo libre.

Con montones de sábanas sucias nos dirigimos había junto a las demás mujeres que lavaban sin descanso y entre platicas animadas en una fila de agua y espuma.

Mientras enjabonaba y tallada aquellas sábanas para deshacerme de las manchas, un pensamiento un poco denso cruzó mi mente. Quedarme ahí no parecía ser mala idea, el trabajo era pesado, pero nada que no pudiera manejar adecuadamente en un par de días. En ese lugar nos servían tres comidas calientes al día, nos proporcionaban ropa y calzado y nos pagaban de forma casi justa. Las personas eran amables y no se metían contigo o al menos no lo habían hecho conmigo hasta ahora.

Sí, cualquier persona podría llegar a acostumbrarse a eso.

Por primera vez en mi vida me permití pensar en algo mejor para mí, por primera vez me estaba poniendo como prioridad, sin embargo, eso me hacía sentir egoísta, me hizo sentir una basura.

No podía detenerme a pensar solo en mí cuando Theresa estaba desaparecida, probablemente sola y asustada, mientras mi madre todavía continuaba con el monstruo de quien se hacía llamar mi padre.

Las lágrimas rodaron por mis mejillas hasta la blanca espuma de jabón donde se perdieron sin más.

¿Acaso podía hacerlo?

LA REPOSTERA & EL REY [LIBRO #1] [TERMINADO ✔️]Where stories live. Discover now