Capítulo 12: Retrato.

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NARRA GINA

Ha transcurrido una semana y media desde el incidente en el castillo. Ana quedó deslumbrada por el esplendor y los lujos del lugar. No puedo culparla; después de todo, ha pasado gran parte de su vida en la miserable región Perla. Sus instintos la llevaron a quedarse allí para buscar una vida mejor, y aunque no puedo juzgarla, sigo haciéndolo.

Antes de partir del castillo, recibí un mensaje claro: "Así como te otorgamos este permiso, también podemos retirártelo si tu amiga no coopera adecuadamente en el palacio". Y, tal como me habían advertido, al llegar a mi residencia, recibí una carta que me convocaba a la unidad de entrenamiento militar. Fui seleccionada sin necesidad de realizar pruebas, todo gracias a ese "niño". Lo que más me frustra es sentirme en deuda con él.

—¡Gina, estás lista! —me llaman desde abajo.

Hoy opto por llevar un conjunto más práctico: pantalones de un tono terroso que se ajustan a mis piernas, una blusa de tela ligera con un estampado de flores silvestres y unas botas resistentes. Nunca fui una amante de los vestidos, prefiero la comodidad y la libertad que me brindan estos atuendos.

Bajo a la planta principal, donde todos se han reunido para despedirme.

—Hija mía, te vamos a extrañar —dice con voz ronca la habitante más anciana de la villa. Siempre que podía, me regalaba caramelos. —La población perderá color sin ti, mi estrellita.

—¿En serio? Yo creo que al fin habrá paz —bromea su hijo, un hábil carpintero que siempre se ofrecía a reparar las casas. Me da unas palmaditas en la cabeza.

—Sigue diciendo cosas así y ya verás —le respondo, riendo desafiante mientras miro a la multitud con nostalgia.

Muevo la cabeza de un lado a otro, observando todos los rostros, pero no encuentro el de Lucy. Supongo que mi partida fue inesperada para ella.

—Cuídate, ¿de acuerdo? —mi hermana toma mis manos con cariño.

Asiento con determinación.

—Ustedes también cuídense. Haré lo posible por visitarlos a menudo, y prometo traer recompensas y honores —anuncio.

Nunca quise unirme al ejército de esta manera. A pesar de mis ideales, es difícil rechazar esta oportunidad. La amargura llena mi boca mientras emprendo mi viaje.

Qué hipócrita soy, ahora entiendo un poco a Ana.

El punto de encuentro para ser escoltada a la base está en la plaza. A medida que me acerco, noto a un grupo de hombres robustos reunidos en el lugar, la mayoría con miradas escépticas mientras esperan. Intento no sentirme intimidada y me acerco para presentarme ante un anciano que lleva el registro.

—Buenos días, soy Gina. Vengo para que me escolten a la unidad de entrenamiento militar.

Grandes camiones están listos para llevarnos a la región Manta.

—No puedes pasar, niña —me dice el anciano con severidad.

El anciano ni se inmuta en buscar mi nombre en la lista.

—Tengo una carta, soy... —dudo en decirlo, me duele el orgullo, pero... —¡Soy recomendada por el emperador!

Sus ojos muestran incredulidad y me arrebata la carta que contiene el sello del emperador. Su sorpresa aumenta.

—Cierre la boca o le entrarán moscas —comento, sintiéndome triunfante. —Si me lo permite —me subo al camión que escoltará a los nuevos estudiantes hacia la base militar.

Una vez en el camión, los hombres, en su mayoría jóvenes, me miran sorprendidos. Algunos parecen indiferentes y continúan ensimismados en sus pensamientos. Soy la única mujer a bordo...

EL IMPERIO DE LA LUNA (Borrador).Where stories live. Discover now