Prologó

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Jamás en mi vida había deseado que se detuviera el tiempo, al menos por un segundo o tal vez unos minutos; sin embargo, seguía pasando tan despiadado, tan impasible, había estado diez horas realizando una cirugía a corazón abierto de una anciana que tenía muchas ganas de vivir de las que yo podía tener; sin embargo, me encontraba sentado en la sala de espera esperando lo mejor mientras mi café se enfriaba. El insomnio sea hacía más notorio en mis ojos y las ojeras se hacían cada vez más visibles., pero había una razón por la que me encontraba tomando turnos dobles, ya que apenas tres semanas atrás había terminado mi relación con mi prometida Pech llevábamos tan solo cinco años de novios y tan solo tres años viviendo juntos hasta que por fin decidí pedirle matrimonio.; sin embargo, últimamente discutíamos, ¿pero quién no tiene discusiones de pareja?, las parejas discuten todo el tiempo, tengo la teoría de que si pasas tantos años con una persona durmiendo en la misma cama, teniendo sus rutinas, sus formas de amar, llega el momento en el cual surgen las diferencias, la mía era una en particular no quería tener hijos, no me malentiendan en verdad deseo tener hijos tener una familia y más con la persona que amo, sin embargo, no me he sentido preparado para ser padre. No era extraño o grave en nuestra relación, creo que si nos hubiesen visto pensarían que estábamos al borde la ruptura, pero tan solo era nuestro día a día.

Habíamos regresado a casa después de ir a cenar con su hermana Ilse, para ponerlos un poco en contexto su hermana tenía tres años de matrimonio y era la primera en su familia en ser madre, por lo que Pech estaba muy feliz de ser tía, su cara lucia tan radiante cuando cargaba a su sobrina debo de admitir que en todos estos años de nuestra relación jamás la había visto tan feliz, pase apenas unos segundo observándola hasta que Ilse interrumpió mis pensamientos, es increíble que tan solo una pregunta puede poner de cabezas tu mundo, tomo aire lentamente y finalmente lo soltó: — ¿y ustedes cuando el suyo, me refiero aún bebe?

No respondí....

Solo resoplé, resonó aire saliendo de mi nariz y apareció mi diente detrás de una sonrisa de esperanza. Bebí un trago a mi copa de vino y no dije nada, por qué cuando llevas años aceptando las cosas y no lo que tú originas.... Pues, lamentablemente, te acabas acostumbrando.

De pronto los ojos de Pech se posaron en mí, su mirada ya no era de amor como solía serlo, esta vez había dolor y yo conocía el motivo, tome otro trago para darme algo de valor y poder mirarla, sin embargo, ni todas las botellas de vino me daban el valor para enfrentar lo que sucedería después, di una fuerte bocanada de aire finalmente mis ojos se posaron con los suyos, ella me observo otros minutos más y añadió: — en verdad no le responderás a mi hermana, llevamos cinco años de novios y tres siendo tu prometida, y no te estoy reprochando todo lo vivido contigo, ya que te amo, amo los momentos que pasamos juntos; sin embargo, creo que entiendes que quisiera ser madre de nuestros hijos y no sentir que solo soy la feliz novia de un exitoso cirujano, no tomes como un reproche, ya quetambién yo contribuí en tu éxito y me siento orgullosa de ti de lo que eres ahora.

Solo tragué saliva, no podía responder por qué sabía que era el final, sin embargo, aunque no respondiera igual terminaría, bebí nuevamente un último trago a mi copa de vino.

Ella continuo: — sabes Edel es increíble que sigas bebiendo después de haber escuchado todo esto, no entiendo como puedes ser tan egoísta.

De pronto el silencio se apoderó de la habitación, no me malentiendan, no me incomoda el silencio, Pech me miraba y me hablaba, eran sus virtudes que me alucinaban de ella, sin embargo, esta vez su mirada la desconocía era una que no acompañaba ninguna palabra parecía que estaba a punto de decirme algo del estilo: «esto ya no funciona para mí», «estoy cansada de discutir», pero Ilse acudió a mi rescate interrumpiendo el silencio mientras decía:

— será mejor que lleve a dormir a Elba y ustedes vayan a casa.

El camino a casa conduje en silencio con la radio apagada, no cruce conversación con Pech, sabia que se encontraba sentada a mi lado porque podía sentir su respiración y su pecho subía y bajaba, al llegar a casa ella subió por las escaleras nuevamente no cruzamos palabras antes de entrar a la habitación cerro la puerta en mi cara, dude en tomar el picaporte para abrir la puerta y finalmente baje a la sala para sentarme sobre el sofá, tome el control remoto para encender el televisor justo antes de que cambiara de canal un especial de danza se transmitía, no me gusta la danza, pero es algo que Pech ama y fue una de las primeras cosas que compartió conmigo, nuestra primera cita fue un recital de danza debo de admitir que ver los cuerpos en movimiento al ritmo de la música me causo fascinaciónaquella noche, mientras que el bailarín principal hacia su rutina, llego a mi mente aquella canción que hicimos nuestras, era nuestra forma de decir te amo. Jama había fallado sacar esas frases en un momento tenso o en una discusión, yo decía las primeras frases y ella las segundas, no importaba el orden en el que la decíamos. Solo dependía de quien quisiera volver a la cordura, volver al amor, no la utilizábamos casi nunca, y la clave de que algo tan mágico funcionara era que solo se podía utilizar como un último recurso en situaciones desesperadas. Mientras me encontraba en mis pensamientos, una familiar llamo mi atención: — seguirás sentado en el sofá viendo el televisor o subirás a la habitación.

Sonreí al recordar aquella frase, ella continuo mirándome fijamente y de repente lo soltó.

— Edel debo dejarte.

Esa frase perforó mi interior, debo... debo... esa obligación me dejo en shock, a mi mente llego aquella palabra traducida al inglés «Must», que tiene un significado tan claro y sabes que puedes utilizarlo en un sentido u otro.

— ¿Debes dejarme? — pregunté.

— Edel, debo dejarte.

Se produjo un nuevo silencio.

Esta vez decidí insistir y que mejor que nuestra particular forma de decir «te amo». Toda pareja tiene sus códigos, su manera única de demostrar amor. Nuestra era aquella canción, la primera que escuchamos juntos, yo la había escuchado años atrás en un momento especial de mi vida y por ello decidí compartirla con ella por todo lo que significaba para mí.

La canción era miel de valentina rico, nuestra frase eran las primeras dos estrofas al comienzo de la canción.

La miré fijamente, quería que supiera que era uno de esos momentos.

— Velas en el viento que no se apagan nunca— dije poniendo todos los tics,

Ella me miro, no dijo nada. Volví de nuevo a la carga.

— Velas en el viento que no se apagan nunca.

Negó con la cabeza y luego lo soltó: — no está vez Edel, no está vez.

Ese no fue el más contundente que he escuchado en mi vida, fue tan rotundo que supe que era el final.

Intente con el contacto físico como un último recurso me acerque a ella, pero me rechazo antes de que la tocara, sabía que había buenas razones que explicaran el porqué me abandonaba, sin embargo, entre tantas permanecía una.

Antes de que pudiera preguntarle el porqué decidía dejarme, sonó mi móvil, dude en tomarlo, dude en tomarlo, sabía que no era el momento para atender aquella llamada y sería la última gota que derramaría el vaso, pero tome el móvil para atender la llamada y antes de que pudiera pronunciar «diga», Pech camino hacia la habitación.

Antes de que continúe contando nuestra ruptura será mejor que conozcan, todo lo ocurrido semanas previas, o todo carecería de sentido. Pero antes de ello debo de terminar aquellas frases que significaron tanto para nosotros:

«Velas en el viento que no se apagan nunca»

«Juega con mi tiempo que yo te quiero igual»

«Pero tu amor es un problema»
«Disfrazado de poema»
«Me quita el frío, después me quema»

Colisión [En edición]Where stories live. Discover now